miércoles, 28 de diciembre de 2011

COMBATIENDO CONTRA EL ENEMIGO INVISIBLE — II


Por Jerry Bridges

ENTENDIENDO A NUESTRO ENEMIGO
En Efesios 6:12, Pablo dice que nuestra lucha no es “contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Nuestra guerra es contra el diablo y todos sus ángeles malignos. Son a esas fuerzas espirituales a las que Pablo se refiere en este pasaje.
El Nuevo Testamento nos habla de cuatro hechos acerca del diablo que necesitamos conocer para combatirle. Primero, él es el príncipe, con ángeles malignos a su servicio, de un reino en el que están atrapados todos los incrédulos. Cuando Pablo escribió a los creyentes efesios que estaban antiguamente muertos en sus pecados, estaba diciendo lo mismo de nosotros. Solíamos vivir en nuestros pecados cuando seguíamos “la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Ef.2:1-2). Todos solíamos seguir al diablo porque todos estábamos en su reino, bajo su dominio. Cuando Jesús comisionó a Pablo, le envió a convertir a los gentiles, a los inconversos, “de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios” (Hch.26:18).
Satanás no solamente mantiene al incrédulo bajo su reino, sino que también enceguece las mentes de ellos para que no puedan ver la luz del evangelio (2 Cor.4:4). Es por eso que dar testimonio a menudo parece como echar agua en el lomo de un pato. Nuestras palabras le pasan como si fueran otro idioma; es simplemente que el incrédulo no puede entender.
Cuando testificamos, estamos lanzando un ataque al reino de Satanás. No podemos ganar este ataque con nuestro poder, porque esa persona está bajo el dominio de Satanás, y está cegado por él. Jesús dijo que nosotros no podemos entrar en la casa del hombre fuerte y llevarnos sus posesiones si primero no se le ata (Mt.12:29). El hombre fuerte es el diablo, y le atamos por medio de la oración. Es por eso que debemos ir a la batalla en oración antes de acercarnos al inconverso en el evangelismo. '
El tercer hecho que nos enseña la Biblia acerca de Satanás es que el guerrea contra los creyentes, aún después de haber sido liberados de su dominio y trasladados al reino de Dios. Primera de Pedro 5:8 dice que merodea como león rugiente buscando a quien devorar. El león rugiente simboliza la fiereza de Satanás.
Pero cuando nos ataca con el fin de arruinarnos, se disfraza como un ángel de luz (2 Cor.11:14). En la Escritura la luz puede referirse tanto a la verdad como a la pureza moral. Cuando Pablo dice que Satanás se disfraza como un ángel de luz, quiere decir que intenta convencernos de que su falsa enseñanza es la verdad. Cuando tentó a Jesús en el desierto, diciendo: “Échate abajo; porque escrito está: te sostendrá”, él tergiversó la verdad.
Segunda a Timoteo 2:22-26 nos enseña que el disfraz del diablo puede ser tan engañoso que toma a creyentes cautivos para hacer su voluntad. Esto no es posesión demoniaca, sino una desviación de nuestra mente hacia las falsas enseñanzas, temas sin importancia o periféricos, tentaciones, desalientos y dudas acerca de la verdad de la Palabra de Dios.
Recuerdo vívidamente un evento que me ocurrió mientras pasaba por una intensa batalla espiritual. Estaba contemplando una promesa particular de la Escritura, cuando Satanás plantó este pensamiento en mi mente: “Eso no es cierto, ¿no lo es?” Estaba tan claro en mi mente como si él me hubiera hablado con una voz. Estaba buscando hacerme cautivo para hacer su voluntad atacando mi mente con falsa enseñanza.
Estamos en guerra con un enemigo que tiene miles de años de experiencia. Satanás atacó a Eva en el Huerto de Edén, y desde entonces ha estado atacando al pueblo de Dios. Conoce su estrategia, y no queda corto en su logística.
Pero la Escritura nos presenta una cuarta cosa (y la más importante) acerca de Satanás: es un enemigo derrotado. Colosenses 2:15 nos dice que Jesucristo desarmó a los principados y las potestades, y “los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” Esta es la razón por la que Santiago nos puede decir: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Sant.4:7). Satanás perdió la gran guerra. Ahora está involucrado en una guerra de guerrillas contra nosotros, y. podemos derrotarle en esta lucha diaria.

