jueves, 31 de diciembre de 2015

Hipergracia vs. obediencia

“Muchos que hoy profesan creer en Cristo enfatizan un punto de vista errado de la gracia que les otorga un pase gratuito para hacer lo que les plazca. Trágicamente, se han convencido a sí mismos de que la vida cristiana se puede vivir sin ningún tipo de obligación hacia la ley moral de Dios. En esta distorsión de la hipergracia, la necesidad de la obediencia ha sido neutralizada. Los mandamientos de Dios ya no están en el asiento del conductor de la vida cristiana, sino que han sido relegados al asiento trasero, si no es que están en el maletero —como una llanta de repuesto— para ser usados únicamente en caso de emergencia. Con tal espíritu antinomiano lo que necesitamos reforzar una vez más es la necesidad de la obediencia” (Steven Lawson, Tabletalk Magazine, dic 2015).

lunes, 28 de diciembre de 2015

Indignos de la vida eterna — Parte 1

De una manera u otra, todos hemos experimentado lo que es perderse una buena oportunidad. Dejamos pasar la fecha y todavía no hemos renovado el marbete de nuestros vehículos. Se nos pasa la fecha del especial de un producto. Se agotan las taquillas o ya no hay espacio en el teatro. Se nos olvidó la fecha de una inscripción o se llenó el último asiento disponible en un avión justo antes de nosotros.

Si estamos conscientes de lo que nos hemos perdido, podemos sentir dolor y frustración. Pero si no estamos conscientes de la oportunidad que tuvimos delante de nosotros y que se fue, seguiremos indiferentes como si nada hubiera pasado.

Algo así sucede con la Palabra de Dios y el anuncio de la salvación que ella contiene.

Quisiera que consideráramos el caso del apóstol Pablo durante su primer viaje misionero. El Señor Jesucristo y sus apóstoles predicaron el evangelio principalmente en Jerusalén y sus alrededores. Cristo no había sido predicado en la mayor parte del mundo conocido. Pero el Señor levantó a un hombre que fue su instrumento para que el evangelio llegara a personas que nunca habían escuchado el evangelio de salvación.

Jesús se apareció a Pablo, quien había sido un perseguidor de los primeros cristianos y lo convirtió en su principal instrumento de evangelización.
Hechos de los Apóstoles 26.16–18 (LBLA) — 16 “Pero levántate y ponte en pie; porque te he aparecido con el fin de designarte como ministro y testigo, no sólo de las cosas que has visto, sino también de aquellas en que me apareceré a ti; 17 librándote del pueblo judío y de los gentiles, a los cuales yo te envío, 18 para que abras sus ojos a fin de que se vuelvan de la oscuridad a la luz, y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe en mí, el perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados.”
Cumpliendo con esta encomienda, recorre varias ciudades de Asia Menor, lo que hoy conocemos como Turquía, predicando el evangelio. La estrategia que utilizó fue ir a las sinagogas y hacer contacto primeramente con los judíos de esos lugares.

Así llegó a Antioquía de Pisidia (Hch. 13:14), donde en la sinagoga le pidieron que si tenía alguna palabra de exhortación, que hablara al pueblo. Como se pueden imaginar, Pablo no iba a desperdiciar semejante oportunidad.

En unos instantes repasaremos lo que Pablo les dijo. Por ahora lo que quiero es llamar vuestra atención a Hechos 13:46.
Hechos de los Apóstoles 13.46 (LBLA) — 46 Entonces Pablo y Bernabé hablaron con valor y dijeron: Era necesario que la palabra de Dios os fuera predicada primeramente a vosotros; mas ya que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles.
Otra edición de la misma LBLA traduce “os juzgáis indignos de la vida eterna”.

Nos encontramos delante de personas que estaban teniendo la oportunidad de obtener lo más grande que podían alcanzar jamás: la vida eterna en Cristo Jesús. Es muy posible que esas personas no volvieran a tener otra oportunidad así.

Pablo les mencionó:
  • Primero, la necesidad de la predicación de la Palabra. No es una opción. Eran judíos. En un sentido ya tenían la Palabra del AT. Pero necesitaban escuchar de su cumplimiento en la persona de Jesús.
  • Segundo, también les habló de cómo ellos estaban rechazando el mensaje del evangelio. Ellos eran responsables de las consecuencias de ese rechazo. Por eso les dice que era como si ellos se estuvieran considerando indignos de entrar en la vida eterna.
  • Tercero, les anunció que ya no les volvería a hablar a ellos, sino que se iría a los no judíos, a los gentiles.

Frente a una gran oportunidad de salvación

Antioquía de Pisidia era una ciudad de importancia en la región. Por el nombre podemos ver que es de origen griego en honor a Antíoco I, hijo de uno de los sucedores de Alejandro Magno. Pero a pesar de este origen, aparentemente no muchos griegos quisieron establecerse allí.

Los romanos quisieron aprovechar ese vacío cultural y establecer una colonia romana allí, colocando así un centro de mando para el área; es por ello que había incluso un templo en honor a Augusto César. Se habla de que plantaron una élite de unos 3 mil romanos con veteranos del norte de Italia.

Para cuando Pablo llega lo que hay es una amalgama de tradiciones frigias, latinas y griegas. Aunque había una comunidad judía, como podemos leer en el contexto del pasaje, tampoco era que había una presencia dominante. 

Nos podemos imaginar a Pablo llegando a un área en el que las personas estaban dominidas por una gran diversidad de creencias paganas. Allí llegaron Pablo y Bernabé a compartir el evangelio, y buscando un punto de contacto, se dirigen a la sinagoga de los judíos de aquella ciudad. Es aquí que leemos del discurso más largo de Pablo registrado por Lucas en el libro de Hechos; eso no significa que fue el más largo que él predicó, pero evidentemente Lucas lo consideró importante como para incluir tanta información sobre el mismo.

Pablo y Bernabé pudieron congregarse allí durante dos sábados consecutivos.  Cuando lo hicieron por segunda vez, dice el v. 44 que se congregó allí casi toda la ciudad para oír la palabra del Señor; lo cual implica que aun los no judíos fueron a escucharlos. 

