jueves, 24 de diciembre de 2009

¿Es tu ojo bueno o malo?

“No comas pan con el avaro, ni codicies sus manjares” (Proverbios 23:6).

Las diversas traducciones españolas de este texto nos brindan el equivalente de la expresión hebrea "el de ojo malo". De alguna manera en la cultura hebrea se describía al hombre generoso como alguien con un ojo bueno y misericordioso (Prov. 22:9) y al hombre avaro como alguien con un ojo malo (Deu. 15:9).

La persona dadivosa y desinteresada no sólo vela por sus propios asuntos, sino también por los de los demás (Fil. 2:19-21). El egoísta (como traduce la Biblia de las Américas) sólo tiene ojos para sí mismo.

Tal parece que necesitamos ir más a menudo al oculista de nuestras almas, para que nos conceda tener ojos cada vez más sanos, ojos buenos que piensan en los demás.

martes, 22 de diciembre de 2009

Devolviendo bien por mal

“Devolver mal por bien es actuar como un demonio.

Devolver mal por mal es actuar como una bestia.

Devolver bien por bien es actuar como los hombres.

Pero devolver bien por mal es actuar como Dios.”

—John Angell James

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sábado, 19 de diciembre de 2009

No es opcional

Por Salvador Gómez Dickson

“Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. 8 Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros” (1 Juan 2:7-8a).

Nuestra generación es alérgica a la palabra mandamiento. En un mundo que se opone tan tenazmente a los absolutos, la “apertura de mente” a los distintos estilos de vida y pensamiento son inevitables. Pero ésa no es la concepción de la vida que encontramos en las Escrituras. Dios no tiene tapujos para hablar de mandamientos, ordenanzas y estatutos, de obediencia, sumisión y servicio. En el campo de batalla de las ideas es muy fácil intentar socavar los principios esenciales de la relación que el hombre como criatura sostiene con su Creador. Pero tales intentos no expresan otra cosa que el deseo interno de los pecadores en constituirse en sus propios monarcas. Las ideas propuestas por los “inteligentes” nunca sustituirán las del Dios Sabio y Omnisciente, ni nunca pasarán a ser el criterio por el cual el Señor Soberano juzgará todas las cosas.

No obstante, la rebeldía al señorío divino no es sólo cosa de incrédulos. Los hijos de Dios somos especialmente exhortados a la obediencia (1 Pedro 1:14), porque nosotros también reaccionamos incorrecta y pecaminosamente a las órdenes que el cielo tan claramente nos ha comunicado.

La obediencia es sello que marca a los que verdaderamente han nacido de nuevo. No es opcional. Es muy fácil para nosotros concluir que somos obedientes. Naturalmente nos inclinamos a hacer la evaluación de nuestra condición espiritual tomando en cuenta únicamente aquellas áreas en las que no hay conflicto con ningún ídolo del corazón. Vemos muchas áreas “bajo control”. Pensamos en debilidades ya superadas, en hábitos piadosos que superan el promedio, y concluimos por ello que somos hijos obedientes. Pero, ¿qué piensas de esas otras áreas en las que no has decidido de corazón ponerte de acuerdo con Dios? ¿Qué de las prácticas por las que estás dispuesto a pelear con tal de que no las erradiquen de tu vida y por las que sabes que tu vida espiritual no está al nivel que debe encontrarse? ¿Has permitido la entrada del Soberano en todos los rincones de tu corazón?

El sincretismo religioso no es algo que está allá afuera. Es algo que llevamos muy adentro. ¡Oh que Dios nos ayude a ser iconoclastas espirituales, dispuestos a derribar TODOS los ídolos de nuestros corazones!