USANDO LAS ARMAS ADECUADAS
En 2 Cor.10:3-5, Pablo nos da una clave sobre el tipo de armas que necesitamos para batallar contra Satán:
“Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.”
La guerra en la que estamos metidos es por las mentes y las almas de las personas. Nuestras armas no son físicas, ni son de lógica o astucia humana. Son divinas.
Cuando estás en la batalla y el objetivo es la mente de una persona, ¿qué vas a utilizar? La verdad. Satanás se disfraza como un ángel de verdad, pero le combatimos con la verdadera verdad — la Palabra de Dios. Pablo nos dice en Efesios 6 que nos pongamos toda la armadura de Dios, para que podamos permanecer firmes centra las asechanzas del diablo. La lista de la armadura es primariamente defensiva: yelmo, coraza, cinto, calzados, escudo y así sucesivamente.
En el versículo 17, sin embargo, Pablo expresa: “Tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.” Hay dos palabras griegas que son traducidas “la Palabra de Dios”. Una de ellas es logos, que se refiere a la Escritura en general. La otra es una palabra que enfoca un pasaje específico de la Escritura. En este versículo, Pablo se refiere a la Palabra específica de Dios — textos individuales de la Biblia que son traídos para sobrellevar batallas individuales. Así como Jesús respondió a Satanás con pasajes específicos de la Escritura del Antiguo Testamento cuando fue tentado en el desierto, del mismo modo debemos pelear contra Satanás con textos específicos de la Escritura que se apliquen a la situación enfrentada.
Nuestra primera arma al batallar contra nuestro enemigo es la palabra de verdad. En el v.18 de Efesios 6, Pablo ofrece nuestra segunda: “Y orad en el Espíritu.” La segunda arma es la oración. Ya sea que estemos evangelizando al perdido, discipulando creyentes o tratando de restaurar a un hermano o hermana caída, las armas son siempre las mismas: la palabra de verdad acompañada por la oración en el Espíritu. Necesitamos que el Espíritu de Dios abra nuestras mentes y nos libere de la cautividad de Satanás.
La batalla por las almas de los hombres y las mujeres no se gana en la evangelización o en la reunión de discipulado, sino en la oración, antes de introducirnos en tales situaciones. Nuestras acciones son, desde luego, necesarias, pero fútil es pelear sin preparar el terreno con oración contra el diablo.
[Continuará en una tercera y última parte...]
 
Este artículo apareció originalmente en la revista DISCIPLESHIP, y fue publicado con permiso por FUNDAMENTOS.
© Salvador Gómez Dickson, para la edición española.

jueves, 22 de diciembre de 2011

COMBATIENDO CONTRA EL ENEMIGO INVISIBLE — I


por Jerry Bridges

Hay un capítulo en la historia de la nación de Israel que creo ilustra gráficamente el modo en el que nosotros los cristianos tendemos a operar.

2 Reyes 3 registra el relato de Joram, el rey de Israel, cuando éste salió a la batalla contra el rey de Moab. Joram no buscó ni la ayuda ni la guía de Dios para el combate; simplemente tomó la decisión y luego obtuvo la alianza de su antiguo compatriota, Josafat (rey de Judá). Josafat tampoco oró. Después de unirse al rey de Edom, descendieron a la batalla.

En el v. 9 encontramos que enfrentaron un problema con las provisiones: se quedaron sin agua en  medio del desierto. De repente querían la ayuda de Dios, y sólo entonces comenzaron a orar (su método de oración era buscar al profeta). Su necesidad era el foco de su oración.