Veamos un breve recuento de lo que el apóstol Pablo les estuvo enseñando.
  • 13:16-22 Un recuento de la historia del pueblo de Israel hasta David.
  • 13:23-25Jesús es el Mesías prometido de la descendencia de David. A éste preparó el camino Juan el Bautista.
  • 13:26   “Varones hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros teméis a Dios, a vosotros es enviada la palabra de esta salvación”.
  • 13:27-29 Muerte de Jesús a mano de las autoridades, según las Escrituras.
  • 13:30-37Resurrección de Jesús; demostración con las Escrituras. “Dios le levantó de los muertos” (v. 30).
  • 13:38-41Predica perdón de pecados y justificación por medio de la fe en Jesús. “Por medio de Él os es anunciado el perdón de los pecados” (v. 38). ¿Saben por qué se anuncia el perdón de pecados? Porque somos pecadores. Las demás religiones no anuncian esto, porque tratan con otras cosas. Dejan el problema principal de toda la humanidad sin tocar, que es el problema que tenemos con Dios —el problema en el que estamos metidos por causa de nuestros pecados. Sólo el evangelio de Jesucristo anuncia la gran solución al problema principal de los hombres. Somos pecadores y merecemos por eso, de parte de Dios, separación de Él y condenación. En el caso de los judíos, ellos trataban de salvar la situación por medio de la obediencia a la ley de Moisés. Por ello Pablo les dice en el v. 39 que por esa ley nadie puede ser justificado delante de Dios, sino solamente creyendo en Jesús, al cual ellos rechazaron.
Pablo les enseña que el Mesías prometido ya había venido, y que había sido rechazado por la mayoría de los judíos. El evangelio es el cumplimiento de las promesas que Dios había dado a Israel, pero ellos no lo vieron así, sino como una amenaza.
Hechos de los Apóstoles 13.42–52 (LBLA) — 42 Al salir Pablo y Bernabé, la gente les rogaba que el siguiente día de reposo les hablaran de estas cosas. 43 Y terminada la reunión de la sinagoga, muchos de los judíos y de los prosélitos temerosos de Dios siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes, hablándoles, les instaban a perseverar en la gracia de Dios. 44 El siguiente día de reposo casi toda la ciudad se reunió para oír la palabra del Señor. 45 Pero cuando los judíos vieron la muchedumbre, se llenaron de celo, y blasfemando, contradecían lo que Pablo decía. 46 Entonces Pablo y Bernabé hablaron con valor y dijeron: Era necesario que la palabra de Dios os fuera predicada primeramente a vosotros; mas ya que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles. 47 Porque así nos lo ha mandado el Señor: Te he puesto como luz para los gentiles, a fin de que lleves la salvacion hasta los confines de la tierra. 48 Oyendo esto los gentiles, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor; y creyeron cuantos estaban ordenados a vida eterna. 49 Y la palabra del Señor se difundía por toda la región. 50 Pero los judíos instigaron a las mujeres piadosas y distinguidas, y a los hombres más prominentes de la ciudad, y provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de su comarca. 51 Entonces éstos sacudieron el polvo de sus pies contra ellos y se fueron a Iconio. 52 Y los discípulos estaban continuamente llenos de gozo y del Espíritu Santo.
Pablo les explica la prioridad de que el evangelio fuese predicado en primer lugar a los judíos. “Era necesario que la palabra de Dios os fuera predicada primeramente a vosotros” (v. 46).

Estamos frente a lo que en teología se ha llamado “la libre oferta del evangelio”. Nosotros sabemos que no todos los que escuchan el evangelio de salvación se salvan. Sin embargo, en su inmensa bondad, Dios usa el medio de la proclamación libre e indiscriminada del evangelio para salvar a los pecados.
Isaías 55.1–3 (LBLA) — 1 Todos los sedientos, venid a las aguas; y los que no tenéis dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad vino y leche sin dinero y sin costo alguno. 2 ¿Por qué gastáis dinero en lo que no es pan, y vuestro salario en lo que no sacia? Escuchadme atentamente, y comed lo que es bueno, y se deleitará vuestra alma en la abundancia. 3 Inclinad vuestro oído y venid a mí, escuchad y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros un pacto eterno, conforme a las fieles misericordias mostradas a David.
Nuestra labor es anunciar el mensaje de salvación. No es nuestra responsabilidad averiguar quiénes van a responder al mensaje o identificar a los escogidos de Dios para entonces hablarles del evangelio.

Aquí Pablo nos está dando ejemplo de esto. Que no es otra cosa que el mismo ejemplo que Jesús nos dejó.
Mateo 11.28–29 (LBLA) — 28 Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar. 29 Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas.
Es la misma invitación que hallamos en los últimos versículos de la Biblia…
Apocalipsis 22.17 (LBLA) — 17 Y el Espíritu y la esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que desea, que tome gratuitamente del agua de la vida.
Los judíos a quienes Pablo y Bernabé hablaron en Antioquía de Pisidia se encontraban frente a una gran oportunidad de salvación. Era la primera vez que escuchaban una explicación del evangelio, y para muchos posiblemente fue la última.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Sexo con una conciencia limpia

Vivimos en un mundo obsesionado con el sexo que se niega a reconocer a su inventor y a seguir el manual de funcionamiento que nos dejó. El resultado ha sido catastrófico. Un fabuloso regalo que evidencia su bondad y amor ha sido convertido en una peligrosa trampa. Si estás leyendo estas líneas es porque todavía hay esperanza para escapar de ella. Alíneate con tu Creador y disfruta ese maravilloso regalo con una conciencia limpia y en paz.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Sirve a Dios ya, la vida es corta

