martes, 17 de agosto de 2010

¿Ausencia o presencia de Dios en el infierno?

Hablar del tema del infierno es algo que siempre debe ser hecho con gran sobriedad. El lenguaje bíblico tiene el propósito de reflexionar con seriedad las implicaciones del asunto. Una de las frases con que el apóstol Pablo describe la condición de los condenados en el infierno es la siguiente: “…Los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Tesalonicenses 1:9). Llamo la atención a la frase “excluidos de la presencia del Señor”.

¿Quiénes se perderán eternamente en semejante lugar? Aquellos que menospreciaron a Dios y a su Hijo Jesucristo; los que no depositaron su fe en el único Salvador. No obstante, el infierno no es el cumplimiento del deseo de los incrédulos. No es el cumplimiento del anhelo de estar lejos de Dios. Por lo menos no en el sentido en que ellos quisieran.

Una cosa es la presencia de bendición, la presencia especial de Dios, la manifestación del favor y de la gracia de Dios. Otra muy diferente es su presencia de ira e indignación. Dios es omnipresente. Nunca habrá un lugar en todo el universo en el que la presencia de Dios no se encuentre. En ese mismo instancia tal lugar dejaría de ser.

En este sentido, las palabras de R. C. Sproul que fueron citadas en el blog de Justin Taylor, son iluminadoras:

“Es común decir que el infierno es la ausencia de Dios. Tales declaraciones están motivadas en gran medida por el terror de contemplar cómo es el infierno realmente. A menudo tratamos de suavizar el golpe y encontramos un eufemismo para bordear el asunto.

“Necesitamos darnos cuenta de que aquellos que están el infierno no desean nada más que la ausencia de Dios. No quisieron la presencia de Dios durante sus vidas terrenales, y ciertamente no lo quieren cerca cuando están en el infierno. Lo peor del infierno es la presencia de Dios allí.

“Cuando usamos las imágenes del Antiguo Testamento en un intento de entender el abandono de los perdidos, no estamos hablando de la idea de estar apartados de Dios o de la ausencia de Dios en el sentido de que cesa de ser omnipresente. Antes bien, es la manera de describir el retiro de Dios en términos de su bendición redentora. Es la ausencia de la luz de Su rostro. Es la presencia del ceño fruncido de Su rostro.

“Es la ausencia de la bendición de Su gloria revelada, la cual es el deleite de las almas de aquellos que le aman, pero es la presencia de las tinieblas del juicio.

“El infierno refleja la presencia de Dios en forma de juicio, en el ejercicio de Su ira, y de eso es que todos querrán escapar. Pienso que por esto es que nos confundimos. Hay un retiro de Dios en el sentido de las bendiciones de la cercanía radical de Dios. Sus beneficios pueden ser quitados de nosotros, y a eso es lo que este lenguaje llama nuestra atención.”

—R. C. Sproul, The Truth of the Cross (Orlando, FL: Reformation Trust, 2007), pp. 157-158.

lunes, 16 de agosto de 2010

Una bendición, no un derecho

La siguiente es una cita del libro LAS BUENAS NUEVAS QUE CASI OLVIDAMOS (The Good News We Almost Forgot) de Kevin DeYoung.

“La redención no es un derecho sino una bendición. No todos serán salvos. Aunque la caída de la humanidad fue universal, la salvación no lo es. Es únicamente por la fe que somos unidos a Cristo y participamos de todo lo que Su salvación logró” (Lord’s Day 7).

jueves, 5 de agosto de 2010

PUEDES TORCER LA RAMA PERO NO EL ÁRBOL

Por Charles Spurgeon

image Ni la escalera, ni el palo, ni la cuerda servirán para enderezar el árbol torcido. Ese trabajo debió haber sido iniciado mucho antes. Guía a los árboles mientras todavía son tiernos, y entrena a los jóvenes antes que la barba salga en sus barbillas. Si quieres que el ave trine, sílbale mientras todavía es joven; difícilmente aprenda la tonada después que ha aprendido las notas de las aves salvajes. Comienza a enseñar desde temprano, porque comienzan a pecar desde temprano. Atrápales mientras sean jóvenes y puedes esperar mantenerlos.