El agua para sus hombres y bestias era un detalle muy importante para estos reyes. Pero ellos no estaban en el desierto para beber agua: iban a librar una batalla. Note cómo Dios respondió cuando habló por medio del profeta Eliseo: “No veréis viento, ni veréis lluvia; pero este valle será lleno de agua, y beberéis vosotros, y vuestras bestias y vuestros ganados. Y esto es cosa ligera en los ojos de Jehová; entregará también a los moabitas en vuestras manos” (vv. 17-18). Dios no había olvidado el objetivo: ganar la batalla sobre los moabitas. Los reyes, sin embargo, habían perdido la visión de porqué estaban allí, ya que estaban preocupados con su necesidad inmediata.

EL VERDADERO CAMPO DE BATALLA

Como cristianos, nuestras vidas de oración tienden a morar en el reino de la escasez de agua. Raras veces obramos en el reino de la verdadera batalla espiritual. Asista a una reunión promedio de oración y le garantizo que el 75 porciento de las peticiones de oración serán necesidades: por ejemplo, el cuello de Jim necesita ser sanado, y espero que estemos orando por ello. Pero nunca parecemos entrar en la batalla. Como le dije a mi clase de escuela dominical: “La única manera por la que puedes lograr que oren por ti en nuestra iglesia es estando en un hospital o sin trabajo.”

Cierto año durante la temporada de Acción de Gracias, viajé al sur de California para hablar en una conferencia de misiones. Mi meta era estimular en medio de estudiantes y personal militar joven el reclutamiento de obreros para la mies. Sin embargo, cuando llegué al aeropuerto de Los Angeles, nadie había ido a recibirme.

Después de deambular por la puerta y por la zona de reclamo de equipajes por unos 45 minutos, llamé al lugar de la conferencia. Nadie respondía. Pensé “bueno, llamaré a mi secretaria—ella sabe encargarse de estas situaciones. Pero cuando llamé por larga distancia a Colorado Springs, ¡nadie contestó tampoco! Entonces recordé que era el viernes después de Acción de Gracias, y que la oficina estaba cerrada. Allí me encontraba yo, atrapado.
Fue entonces que decidí orar: “Señor, si alguien está en el aeropuerto buscándome, ayúdale a encontrarme.” Sin tener mucha fe en que mi oración sería contestada, vi una puerta de salida para tomar un autobús hacia Pasadena. Y saliendo, corrí hacia un rostro familiar entrando. Me estaba buscando.

Esa fue una de las respuestas a la oración más rápidas que jamás haya experimentado. Luego, sin embargo, me pregunté lo siguiente: “¿Oré tan fervientemente por la misión real para la que fui enviado al sur de California, como lo hice para que alguien me encontrara en el aeropuerto?” En ese aeropuerto estaba como Joram y Josafat, varado en el desierto sin agua. Pero la verdadera razón por la cual yo estaba allí, no era para ser recogido en el aeropuerto, sino para formar parte de la labor de reclutar obreros para la mies. Jesús nos dijo que oráramos para que el Señor de la mies envíe obreros. Esa era la verdadera batalla.

Hay tres términos militares que siento ilustran los diferentes tipos de oración: estrategia, táctica y logística. La Estrategia se refiere al objetivo final—derrotar al enemigo—y al plan general o estrategia para ponerlo bajo sumisión. La Táctica significa las batallas específicas necesarias para lograr el objetivo final. La Logística es simplemente suplir las necesidades físicas del ejército que pelea la batalla.

Creo que el 75 o el 80 porciento de nuestras oraciones son para asuntos de la  logística. Para agua en el desierto. Para que alguien nos encuentre en el aeropuerto. Para el enfermo que está en el hospital. Para el que ha perdido su trabajo. Todas estas cosas son importantes y debemos orar por ellas. Pero es por ese tipo de cosas por las que casi exclusivamente oramos.
Diría que de un 15 a un 20 porciento de nuestros esfuerzos de oración son para la táctica, se relacionan con los enfrentamientos específicos con el enemigo—los resultados espirituales de la conferencia en la que iba a hablar, por ejemplo. Pero esa conferencia era sólo una operación específica; el objetivo final era levantar obreros.