“La Escritura nos exhorta de muchas maneras distintas a que tengamos un compromiso absoluto con Dios, y el libro de Eclesiastés lo hace enfatizando la vanidad o fugacidad de la vida (Eclesiastés 6:12; 9:9; 11:8). La idea de que la vida pasa rápido yace en el trasfondo del pasaje de hoy, en donde se nos dice que ‘echemos [nuestro] pan sobre las aguas’, para que podamos encontrarlo después de muchos días (11:1). Esta imagen viene del comercio marítimo, donde los barcos eran enviados para vender productos y recibir una ganancia. En el mundo antiguo obtener beneficios del comercio marítimo podía tomar mucho tiempo porque el viaje era lento y laborioso. Pero el comerciante tenía que tomar el riesgo y enviar todos sus bienes a otros puertos si quería sobrevivir. Tenía que ponerlo todo sobre la mesa, por así decirlo, en esa empresa; de lo contrario, no se beneficiaría. En esencia, el Predicador nos exhorta aquí a comprometernos totalmente con la empresa de servir a Dios. La vida es corta, y no hay tiempo para la indecisión. Si hemos de servir a Dios, debemos servirle plenamente. Dado que la muerte nos viene tan rápidamente a todos, puede que no haya un mañana para nosotros”. 
Extraído y traducido de Tabletalk, la revista de los Ministerios Ligonier, ejemplar de noviembre de 2015, pp. 86-87.

sábado, 24 de octubre de 2015

¡Cuánta misericordia!

Después de leer la historia de los pecados de David contra Betsabé y Urías, cualquiera puede ser llevado a pensar que Urías, como la persona que perdió la vida en el proceso, fue el ser más afectado por las acciones de David. Sin embargo, al momento de su confesión expresó: “Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos...” (Salmo 51.4, RVR60). La realidad es que la persona más afectada por todo fue Dios —el corazón del Señor fue el más herido de todos. Las implicaciones del asunto sobre Urías fueron irreversibles; ¡perdió su vida! Pero lo más horrible de todo fue que pecó contra Dios.
¿Dónde radicaba la esperanza de David? ¿En que Urías le perdonara? No, pues ya no podía traerle a la vida de nuevo. La verdadera esperanza de David estaba en Dios, quien es amplio en perdonar. Él puede limpiar hasta la conciencia de un asesino sin que la persona asesinada diga media palabra. Aun después de todo esto, el Espíritu de Dios guió las cosas para que quedara registrado en la Biblia el hecho de que David era un hombre conforme al corazón de Dios. ¡Cuánta misericordia!

jueves, 22 de octubre de 2015

El invitado a las bodas – Mateo 22:1-14

Por Roger Ellsworth*

Mateo 22:1-14

Esta parábola nos coloca cara a cara con la terrible y horrorosa posibilidad de quedar excluidos del reino de Dios, o, para decirlo de otra manera, de quedarnos cortos del reino de Dios.
Existe más de una manera de quedarnos cortos del reino. Una forma es a través del rechazo categórico. Esta posibilidad se recoge en los siete primeros versículos de esta parábola. La mayoría de los judíos de la época de Jesús caía en esta categoría. El apóstol Juan declara sin rodeos cómo ellos rechazaron a Jesús con estas palabras: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:11).
Durante la última semana de su vida terrenal, Jesús dio una última advertencia a los líderes judíos acerca del peligro de rechazarlo y de perder así su reino. Le dijo tres parábolas en rápida sucesión, parábolas de rechazo. La primera retrataba su rechazo en términos de un hijo que se rebela contra su padre (Mt. 21: 28-32); el segundo como inquilinos que se rebelan contra el propietario (Mt. 21: 33-44); y la tercera, la parábola que estamos considerando en este capítulo, la cual trata de sujetos que se rebelan contra su rey legítimo.
Esta parábola va más allá de simplemente presentar cómo Cristo es rechazado. En realidad, predice de manera muy gráfica lo que sucedería como resultado de este rechazo. Por un lado, la nación judía experimentaría un juicio terrible. En unos cortos treinta y siete años después de que crucificaron a Jesús, los judíos vieron a los romanos devastar la ciudad de Jerusalén y su templo. Tal vez algunos de los que fueron testigos de esto recordaron las palabras de esta parábola: “Y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad” (Mt. 22: 7).
Un segundo resultado del rechazo a Jesús de la nación judía fue que el evangelio sería llevado a los gentiles. Esto está representado en la segunda mitad de esta parábola (vv. 8-14). La parábola se divide de forma natural en dos partes. La primera parte trata acerca del rechazo de Cristo de parte de los judíos (vv. 1-7), y la segunda parte trata con el evangelio que va a los gentiles (vv. 8-14). Es esta segunda mitad de la parábola la que nos confronta con un peligro muy serio: el de una aceptación defectuosa de la evangelio.

Los elementos de la parábola 
Este peligro se nos presenta en términos de un hombre que aceptó la invitación del rey al banquete de bodas que había organizado en honor a su hijo. Los siguientes elementos se destacan con claridad cristalina: una invitación, una condición vinculada a la invitación, un inspección y una acusación. 

Una condición vinculada a la invitación
La invitación va para todos (vv. 9-10), y junto con ella tenemos el anuncio de que todos los que asistan deben llevar una indumentaria de boda adecuada. No habría ninguna dificultad con esto porque el rey mismo proporcionaría la ropa. 
¿Cómo sabemos que esta condición acompañaba la invitación? La parábola nos dice que el invitado a la boda en cuestión quedó ‘sin palabras’ cuando fue confrontado por no llevar la ropa exigida (v. 12). No podía alegar ignorancia porque se lo habían dicho. No podía alegar que no tenía la vestimenta adecuada porque el rey mismo había prometido proveerla.

Una inspección
Este enfrentamiento se produjo porque el rey llevó a cabo una
inspección de sus invitados (v. 11). No estaba contento con simplemente invitar a los huéspedes a su fiesta de bodas y pedirles que utilizaran la vestimenta que proveyó. Caminó entre ellos para ver si habían acatado la solicitud.

Una acusación
La negativa de éste invitado a llevar la vestimenta de bodas resultó en el terrible pronunciamiento del rey: “Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes” (v. 13).

