domingo, 27 de julio de 2014

Tesalonicenses de impacto

En poco tiempo, los tesalonicenses lograron ser de impacto y ejemplo en muchos otros lugares. El apóstol Pablo les escribió reportándoles la manera como ellos habían llegado a afectar las vidas de otras iglesias por la forma en que enfrentaron sus tribulaciones.
“Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo, de tal manera que habéis sido ejemplo a todos los de Macedonia y de Acaya que han creído” (1 Tes. 1:6-7).
Los tesalonicenses pudieron afectar la vida de personas que se hallaban muy al sur (como los de Acaya), y otros al norte (macedonios). Tenemos que recordar que la comunicación en aquellos días era muy distinta a la que estamos acostumbrados hoy día. Estos hermanos lograron, sin líneas telefónicas ni celulares, sin internet ni Facebook, impactar a otros que se hallaban a cientos de kilómetros. Sabemos que el hecho de ser una ciudad costera les ayudó; pero eso nos indica al menos que supieron utilizar sus oportunidades.
¿Y nosotros? ¿Estamos utilizando las muchas herramientas y facilidades con las que contamos en nuestra generación? Ellos pudieron hacerlo; con la ayuda de Dios, nosotros también. Seamos parte del impacto, así como ellos lo fueron.

miércoles, 23 de julio de 2014

Esaú: una advertencia contra el vivir para el presente


por Roger Ellsworth*

Génesis 25:29-34

Una de las características de nuestra era es la gratificación instantánea, esto es, vivir para el presente. Tenemos en Esaú un ejemplo perfecto de este tipo de mentalidad. Esaú vendió su primogenitura a su hermano Jacob con el fin de satisfacer su hambre.

La primogenitura
Si hemos de entender la acción de Esaú, necesitamos comenzar con la primogenitura. El primer varón en nacer tenía una posición de prominencia especial en la mayoría de las culturas de aquellos días. No sólo era el más próximo a sus padres en cuanto a honor y autoridad, sino que también se le reconocía la continuación legal de la línea familiar. Además, recibía una doble porción de la herencia de su padre. Por ejemplo, si un hombre tenía dos hijos, su patrimonio era dividido en tres partes, y el hijo mayor recibía dos de ellas. Si había tres hijos, el patrimonio era dividido en cuatro partes, de las cuales el hijo mayor recibía dos.
Aunque la primogenitura concedían honra y privilegios especiales en todas las naciones de la época, debía tener mayor significado para Esaú y Jacob. Dios había hecho un pacto especial con su abuelo Abraham (Gén. 12:1-3). Ese pacto no sólo incluía la promesa de que la tierra de Canaán le pertenecería a los descendientes de Abraham; también contenía la promesa de que un Redentor, el Mesías mismo, vendría de la simiente de Abraham. Estas promesas eran parte integral de la primogenitura.
Había entonces dos aspectos en cuanto a la primogenitura, uno físico y uno espiritual, y estos aspectos lo convertían en un privilegio muy glorioso y bienaventurado. Ni Jacob ni Esaú valoraban justamente la primogenitura. A juzgar por el interés que posteriormente manifestó por la prosperidad material, probablemente estemos en lo cierto si decimos que el interés de Jacob en la primogenitura estaba más motivado por el aspecto material de poseer la tierra de Canaán que por el aspecto espiritual. Desde luego, Jacob llegó a apreciar el aspecto espiritual, pero eso sucedió años más tarde.

El baratillo
Si Jacob valoraba un aspecto de la primogenitura, es obvio que Esaú no apreciaba ninguno, y esto nos lleva a considerar el baratillo que llevó a cabo.
Esaú y Jacob eran tan diferentes como puede ser posible entre dos hombres. Esaú era un hombre de exteriores, de hacer sus actividades al aire libre. Si estuviera vivo hoy, estaría participando en deportes, hablando acerca de deportes o viendo deportes en el televisor, y tendría a las mujeres desmayándose por él. Jacob, por el otro lado, era un hombre sencillo y tranquilo que detestaba el esfuerzo físico y que se apoyaba en su sagacidad para sacar ventaja.
El día en que sucedieron los hechos narrados en este pasaje, las personalidades tanto de Esaú como de Jacob salen a relucir poderosamente. Esaú había estado cazando, mientras que Jacob estaba en casa preparando un guiso. Con su habilidad astuta para concebir las cosas, planificar por adelantado y discernir cómo los demás reaccionarían ante una situación dada, es completamente probable que Jacob hubiera planeado esta ocasión. Él sabía que Esaú era un hombre impulsivo que realmente no valoraba su primogenitura, y que regresaría de cazar con tanta hambre que haría cualquier cosa por comida. Jacob se preparó para asegurarse de tener un guiso sustancioso hecho a la perfección y esperando por Esaú.
Cuando Esaú entró a la escena fue inmediatamente obvio a Jacob de que había planificado las cosas bien. En efecto, Esaú estaba hambriento y no perdió tiempo en exigir algo del guiso; y Jacob, por su parte, no perdió tiempo en ofrecer a Esaú el trato que había concebido: el guiso a cambio de la primogenitura. Esaú estuvo de acuerdo tan rápido como un rayo, comió el guiso y se fue.