Lo que se aprende de joven se aprende de por vida. Lo que escuchamos de primero lo olvidamos de último. La ramita torcida crece hasta ser un árbol torcido. Cuando un mucho es rebelde, conquístalo, y hazlo bien la primera vez, para que no haya necesidad de hacerlo otra vez. La primera lección de un niño debe ser la obediencia. Después puedes enseñarle lo que quieras. Pero la mente joven no puede ser amarrarse demasiado apretada o puedes afectar su crecimiento e impedir su fortaleza.

Dicen que una niñera tonta puede levantar a un niño sabio, pero no lo creo así. Nadie necesita más sentido común que una madre. No funciona estar siempre impidiendo cosas; sin embargo, recuerda que dejas un niño a su voluntad y a un cachorro lo que se antoje, ambos sufrirán las consecuencias. Debemos hacer que la espalda del niño se doble, pero no debe ser quebrantada. Debe ser gobernado, pero no con vara de hierro. Su espíritu debe ser conquistado, pero no aplastado.

En ocasiones la naturaleza vence a la crianza, pero la mayoría de las veces el maestro tiene la victoria. Los niños son lo que son hechos. La pena es que muchos son arruinados en la crianza misma. Podemos mecer un niño demasiado duro. Podemos echarlos a perder por demasiados golpes o por demasiados besos. Conocí a dos niños que tuvieron una madre cristiana, pero ésta siempre les dejaba salirse con las suyas. El resultado fue que al crecer se dedicaron a la bebida y a las malas compañías, y pronto derrocharon la fortuna que su padre les había dejado. Nadie los controlaba ni ellos tenían control de sí mismos, de manera que tamborilearon por el camino ancho como hijos de carnicero con caballos desbocados, y no había forma de detenerles. El haber utilizado una vara o dos cuando todavía eran pequeños habría sido un uso provechoso de la madera.

Cierto es que un niño puede ser tratado con demasiada severidad; pueden ser encerrados por muchas horas en la escuela, cuando una buena corrida o juego le habría hecho mucho bien. Las vacas no dan más leche por ser ordeñadas más a menudo, ni los niños aprenden más por pasar largas horas en una habitación calurosa.

Se puede forzar a un muchacho a aprender hasta perder la mitad de su cabeza. Los frutos forzados tienen muy poco sabor. El que es un hombre a los 5 es un necio a los 15. Si preparas carne de ternera no tendrás carne de res. El aprendizaje puede ser tan largo que el pequeño zopenco siempre está atrasado.

Tiene que haber un balance en todo. Es un buen padre aquel que entiende esto, de tal modo que gobierna su familia con amor, y su familia ama ser gobernado por él. Algunos son como Elí, que dejó a sus hijos pecar y sólo les reprendió un poco. A la larga éstos vienen a ser padres crueles. Otros son demasiado estrictos, y convierten del hogar un lugar miserable, impulsando así a los jóvenes al camino incorrecto en el otro extremo. Las ropas demasiado apretadas son muy fáciles de romper, y las leyes rígidas son frecuentemente quebrantadas. Pero la ropa demasiado holgada también se rompe; donde no hay leyes las cosas salen mal. Es muy fácil errar en los extremos y muy difícil bailar con la cuerda corta de la sabiduría. Anótalo: aquel que tiene esposa y niños nunca estará libre de cargas que sobrellevar. Observa lo que obtenemos cuando nos casamos, no obstante muchos hay que no se detendrán.

En estos días los niños se salen mucho con las suyas y a menudo hacen de sus madres y padres sus esclavos. ¡A qué punto hemos llegado cuando los polluelos ansarinos enseñan a los gansos, y cuando los gatitos enseñan a los gatos. Es el trastorno de todo; ningún padre debe tolerar semejante cosa. Es tan malo para los muchachos como lo es para los adultos. Saca lo peor de cada quien. Preferiría antes ser un gato sobre ladrillos ardientes o una rana en tormentos, que dejar a mis hijos ser mis amos. No, la cabeza debe ser la cabeza o herirá a todo el cuerpo.

Traducción: Salvador Gómez Dickson © 2010