Los elementos del Evangelio
Las parábolas de Jesús no eran simples historias entretenidas. Estaban basadas en cosas familiares con el fin de llevar al corazón verdades espirituales. Los elementos de esta parábola están presentes en el evangelio de Jesucristo.
En el evangelio hay una invitación. ¡Qué gloriosa invitación! Es una invitación a todos a venir y a disfrutar aquel  tiempo de gozo cuando el Señor Jesucristo mismo lleve a su prometida, la iglesia, a su hogar para estar con él en el cielo. En ese entonces habrá una fiesta de bodas como nunca antes (Apoc. 19:1-9).
Pero junto con esta invitación se anuncia una condición: todos los que acepten la invitación deben ir vestidos de boda. No puede haber ninguna duda sobre la naturaleza de esta indumentaria. Es la prenda de la justicia perfecta. La Biblia afirma que Dios es un Dios santo (Is. 6:3; Apoc. 4:8) y el cielo es un lugar santo (Apoc. 21:27). Si vamos a entrar en este lugar santo y a disfrutar de la comunión con este Dios santo, entonces debemos ser santos nosotros mismos.
Ahora bien, he aquí el gran y penetrante dilema: Dios nos demanda santidad perfecta, y nosotros no tenemos nada que ofrecer, excepto el pecado. ¿Cómo entonces podemos tener la esperanza de encontrarnos en la presencia de Dios? La bendita noticia del Evangelio es que Dios mismo ha dado la ropa de la justicia perfecta que necesitamos. Lo hizo a través de su Hijo, Jesucristo. Jesús tomó nuestra humanidad y vivió una vida de justicia perfecta. Mientras por un lado nosotros hemos roto las leyes de Dios en incontables ocasiones, Él no quebrantó ni siquiera uno. Después de haber vivido esa vida de justicia perfecta, fue a la cruz a sufrir en su propia persona el castigo de Dios a causa del pecado. Hizo todo lo necesario para que pecadores culpables pudieran comparecer ante Dios en el cielo. Dios demanda justicia perfecta; lo único que nosotros tenemos es el pecado. Pero Jesús pagó por los pecados de todos los que creen y les ofrece su justicia. Los pecados de su pueblo fueron puestos en su cuenta y su justicia fue puesta en la de ellos.
Todo el problema con el invitado a la boda en la parábola de Jesús se puede expresar de esta manera: él aceptó la invitación sin aceptar la condición. Su error se ha repetido constantemente a lo largo de la historia, y sigue siendo así hasta este momento. La invitación del evangelio para que formen parte de la gran fiesta de bodas de Dios es enviada, y muchos dicen: “Sí, creo en Dios y en el cielo, y quiero estar con él en el cielo cuando muera”. Pero cuando el evangelio procede a anunciar que Dios requiere que estemos vestidos con una justicia perfecta que sólo está disponible a través de su Hijo, sencillamente desempolvan sus harapos y dicen: “Con esto es más que suficiente”.
Pero no será suficiente en realidad. La misma Biblia que nos habla de la justicia perfecta que Dios demanda, de la terrible realidad de nuestros pecados y de la obra acabada del Señor Jesucristo, también nos dice que se avecina un gran día de inspección. Nadie va a caer en el cielo de incógnito. Nadie comparecerá allí en los harapos de su propia justicia sin ser visto. Nadie que no esté vestido de la justicia de Cristo dejará de ser detectado.
Aquellos que se encuentran sin la justicia de Cristo no tendrán excusa en aquel día, y escucharán la misma sentencia aterradora que escuchó el invitado a las bodas: “Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes” (Mt. 22:13).

El invitado a la boda en la parábola de Jesús se constituye en una advertencia para todos nosotros acerca de la posibilidad de una aceptación defectuosa del evangelio, y una aceptación defectuosa no es mejor que el rechazo absoluto.

* Traducido al español por Salvador Gómez Dickson y publicado en EL SONIDO DE LA VERDAD con el permiso del autor. El contenido es un capítulo de su libro “How to Live in a Dangerous World.”

lunes, 19 de octubre de 2015

Necesitamos un avivamiento

La siguiente es una cita del libro LOS PURITANOS: SUS ORÍGENES Y SUCESORES de Martyn Lloyd-Jones:
En el momento presente estamos llamados, por encima de cualquier otra cosa, a orar por un avivamiento. ¡No permita Dios que nos convirtamos en un grupo de personas que se contenta con denunciar el activismo pero no hace nada más! Esto es lo que se dice de algunos de nosotros. ¡Dios nos libre de que tal cosa resulte ser verdad! ¿Acaso vamos a vivir solo como gente negativa, siempre señalando las faltas de otros y los errores que tienen en sus sistemas teológicos, criticando los mismos y ridiculizándolos? Por supuesto que no. ¿Entonces cuál es nuestro llamamiento? Estamos llamados a proseguir con nuestra tarea continua de predicar el evangelio en toda su plenitud, en toda su cabalidad, según la form are predicación puritana. Hagamos cuanto esté en nuestra mano utilizando todos los medios bíblicos y legítimos para la propagación y defensa de la fe... La época en la cual vivimos y la condición de la iglesia —por no hablar de aquella del mundo— exigen de nosotros una gran convicción en cuanto a la soberanía de Dios, la absoluta necesidad de la obra del Espíritu Santo y todas las demás cuestiones que he tratado de destacar. Esto significa que lo que necesitamos no es nada menos que un avivamiento.
[pp. 44-45]


Los comentarios bíblicos de Barry Webb en español

Cuando aparecen buenos comentarios bíblicos del Antiguo Testamento en español, vale la pena tratar de echarles mano. Uno de los problemas que en ocasiones nos encontramos es que tales publicaciones sólo tienen una tirada, y una vez agotada, pasan muchos años para volverlos a ver. En ese sentido, recomiendo los comentarios de Barry Webb del AT que tenemos disponible en español. Estos son:




Si el lector desea adquirir otros de sus comentarios que sólo se encuentran disponibles en inglés, he aquí algunos de ellos.