El significado del baratillo
En sí mismo el trato no tenía ninguna validez en cuanto a la posesión eventual de la primogenitura. Encontramos más adelante que Isaac todavía estaba planeando dar la bendición del primogénito a Esaú, y eso requirió que Jacob y su madre tuvieran que hacer más maniobras de astucia. Pero el trato que Jacob y Esaú hicieron reflejó con certeza las prioridades y el carácter de ambos hombres. Reveló la actitud engañosa de Jacob—un rasgo que Dios trató dura y largamente con él— y reveló un defecto trágico y terrible en Esaú.
¿Cuál era el defecto de Esaú? ¿Por qué trató con tanta ligereza algo de un valor tan significativo? La respuesta está en que era un hombre que vivía para el momento. Para él, la primogenitura era algo distante e indefinido, algo que podía no materializarse nunca. Por el otro lado, en ese momento su hambre era real y urgente. Dijo: “He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?” (Gén. 25:32).
Desde luego, esto fue una exageración monstruosa. Esaú no estaba en peligro inminente de inanición, como sus palabras implicaban. Un hombre que pudo regresar a su campamento trayendo la caza obtenida con él, tenía ciertamente fuerzas suficientes para esperar que una comida sea preparada. Pero el punto es que Esaú sintió en ese momento particular que estaba desesperado por comida, y ese sentimiento era todo lo que le importaba. El predicador escocés Hugh Black dice acerca de Esaú: “Él siente que se va a morir, como están seguros los hombres que son como él cuando no obtienen lo que desean y están dominados por esa pasión.” ¡La pasión del momento es todo lo que cuenta! La gratificación instantánea—ésa era la mentalidad de Esaú.
No hay escasez de aplicaciones en cuanto a este punto. Los jóvenes sienten pasión sexual y permiten que el sentimiento del momento les haga hacer caso omiso a la terrible enfermedad del SIDA que puede brotar en ellos unos pocos años más tarde, para no mencionar la culpa y la pérdida del respeto personal que a menudo llega sólo momentos después. El hombre de negocios ve la oportunidad de avance si tan sólo participa de un trato algo tramposo, y permite así que el deseo del momento, el deseo de ser exitoso y de tener seguridad financiera le impida ver la posibilidad de ser procesado por fraude. La joven pareja de recién casados encuentran que el deseo tras algunas cosas es tan atractivo que se tiran de cabeza en deudas y de manera temeraria restan importancia a la bancarrota que les aguarda al final del camino. El estudiante universitario inserta la aguja en su brazo porque no puede decir que no a las intensas ansias del momento, sacando completamente de su mente la ruina que se avecina sobre su salud y bienestar.
No estoy sugiriendo que las consecuencias inmediatas del pecado son la única razón para evitarlo. El pecado está mal aun cuando no haya consecuencias inmediatas envueltas. Pero restar importancia a las consecuencias del pecado es un indicativo de que la actitud de Esaú todavía está bien activa. En gran medida, la habilidad de vivir feliz y exitosamente está unido al hecho de mantener firmes en la mente las consecuencias futuras de las decisiones del presente. Pero esta generación la está pasando mal en cuanto a esto y frecuentemente cae en la trampa del “defecto de Esaú”— viviendo para el momento y esperando que el futuro se cuide solo.