Muy poco de nuestros esfuerzos de oración son estrategia o se concentran en nuestro objetivo final—la batalla en la que Dios está realmente interesado. Debemos recordar que cuando oramos, estamos entrando en una batalla espiritual. Estamos librando una batalla con un enemigo derrotado, pero todavía poderoso: Satanás, nuestro enemigo invisible.

Hay cuatro aspectos primarios en este tipo de guerra que son cruciales para nuestro éxito: primero, el entendimiento de nuestro enemigo; segundo, la identificación y aprendizaje del uso de las armas con las cuales pelear contra él; tercero, el entendimiento de la naturaleza de nuestra lucha con él; y cuarto, el enfoque en el objetivo correcto en nuestros intentos de derrotarlo.

[Continuará…..]

Este artículo apareció originalmente en la revista DISCIPLESHIP, y fue publicado con permiso por FUNDAMENTOS.
© Salvador Gómez Dickson, para la edición española.

sábado, 17 de diciembre de 2011

miércoles, 14 de diciembre de 2011

PALABRAS CORROMPIDAS


Bosquejo de un sermón por Jonathan Edwards

“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Efesios 4:29).

El texto contiene una exhortación referente a nuestro hablar los unos con los otros, la cual consiste de dos partes:

1. Una declaración en la que nos advierte de algo: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca.” En esta declaración podemos observar dos cosas: (1) Lo que debemos evitar (las palabras corrompidas) y la manera de evitarlo (impidiendo que salgan de nuestra boca). Debemos evitar a toda costa que nuestras conciencias nos digan ser culpables de este mal.

2. Un estímulo al uso edificante de nuestros labios: “Sino la que sea buena para la necesaria edificación de los oyentes.” Este estímulo va acompañado del gran beneficio que tal hablar produce: “a fin de dar gracia a los oyentes.” este beneficio es mayor que cualquier bien temporal que podamos compartir.

ENSEÑANZA DEL PASAJE: Cuando se reúnen, aquellos que profesan ser cristianos deben evitar toda palabra corrompida y practicar el tipo de conversación que promueva el bien de las almas de los demás.

A.    EL HABLAR CORROMPIDO

1. Los cristianos deben evitar toda conversación profana, todo hablar ligero con respecto a las cosas sagradas. No temas el ser llamado escrupuloso.

2. Los cristianos deben evitar toda conversación inmunda o lasciva. Son cosas que la modestia nos prohíbe. Hay muchos que se enorgullecen en romper las reglas de la modestia, y lo hacen para hacer alarde de su atrevimiento. El verdadero cristiano aborrece semejante actitud, como la luz aborrece las tinieblas (Ef. 5:3; Rom. 13:13; Col. 3:5-8; 4:6). La Escritura nos exhorta a la pureza de boca y corazón.

3. Otro tipo de hablar corrompido que los cristianos deben evitar es reunirse entre sí para hablar de otros. Muchos se divierten con las faltas y manchas de los demás, llegando incluso a falsear la verdad para ridiculizar aun más al otro. Esa práctica no corresponde a cristianos (Sal. 15:1, 3; 101:5; Ef. 4:31; 1 Pedro 2:2; Sant. 4:11).

4. Otro tipo de conversación que podemos tildar de corrompido es
aquella que se lleva a cabo en la ocasión equivocada. Temas que
pueden ser inocentes en otros momentos, podrían ser inapropiados en
el día del Señor. También hay conversaciones que se llevan a cabo
inmediatamente después de un tiempo de oración y lectura que no se
corresponden con lo que se acaba de hacer, y que podrían revelar
alegría de que la actividad se haya terminado.