The Book of Judges (de la serie NICOT)
Judges and Ruth (de la serie Preaching the Word)

viernes, 9 de octubre de 2015

Paciencia y perseverancia para reformar la iglesia

por Ernest Reisinger*

Debe haber mucha paciencia en la obra de reforma de una iglesia. Tiene que haber la disposición de trabajar por largo tiempo sin ver todo el fruto que deseas. Sembrar, sembrar y sembrar cada día. Enseñar, enseñar y enseñar semana tras semana. No podemos cansarnos de hacer el bien. Debemos recordar aquel pasaje que dice: Por tanto, hermanos, sed pacientes hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el fruto precioso de la tierra, siendo paciente en ello hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía. Sed también vosotros pacientes; fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca” (Santiago 5.7–8, LBLA). Muchos planes buenos han sido abortados por la impaciencia. Muchos buenos días de trabajo se han echado a perder por la impaciencia. El hombre no puede forzar la reforma ni forzar una iglesia a la vida. Ciertamente debe haber un anhelo intenso de tener éxito, pero a ese anhelo debemos unir mucha paciencia.

Guillermo Carey trabajó siete años antes de bautizar a su primer convertido. Adoniram Judson trabajó duro en Birmania durante siete años antes de cosechar una sola alma. Robert Morrison (1834) sembró durante siete años en China antes de bautizar a un chino. Robert Moffat (1883) declaró que esperó siete años para ver el primer movimiento evidente del Espíritu en África. Henry Richards (1888) pasó siete largos años en el Congo antes de ver su primer convertido. ¿Qué estaban haciendo todos ellos durante siete años? Estaban sentando las bases, sembrando semillas celestiales con las generaciones futuras en mente. Estaban colocando el fundamento con toda paciencia. Vivimos en una era de la iglesia en la que los cimientos han sido eliminados. Dios está interesado en los fundamentos y en las generaciones futuras.

* Un extracto de REFORMING A LOCAL CHURCH (Cómo reformar una iglesia local). http://www.chapellibrary.org/book/ralc/reforming-a-local-church

lunes, 28 de septiembre de 2015

Tenemos un mensaje glorioso que proclamar

“Lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y en verdad nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo” (1 Juan 1.3, LBLA).

La frase a la que quiero llamar vuestra atención en esta meditación es “os proclamamos”. Casi todo lo expresado en la primera sección de la epístola tiene que ver con esto. Juan se esfuerza en hacernos comprender que somos responsables de dar a conocer un mensaje. Claramente se trata del mensaje que los apóstoles habían sido encomendados a proclamar, pero de aquí y de otros textos del Nuevo Testamento se desprende la responsabilidad que todos los creyentes tenemos de anunciar el mensaje apostólico a los demás.

El contenido de ese mensaje es una persona. Aunque proclamamos verdades, no sólo anunciamos verdades. Se trata de “la Verdad” (Juan 14:6). Aunque proclamamos declaraciones doctrinales, el mensaje cristiano se trata realmente del Logos de Dios —de la verdadera teología. Se trata de Alguien, y ese Alguien es Dios y hombre a la vez. El mensaje del cristianismo es Cristo.

Tenemos un mensaje que proclamar. No podemos cambiarlo, alterarlo, ni intentar mejorarlo. Es el mejor mensaje que puede ser proclamado jamás. Las buenas nuevas de Jesús son la respuesta a la necesidad más profunda del alma humana. Con razón Pablo se comprometió a predicar a Cristo y las implicaciones de su muerte en la cruz (1 Cor. 2:2). Pudo recorrer mar y tierra, y experimentar todo tipo de vicisitudes con tal de dar a conocer a Aquel que le había salvado.


Una vez creído, el contenido de este mensaje debe ser anunciado a los demás a nuestro alrededor. No hay creyente que no haya sido constituido en emisor de este anuncio. Callarlo puede ser un gran crimen, cuando menos es una gran desobediencia.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Los cinco tiempos de 1 Juan 1:1-4

Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos, acerca del Verbo de vida (pues la vida fue manifestada, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y en verdad nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos estas cosas para que nuestro gozo sea completo.” (1 Juan 1.1–4, LBLA)

Uno de los propósitos de Juan al escribir su primera epístola fue demostrar la historicidad y verdadera humanidad de Jesucristo. Él no simplemente aparentó ser hombre, ni sencillamente trató de identificarse con el hombre; Jesús es, hasta el día de hoy, un verdadero hombre. Nació y vivió entre nosotros.

Pero Juan también nos demuestra, como hace también en su Evangelio, que Jesús es Dios. Es por todo esto que el tema de la predicación apostólica es “lo que era desde el principio”, la vida que “fue manifestada”, la vida eterna que “estaba con el Padre”.

Quisiera mostrarles que en estos cuatro versículos con que Juan inicia su carta, hay cinco tiempos o momentos históricos distintos a los que hace referencia.

1. Antes de la creación. Juan establece claramente la doctrina de la preexistencia de Cristo. Él era la vida que “estaba con el Padre” (v. 2). El Evangelio de Juan comienza con “En el principio el Verbo estaba con Dios” y “Él estaba en el principio con Dios”  (Juan 1:1, 2). Por esto habló de que salió del Padre y vino al mundo (Juan 16:28) y de la gloria que tuvo antes con el Padre (Juan 17:5).

2. La encarnación. El apóstol nos enseña que ese Cristo preexistente se hizo carne y estuvo de manera palpable entre ellos (1 Juan 1:1); “la vida fue manifestada se nos manifestó” (1:2). El Verbo se hizo carne (Juan 1:14; 1 Tim. 3:16). El mensaje del evangelio que hemos recibido de Dios incluye el hito redentor de la encarnación —la Segunda Persona de la Trinidad se hizo hombre. La Navidad no se trata de hacer actos de bondad en nombre del “niño” Jesús; se trata del más grande acto de bondad de la historia, pues el Hijo de Dios se hizo como nosotros para pagar la culpa y el castigo eterno que merecen los pecadores y así llevarles a Dios.

3. Pentecostés y la era apostólica. Cuando Jesús nació, todavía no había venido el Espíritu Santo; todavía los apóstoles no habían sido comisionados a predicar el evangelio. Pero Juan nos habla aquí de un mensaje que anunciaron y proclamaron (vv. 2, 3). A través de la iglesia Cristo haría obras mayores (Juan 14:12) que las realizadas en sus días sobre la tierra. El Espíritu diseminaría el mensaje hasta el fin del mundo.