La manifestación más trágica del “defecto de Esaú”
Como se puede observar fácilmente en los ejemplos que he citado, esta trampa nos puede atrapar en una gran variedad de maneras, pero la más trágica de todas es cuando negociamos nuestras almas eternas por la gratificación del momento.
El evangelio de Jesucristo se parece mucho a la primogenitura que Esaú desperdició. Nos ofrece beneficios que no se ven, intangibles, distantes, indefinidos. Nos dice que si nos postramos ante Jesucristo como nuestro Señor y Salvador recibiremos el perdón de Dios por nuestros pecados, el Espíritu Santo de Dios morará en nosotros para guiarnos y llevarnos a la madurez en las cosas de Dios, y al término de esta vida, nos introducirá a la presencia de Dios y a las glorias celestiales. Pero el perdón de los pecados no es algo que se puede ver ni tocar. Tampoco la morada del Espíritu Santo. El cielo está en algún lugar allá afuera, pero en lo que concierne a muchos, en el mejor de los casos es una realidad distante. Esa es la mentalidad de Esaú en operación, y cuando llega el evangelio con sus gloriosas ofertas, la forma de pensar de Esaú busca la manera de establecerse y tomar control. Millones lo han hecho, y millones están haciendo con el evangelio de la misma manera que hizo Esaú con la primogenitura. Han dado sus espaldas y se han alejado del mismo para poder así comer alguna exquisitez que el mundo tiene que ofrecer y que sólo puede satisfacer transitoriamente.
Si eres uno de esos que está a punto de vender su alma a causa de alguna gratificación momentánea, te urjo a sopesar la pregunta que Jesús hizo al respecto: “Porque, ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:26).
Mira todo lo que el mundo tiene que ofrecer y luego mira la vasta infinitud de la eternidad que pasarás en el cielo o en el infierno. ¿Estás listo para cambiar el bienestar eterno de tu alma en el cielo por algo que únicamente te dará una gratificación temporal? Eso es exactamente lo que haces cuando cierras tus oídos al evangelio y te apartas de él.
El autor de Hebreos nos dice que Esaú llegó a lamentar la decisión que tomó, lo único que ya era demasiado tarde para hacer nada al respecto. Nos dice: “Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas” (Heb. 12:17).
Espero que no repetirás el trágico error de Esaú, sino que comprenderás cuán inestimablemente precioso es el evangelio y lo abrazarás antes de que sea demasiado tarde. No permitas que las pasiones y apetitos del momento te cieguen a las realidades eternas. Esas realidades pueden parecer tenues y distantes ahora, pero se harán reales y presentes mucho más rápido de lo que imaginas.



* Traducido al español y publicado en EL SONIDO DE LA VERDAD con el permiso del autor. El contenido es un capítulo de su libro “How to Live in a Dangerous World.”

La cita edificante de hoy

http://archive.constantcontact.com/fs150/1102605881122/archive/1118004354598.html

domingo, 20 de julio de 2014

La envidia siempre gana

por Tim Challies*

He escrito antes acerca de la envidia y me he referido a ella como “el pecado perdido.” La envidia es un pecado al que soy propenso, aunque siento que es uno de esos pecados contra los que he luchado arduamente, y al hacerlo, he experimentado mucha gracia de parte de Dios. Su prevalencia en mi vida no es ni cerca lo que una vez fue. No obstante, recientemente sentí que amenazaba con levantar su repugnante cabeza de nuevo y pasé algo de tiempo reflexionando en ello. He aquí tres breves observaciones con respecto a la envidia.

La envidia es competitiva

Soy una persona competitiva y creo que es esa vena competitiva la que permite que la envidia haga sentir su presencia en mi vida. La envidia es un pecado que me hace sentir resentimiento, ira o tristeza por el hecho de que otra persona tiene algo u otra persona es algo que quiero para mí mismo. La envidia me apercibe de que otra persona tiene alguna ventaja, alguna cosa, que quiero para mí. Y todavía hay más: La envidia me hace querer que la otra persona no lo tenga. Esto significa que hay al menos tres componentes de maldad en la envidia: el profundo descontento que surge cuando veo que otra persona tiene lo que quiero; el deseo de tenerlo para mí; y el deseo de que le sea quitado a la otra persona.
¿Lo ves? La envidia siempre compite. Exige que siempre haya un ganador y un perdedor. La envidia casi siempre sugiere que yo, la persona envidiosa, soy el perdedor.