B.    EL HABLAR EDIFICANTE

Este es el hablar que promueve el bien del alma de los demás.

1.     Se refiere a la conversación inocente y virtuosa, que está conforme a la Palabra de Dios (Sal. 141:3; 39:1). Los cristianos deben utilizar sus lenguas para la gloria de Dios y evitar todo lo que sugiera profanidad, palabras necias, murmuración; cultivando la pureza en sus conversaciones.

2.     Deben acostumbrarse a hablar de tal manera que promuevan la instrucción y el crecimiento en el conocimiento de las cosas de Dios. Las doctrinas y los principios de la religión deben ser temas de su conversación. Deben hablar de la Palabra de Dios y de las cosas contenidas en las Escrituras, ayudándose unos a otros a entender su significado. Deben hablar de lo que escuchan en la predicación de la Palabra. Deben hablar igualmente de las obras y de los atributos de Dios, de su poder y sabiduría en la creación, en la providencia y en la redención (Sal. 105:2; 145:10-12).

3.     Cuando se reúnan, deben acostumbrarse a hablar de aquellas cosas que tiendan a despertar y avivar las almas del descuido, el desinterés y de la indiferencia; a hablar lo que genere en los demás un profundo sentido de la importancia infinita de las cosas de la religión. Deben hablar mucho de la vanidad de las cosas de este mundo, de la brevedad e incertidumbre de la vida, del juicio, del cielo y del infierno. En fin, hablar mucho de la eternidad.

4.     Deben hablar mucho de aquellas cosas que sirvan de advertencia a los demás; hablar del peligro de las prácticas pecaminosas y de la corrupción del corazón y su disposición a caer en tentación. Hablar de la gran necesidad que tenemos de la asistencia divina para tener victoria.

5.     Deben hablar mucho de aquellas cosas que tengan la tendencia a levantar afectos de calidez y amor en las almas de los demás. En ese sentido, cuando se reúnan deben hablar mucho de Jesucristo, de su excelencia y de la maravillosa gracia de que Dios le haya entregado a morir por pecadores. Deben hablar mucho de los grandes beneficios y las grandes bendiciones del evangelio que son concedidos a los santos. Deben hablar mucho de la felicidad y gloria de los santos en el cielo.

6.     Deben hablar mucho de aquellas cosas que tiendan a estimularnos los unos a los otros en el cumplimiento de nuestros deberes.

APLICACIÓN

1.     Considera que el bien de tu alma es de importancia infinita.
2.     El poder hablar es una de las grandes cualidades por las cuales Dios nos diferencia de los animales, por tanto, es razonable que lo hagas de la mejor manera.
3.     Haciendo así podrás promover tu propio bien y el bien de los demás. Será un tipo de conversación agradable y placentera porque es edificante.
4.     Este es el camino para mantener una buena conciencia.
5.     De seguir este consejo, tus compañeros no te indispondrán en contra del deber de la oración secreta.
6.     Te encontrarás entonces en el camino de la bendición de Dios (Mal. 3:16-17).
7.     No te arrepentirás ni lamentarás de lo que hayas hablado.
8.     Este es el camino para no sembrar en la juventud las calamidades y los dolores de toda la vida (Job 13:26).

Acostúmbrate a salir con Cristo dondequiera que vayas; deja que ocupe en lugar en vuestras reuniones. ¿No es eso un honor, que una Persona tan gloriosa nos haga compañía?

Evita la compañía de aquellos que usan un hablar corrompido y que no prestan atención a estas advertencias. Busca la compañía de las conversaciones edificantes. Cuídate mucho en esto, velando con gran precaución.