4. Los escritos del NT y los lectores originales. “Os escribimos estas cosas Nuestro pasaje también hace referencia al tiempo en que Juan escribió esta epístola. Posiblemente lo hizo unos 60 años después de la muerte del Señor. Juan tenía destinatarios particulares en mente, hermanos que necesitaban las doctrinas, correcciones y advertencias que contiene la carta. Este es otro tiempo. Y finalmente...

5. Los días de los lectores secundarios. Finalmente estamos nosotros y todos aquellos que han leído 1 Juan a lo largo de la historia de la iglesia. También a nosotros nos son dadas estas enseñanzas “para que nuestro gozo sea completo” (v. 4). Tenemos una responsabilidad asignada por Dios a la luz de este mensaje: debemos proclamarlo e interiorizarlo. No tenemos el más mínimo derecho a cambiar el mensaje que Dios ha puesto en nuestras manos, sino que debemos traspasarlo íntegro a los pecadores con el fin de que, como nosotros, conozcan la gracia perdonadora de Dios. Pero nuestro mensaje no es uno que se limita a estar en nuestros labios; también está en nuestros corazones, y por eso el apóstol habla del gozo completo que empezamos a degustar aquí en la tierra. ¿No es este gozo la reacción más lógica y adecuada al contenido de semejante mensaje? El Señor nos conceda ser fiel al evangelio por dentro y por fuera.

¡Qué pez más raro! – la lamprea marina


miércoles, 2 de septiembre de 2015

Al que le sirva el sombrero, que se lo ponga

por Charles Spurgeon*

La última vez que escribí un libro pisé los callos y juanetes de algunas personas, las cuales me respondieron con cartas llenas de ira en la que me preguntaron: “¿Estás hablando de mí?” En esta ocasión, para ahorrarles el gasto de medio penique en tarjeta postal, comenzaré mi libro diciendo: Al que le sirva el sombrero, que se lo ponga.

Sin ánimo de ofender, pero si algo de lo expresado en estas páginas toca el corazón de alguien, no lo envíe a la casa del vecino, sino que haga un gallinero para sus propios pollos. ¿Cuál es el beneficio de leer y escuchar para otros? No comemos ni bebemos para ellos. ¿Por qué debemos prestarles nuestros oídos y no nuestras bocas? Entonces, buen amigo, si encuentras una azada en estas premisas, elimina las malas hierbas de tu propio jardín con ella.

El otro día hablaba con Guillermo Shepherd acerca del viejo asno de nuestro amo, y le expresé: “Es tan viejo y terco; no vale la pena mantenerlo”. “No”, me dijo Guillermo, “y peor aún, es tan vicioso que uno de estos días de seguro le ocasionará un mal a alguien”. Ustedes saben que las paredes tienen oídos. Estábamos hablando a alto volumen, pero no sabíamos que los montones de paja tenían oídos. Nos quedamos absortos cuando vimos salir a Joe Scroggs de detrás del montón. Estaba tan enrojecido como la cresta de un pavo y despotricando como un loco. Empezó a maldecirnos a Guillermo y a mí, como el gato que escupe a un perro. Le salió el mono. Nos dejó saber que era tan buen hombre como cualquiera de nosotros, o como nosotros dos juntos. Comenzó a hablar acerca de él diciendo esto y aquello. Le dije al viejo Joe que no estábamos pensando en él ni hablando de él; que podía ahorrar su aliento para cuando tuviera que enfriar su avena, porque nadie había tenido ninguna intención de hacerle ningún daño. Todo esto lo único que hizo fue que me llamara mentiroso, y rugió más fuertemente aún. Mi amigo Guillermo comenzó a alejarse agarrándose las sienes, pero cuando vio que Scroggs todavía estaba echando humo, se echó a reír y volviéndose le dijo: “Joe, estábamos hablando del asno del amo y no de ti; pero te prometo que ahora no podré ver a ese asno de nuevo sin pensar en Joe Scroggs”. Joe sopló y resopló; quizás consideró el trabajo un tanto incómodo porque lo dejó. Guillermo y yo nos fuimos a trabajar con una nota de alegría, porque el viejo Joe se había tropezado con la verdad acerca de sí mismo al menos una vez en su vida.

El mencionado Guillermo Shepherd en ocasiones ha sido duro conmigo en sus comentarios, pero me ha hecho bien. En parte es debido a sus embestidas al corazón que pude escribir este libro, porque consideraba que yo era holgazán. Quizás lo soy; quizás no. A Guillermo se le olvida que tengo otras cosas importantes que hacer. Además, no recuerda que la mente de un labrador quiere un poco de barbecho y que no puede dar cosecha cada año. Es muy difícil hacer una cuerda cuando el cáñamo se agota, o panqueques si no hay con qué batir, ni pastel de manzana sin las manzanas. Del mismo modo se me hace difícil escribir cuando ya he dicho todo lo que sé. Realmente dar mucho a los pobres aumenta los bienes de un hombre, pero con la escritura no es lo mismo. Soy tan pobre escribiente que no me sale por esforzarme. Si tus pensamientos sólo fluyen como gotas, no podrás llenar los cubos.

Sin embargo, Guillermo ha hurgado en mis adentros y estoy comprometido con él. Le mencioné el otro día lo que el caracol dijo al alfiler: “Gracias por sacarme, pero eres bastante puntiagudo, ¿sabes?” Aún así, el amo Guillermo no está lejos del blanco. Después de que trescientas mil personas compraran mi libro, realmente ya era tiempo de escribir otro. Por tanto, aunque no soy sombrerero, me convertiré en fabricante de gorros, y aquellos que tengan cabezas pueden probar mis mercancías; lo que no tengan ni siquiera los tocarán.

Para servirles, amigos, el áspero y agudo,

Juan Arador
* Tomado de Las Ilustraciones de Juan Arador; traducción por Salvador Gómez Dickson.

viernes, 21 de agosto de 2015

Intentos por “legalizar” la perversión en la Rep. Dominicana


A la verdad que la gente sigue las cosas como ganado sin saber ni el porqué ni el para qué. Ahora el Ministerio de Educación de nuestro país quiere impulsar la descabellada ideología de género de países más “avanzados”. Nos quieren imponer dictatorialmente el horroroso manual HABLEMOS. No sé si lo han podido ojear, pero yo sí, y significaría el derrotero definitivo para nuestra nación.