La envidia siempre gana

La envidia siempre gana, y si la envidia siempre gana, yo pierdo. He aquí el problema de la envidia: Si obtengo lo que deseo, pierdo, porque lo único que generará será orgullo e idolatría dentro de mí. Ganaré la competencia que yo mismo creé y me enorgulleceré de mí mismo. La envidia promete que si tan sólo pudiera conseguir lo que quiero, estaré finalmente satisfecho, estaré contento. Pero es una mentira. Si lo obtengo lo único que haré será crecer en orgullo. Pierdo. Por el otro lado, si no consigo lo que quiero, si pierdo la competencia, soy propenso a hundirme en la depresión o en la desesperación. La envidia promete que si no obtengo lo que deseo, no vale la pena vivir mi vida porque soy un fracaso. Una vez más, pierdo.
En ambos casos, yo pierdo y la envidia gana. La envidia siempre gana, a menos que yo haga que ese pecado muera.

La envidia divide

La envidia divide a personas que deberían ser aliadas. La envidia separa a personas que deberían ser capaces de trabajar bien unidas. Es un pecado astuto en el sentido de que me hará compararme con personas que en gran medida son como yo, no con personas diferentes a mí. Difícilmente envidie a una superestrella del deporte o a un músico famoso, porque la distancia entre ellos y yo es demasiado grande. En lugar de ello, me será más fácil envidiar al pastor que está una calle más abajo de la mía y que tiene una congregación más grande o un edificio mejor; me será más fácil envidiar al escritor cuyos libros o blog son más populares que los míos. En lugar de poder laborar junto a estas personas basado en intereses y deseos similares, la envidia me apartará de ellos. La envidia les convertirá en mis competidores y en mis enemigos, en lugar de hacerles mis aliados y colaboradores.
¿Cuál es la cura para la envidia? No lo puedo decir mejor que Spurgeon: “La cura para la envidia se encuentra en vivir bajo un continuo sentido de la presencia divina, adorando a Dios y teniendo comunión con Él todo el día, sin importar lo largo que parezca el día. La verdadera religión levanta el alma a un región superior, donde el juicio y la razón se hacen más claros, y donde los deseos son más elevados. Mientras más haya del cielo en nuestras vidas, menos de la tierra codiciaremos. El temor de Dios echa fuera la envidia de los hombres.”

* Este artículo apareció originalmente en el blog de Tim Challies y ha sido traducido y reproducido aquí con el debido permiso del autor. Traducción: Salvador Gómez Dickson.

miércoles, 2 de julio de 2014

Herramientas para el estudio del griego del NT — Complete Vocabulary Guide

Aprender las palabras de un idioma es clave para su uso y mejor dominio. En el estudio del griego del Nuevo Testamento no es diferente. Mientras más palabras conozcamos, mejor desenvolvimiento tendremos y mejor aprovecharemos el tiempo que dedicamos al estudio de las Escrituras. El libro COMPLETE VOCABULARY GUIDE TO THE GREEK NEW TESTAMENT, de Warren C. Trenchard, es una herramienta valiosísima para esos fines.
http://www.wtsbooks.com/complete-vocabulary-guide-to-the-greek-new-testament-warren-trenchard-9780310226956?utm_source=sgomez&utm_medium=blogpartners
El libro está organizado en tres partes. La primera parte está estructurada en base a las familias de las palabras. Presenta los términos más comunes de cuyas raíces se forman muchas otras palabras. Hay algunas que se forman con sólo añadir un prefijo, intensificando de alguna manera el significado del término. El vocablo logos significa palabra, pero si añadimos el prefijo eu, entonces se convierte en una eulogia o buena palabra o discurso. Otras palabras se forman con la adición de sufijos que pueden indicar comparación, cualidad, capacidad, vocación, etc.
La segunda parte del libro organiza las palabras en base a la frecuencia con que aparecen en el NT. Eso sirve de gran ayuda, pues de esta manera el estudiante se puede concentrar en los términos de mayor aparición en las Escrituras, logrando dominar cada vez más el contenido total de las palabras que aparecen en todo el NT.
La tercera parte provee una lista de las partes principales de todos los verbos usados en el NT. Hay formas y tiempos verbales que no aparecen en los libros bíblicos, y no aparecen por tanto en esta lista. De esta forma el estudiante sólo se concentrará en aprender aquellas formas verbales que sí se encuentran en el texto bíblico.
Recomendamos este libro como una herramienta excelente para los estudiantes novatos y experimentados del griego del Nuevo Testamento.