© Traducido y adaptado por Salvador Gómez Dickson

lunes, 28 de noviembre de 2011

Perdimos el derecho de ofendernos


“La persona que viva por gracia ve este enorme contraste entre sus pecados contra Dios y las ofensas de los demás contra ella. Perdona a los demás porque ella misma ha sido misericordiosamente perdonada, y se da cuenta de que, al recibir el perdón de Dios por medio de Jesucristo, ha perdido el derecho de ofenderse cuando los demás le hacen algún daño” (Jerry Bridges, Gracia Transformadora, p.44).

martes, 15 de noviembre de 2011

Website para ayudarnos a orar

Fue un placer encontrar esta página en la que el libro de Matthew Henry como guía para la oración (METHOD OF PRAYER) es usado para estimularnos y encaminarnos en nuestras vidas de oración.



lunes, 7 de noviembre de 2011

La caída de Satanás


por Jim Cromarty

[Leer Isaías 14:12-15]

 “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12:9).

Cuando comenzamos a leer nuestras Biblias, se nos dice que ‘En el principio creó Dios los cielos y la tierra’ (Génesis 1:1). No se nos habla de la creación de los ángeles. No obstante, el apóstol Pablo hace referencia a la creación de los ángeles por Dios por medio de Cristo: Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él’ (Colosenses 1:16).

Los ángeles invisibles son muy diferentes a nosotros porque tenemos cuerpos físicos y ellos no. Leemos en las Escrituras de tiempos cuando los ángeles se aparecían en la tierra con cuerpos humanos (Génesis 18:1-8). También aprendemos que el número de los ángeles fue determinado por Dios, porque los ángeles ni se casan ni tienen hijos (Marcos 12:25). En el principio eran los siervos de Dios que obedecían sus mandamientos y le alababan.

La primera vez que un ángel es mencionado en las Escrituras es después de la caída de Adán en el pecado. Él y Eva fueron expulsados del huerto del Edén. Para asegurar que no regresaran, Dios ‘puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida’ (Génesis 3:24).

Uno de los ángeles gloriosos de Dios, Lucifer, se rebeló en contra suya en el cielo. Su pecado fue el orgullo. Quiso sentarse en el trono de Dios en lugar de Dios. Parece probable que una tercera parte de los ángeles le siguieron en su rebelión (Apocalipsis 12:4).

Él tentó a Adán y a Eva exitosamente en el huerto del Edén. Se apareció en el cielo para acusar a Job de servir a Dios con el propósito de recibir muchas bendiciones (Job 1:9, 10). El versículo de hoy nos dice que finalmente Satanás y sus demonios fueron arrojados del cielo.

Antes de la muerte del Señor Jesús en la cruz, Satanás se apareció en el cielo para acusar a Dios de injusticia por permitir la entrada de los creyentes en el cielo cuando nadie había pagado el pecado por el pecado. Luego de la muerte de Cristo, los santos tienen todo el derecho de entrar al cielo y Satanás no pudo acusar más a Dios de ser injusto.

El escritor de Hebreos dijo que los ángeles buenos son ‘espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación’ (Hebreos 1:14). Leeremos en nuestras meditaciones acerca de la obra de los ángeles de Dios.

Hoy en día Satanás anda ‘como león rugiente buscando a quien devorar’ (1 Pedro 5:8). Siempre debemos mantenernos en guardia en contra del maligno.

AVERIGUA LOS HECHOS
  1. ¿Por qué fue Satanás arrojado del cielo? Ver Apocalipsis 12:10-12.
  2. ¿Cuántos “Yo [verbo en futuro]” aparecen en la lectura de hoy?
  3. ¿Cuál era el nombre celestial de Satanás?

PARA PENSAR Y ORAR: Cristo derrotó a Satanás. Agradece al Señor Jesús el que por medio de su muerte nos liberara del poder del pecado y de Satanás.

UN DICHO PARA RECORDAR: ¨Satanás promete lo mejor, pero paga con lo peor; promete honra y paga con desgracia; promete placer y paga con dolor; promete ganancia y paga con pérdida; promete vida y paga con muerte¨ (Thomas Brooks).