Abramos los ojos. No nos durmamos y vamos a combatir lo que nos quieren imponer. El futuro de nuestros hijos, y por ende, el futuro del país están en juego. Si no has visto el libro, consigue una copia y te convencerás. No nos dejemos engañar. Nos quieren dar una cosa por otra. Disfrazan sus intentos de un lenguaje muy vanguardista, pero detrás es algo lleno de perversión y maldad. Es fácil saber de quién han aprendido tanto.

Todavía somos más los que queremos una educación decente para nuestros hijos. Expresémonos, luchemos y oremos. Opongámonos al nuevo reglamento de convivencia y disciplina para los colegios que quieren imponer. Opongámonos a los nuevos intentos por imponer un régimen de perversión bajo el nítido nombre de “educación sexual” o “salud sexual y reproductiva”. Ni es educación, ni es salud. Abramos los ojos.

Ya en Alemania apresan y multan a los padres de los niños que se ausentan de esas clases “legales” de perversión. Si no hacemos nada, después no nos quejemos.

viernes, 7 de agosto de 2015

Un puerto de entrada a Amazon

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jueves, 6 de agosto de 2015

El joven rico: una advertencia contra las suposiciones equivocadas

por Roger Ellsworth*

Lucas 18:18-23

Como vimos en el capítulo anterior, la sección central del Evangelio de Lucas se dedica a la mayor recorrido en toda la historia humana, el viaje del Señor Jesucristo a Jerusalén para morir en una cruz romana a través de la cual proporcionaría salvación eterna a los pecadores. 
Si pensamos que Jesús estaba marchando ciegamente hacia la calamidad, estamos equivocados. Él no sólo sabía que iba a Jerusalén a morir, sino que también orquestó cuidadosamente los eventos para que su muerte coincidiera con la Pascua judía. Él era el verdadero Cordero de Dios a quien el cordero de la Pascua del Antiguo Testamento estaba destinado a prefigurar, y por tanto, era esencial que muriera precisamente durante el tiempo en que los corderos de la Pascua eran sacrificados.
Durante el curso de su viaje, el Señor Jesús se encontró con varias personas intrigantes. Una de ellas es conocida por nosotros como el joven rico. Es importante que conozcamos a este joven. Nos recuerda lo vitalmente importante que es para nosotros el estar en lo correcto con respecto al asunto de la salvación eterna. Nos recuerda que es posible estar en lo cierto acerca de un gran número de temas importantes y sin embargo estar equivocado acerca de éste, lo más importante de todo.


En lo que él estaba correcto

La importancia de la vida eterna

En primer lugar, podemos decir que tenía razón en estar preocupado con urgencia acerca de la vida eterna. Mientras Jesús pasaba de viaje, el joven lo saludó con estas palabras: ‘? Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna’ (Lucas 18:18).
No puede haber ninguna duda con respecto a la profundidad de su interés y sobre la urgencia que sentía acerca de este problema. El Evangelio de Marcos nos dice que vino, no de manera casual y paseando hacia Jesús, sino más bien corriendo a él (Marcos 10:17). Y eso no fue todo. Estaba tan vitalmente interesado ​​en esto que se dirigió a Jesús en presencia de otras personas (Lucas 18:26). No se avergonzó de que se supiera que quería tener aquello que es más precioso de todas las cosas, la vida eterna.
¡Qué diferente era en comparación con nuestra generación! La mayoría de los estadounidenses se enorgullece de estar preparada para cualquier eventualidad. Tienen un seguro para sus casas, sus coches y sus cuerpos. Tratan de planificar el futuro para enviar a sus hijos a la universidad. Pero mientras muchos son muy buenos en la preparación para estas cosas, no dedican un solo pensamiento a la preparación para la eternidad.
La ironía es que muchas de las cosas para las que nos preparamos con diligencia puede que nunca sucedan, mientras que la eternidad sin duda sucederá. Viene el día en el que todos seremos empujados hacia la eternidad. El autor de Hebreos dice que está ‘establecido’ para los hombres el morir y después de esto el juicio (Hebreos 9:27). El único momento en el que podremos ignorar la eternidad será sólo cuando dejemos de morir. Pero mientras seamos gente que muere, lo mejor que podemos hacer es compartir el interés del joven rico con respecto a la vida eterna.

Vino a Jesús como la autoridad en cuanto a la vida eterna

Este joven también estaba en lo correcto al abordar a Jesús con este asunto. Jesús es la autoridad más importante del mundo sobre el tema de la vida eterna. Vino a la tierra desde al ámbito de la eternidad (Juan 3:13) y vino con el propósito expreso de hacer posible que nosotros entrásemos en ese reino eterno del cual vino. Vino para darnos vida eterna (Juan 3:16). Sólo hay vida eterna en El (Juan 3:36; 14:6; Hch. 4:12).
Simón Pedro fue uno que entendió estas verdades. Cuando una multitud se ofendió por la enseñanza de Jesús y se dio la vuelta, él y los demás discípulos se quedaron con Jesús. Cuando Jesús le preguntó si también querían irse, Pedro respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68).
Hay millones hoy que no hacen esta conexión. Piensan de la vida eterna como la posesión automática de todos sin excepción. O piensan que se puede lograr sin ninguna conexión con Cristo. El joven rico estaba muchas millas por delante de esas personas. Aunque no escuchó lo que Pedro tenía que decir acerca de Jesús como quien tiene palabras de vida eterna, percibió que era cierto y vino a Jesús.

En lo que él estaba equivocado

Aunque él tenía razón para estar preocupado en cuanto a la vida eterna y acerca de venir a Jesús con esa preocupación, estaba muy equivocado en tres cosas.

Pensó que Jesús era tan sólo un buen maestro

En primer lugar, se equivocó al pensar que Jesús era tan sólo un "maestro bueno" (Lucas 18:18). Desde luego, este título era una descripción precisa de Jesús hasta ese punto. Jesús era bueno y era un maestro. Pero aceptar a Jesús como un buen maestro no es suficiente cuando se trata de este tema de la vida eterna. Si Jesús fuera sólo un buen maestro, no habría vida eterna para nadie.
En cuanto a esto, Jesús desafió a este joven con la pregunta: ‘¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios’ (v. 19).
¿Qué estaba ocurriendo aquí? ¿Estaba Jesús negando que él era Dios en carne humana? No, para nada. Por qué iba a negar aquí lo afirmó de manera explícita en otras ocasiones? En realidad Jesús estaba afirmando su deidad. Lo que estaba preguntando en esencia era: ‘¿De verdad me consideras tan bueno en el sentido más amplio de la palabra? ¿Estás dispuesto a aceptar lo que eso implica de mí? ¿Entiendes que si soy realmente bueno, no soy un simple hombre, sino que soy nada menos que Dios mismo en carne humana? Lo que en esencia estaba diciendo a este joven era: ‘No me llames bueno si no estás dispuesto a llamarme ‘Dios’.’
Jesús estaba enseñando a este joven que no podía tener lo que tanto ansiaba, la vida eterna, si no estaba dispuesto a someterse a él como Dios. El joven estaba en lo correcto al venir a Jesús sobre esto de la vida eterna, pero tenía que reconocer que la vida no se encontraba en algún tipo de fórmula que Jesús le daría, sino más bien en el mismo Jesús.
Todo tipo de gente está dispuesta a admitir parte de la verdad acerca de Jesús. Están dispuestos a reconocerlo como un buen maestro y como un buen ejemplo moral, pero la vida eterna viene solamente a aquellos que sinceramente le reconocen como Dios. El apóstol Juan escribió: ‘Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios’ (1 Juan 4:15).

Pensó que la vida eterna se puede lograr a través de las buenas obras

En segundo lugar, este joven se equivocó al pensar que la vida eterna se podía conseguir a través de las buenas obras. El Evangelio de Mateo registra su pregunta de esta forma: ‘¿Qué bien haré para tener la vida eterna?’ (Matt 19:16). La respuesta de Jesús a esa pregunta ha sido extremadamente desconcertante y sorprendente para muchos. Él dijo: ‘Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos’ (Mat. 19:17). Pareciera como si Jesús hubiera estado de acuerdo con él. El joven le preguntó qué cosa buena podía hacer, y el Señor Jesús le habló de obedecer los mandamientos de Dios como el bien que podía hacer.
En realidad lo que Jesús le estaba mostrando era cuán completamente incapaz era él para alcanzar la vida eterna. Si pudiésemos guardar perfectamente los mandamientos de Dios seríamos justos delante de él, pero nadie lo ha hecho, excepto Cristo. Si queremos ser justos a los ojos de Dios, entonces no debemos refugiarnos en nada que podamos hacer, sino más bien en la justicia del Señor Jesucristo. Su justicia nos es aplicada cuando vemos cuán perfectamente incapaces somos y nos echamos sin reservas sobre él.

Se apartó de Jesús

Por último, este joven se equivocó al dar la espalda a Jesús. Después de decirle que guardara los mandamientos de Dios, Jesús enumeró cinco de esos mandamientos (Lucas 18:20). El joven respondió confiadamente: ‘Todo esto lo he guardado desde mi juventud’ (v. 21). Si la vida eterna era asunto de obedecer los mandamientos de Dios, pensó que estaba muy bien encaminado. No podía estar más equivocado. El Señor Jesús le dijo: ‘Aún te falta una cosa. Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme’ (v. 22).
Con estas palabras Jesús enfrentó a este joven hombre cara a cara con la cuestión fundamental en este asunto de tener la vida eterna. El joven creía estar dispuesto a hacer cualquier cosa para conseguir la vida eterna. La pregunta era si él estaba dispuesto a hacer lo que es absolutamente esencial e indispensable. ¿Estaba dispuesto a romper con su ídolo, posesiones materiales y someterse a Cristo y sólo Cristo? Ya sabemos cómo respondió esa pregunta. Se alejó de Cristo muy triste (v. 23).
El Señor no nos obliga a renunciar a todas nuestras posesiones materiales para ser salvos. Pero sí requiere que nos desliguemos decididamente de nuestros ídolos y que nos comprometamos solo a Él como nuestro Señor y Salvador (1 Tes. 1: 9). Si tu ídolo es el dinero, el Señor exige que renuncies al mismo y descanses exclusivamente en Él. Si se trata de placer, el Señor exige que lo dejes y te lances sobre Él. Si se trata de tus propias nociones preconcebidas acerca de Dios y de la salvación, el Señor demanda que las eches a un lado y abraces su verdad revelada. Incluso después de ser salvos, nuestros corazones se alejan de vez en cuando al volver a nuestros antiguos dioses y a nuestro antiguo modo de vida. Pero los extravíos ocasionales son muy diferentes a servir continuamente. Nadie que venga a Cristo con la intención de continuar sirviendo a sus ídolos y seguir tras sus pecados, puede salvarse.


Cuando este joven escuchó el llamado de Jesús a terminar la relación con su dios, su corazón se hundió. Quería la vida eterna, pero no a costa de renunciar a su dios. Él tomó su decisión. ¿Cuál es tu decisión? ¿Valoras la vida eterna lo suficiente como para arrepentirte de tus pecados y comprometerte a vivir bajo el señorío de Cristo? ¿O te aferrarás a tus pecados y te apartarás de Cristo?

* Traducido al español por Salvador Gómez Dickson y publicado en EL SONIDO DE LA VERDAD con el permiso del autor. El contenido es un capítulo de su libro “How to Live in a Dangerous World.”

lunes, 3 de agosto de 2015

Teólogos hablan de la vida cristiana

Esta es una serie publicada por Crossway en la que un teólogo actual estudia a un teólogo del pasado lejano o reciente y sus contribuciones con respecto a la vida cristiana. Cada volumen está en especial a $5.99. La serie seguirá añadiendo volúmenes en el transcurso del año, pero los que están disponibles en la actualidad son los siguientes: