jueves, 6 de agosto de 2015

El joven rico: una advertencia contra las suposiciones equivocadas

por Roger Ellsworth*

Lucas 18:18-23

Como vimos en el capítulo anterior, la sección central del Evangelio de Lucas se dedica a la mayor recorrido en toda la historia humana, el viaje del Señor Jesucristo a Jerusalén para morir en una cruz romana a través de la cual proporcionaría salvación eterna a los pecadores. 
Si pensamos que Jesús estaba marchando ciegamente hacia la calamidad, estamos equivocados. Él no sólo sabía que iba a Jerusalén a morir, sino que también orquestó cuidadosamente los eventos para que su muerte coincidiera con la Pascua judía. Él era el verdadero Cordero de Dios a quien el cordero de la Pascua del Antiguo Testamento estaba destinado a prefigurar, y por tanto, era esencial que muriera precisamente durante el tiempo en que los corderos de la Pascua eran sacrificados.
Durante el curso de su viaje, el Señor Jesús se encontró con varias personas intrigantes. Una de ellas es conocida por nosotros como el joven rico. Es importante que conozcamos a este joven. Nos recuerda lo vitalmente importante que es para nosotros el estar en lo correcto con respecto al asunto de la salvación eterna. Nos recuerda que es posible estar en lo cierto acerca de un gran número de temas importantes y sin embargo estar equivocado acerca de éste, lo más importante de todo.


En lo que él estaba correcto

La importancia de la vida eterna

En primer lugar, podemos decir que tenía razón en estar preocupado con urgencia acerca de la vida eterna. Mientras Jesús pasaba de viaje, el joven lo saludó con estas palabras: ‘? Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna’ (Lucas 18:18).
No puede haber ninguna duda con respecto a la profundidad de su interés y sobre la urgencia que sentía acerca de este problema. El Evangelio de Marcos nos dice que vino, no de manera casual y paseando hacia Jesús, sino más bien corriendo a él (Marcos 10:17). Y eso no fue todo. Estaba tan vitalmente interesado ​​en esto que se dirigió a Jesús en presencia de otras personas (Lucas 18:26). No se avergonzó de que se supiera que quería tener aquello que es más precioso de todas las cosas, la vida eterna.
¡Qué diferente era en comparación con nuestra generación! La mayoría de los estadounidenses se enorgullece de estar preparada para cualquier eventualidad. Tienen un seguro para sus casas, sus coches y sus cuerpos. Tratan de planificar el futuro para enviar a sus hijos a la universidad. Pero mientras muchos son muy buenos en la preparación para estas cosas, no dedican un solo pensamiento a la preparación para la eternidad.
La ironía es que muchas de las cosas para las que nos preparamos con diligencia puede que nunca sucedan, mientras que la eternidad sin duda sucederá. Viene el día en el que todos seremos empujados hacia la eternidad. El autor de Hebreos dice que está ‘establecido’ para los hombres el morir y después de esto el juicio (Hebreos 9:27). El único momento en el que podremos ignorar la eternidad será sólo cuando dejemos de morir. Pero mientras seamos gente que muere, lo mejor que podemos hacer es compartir el interés del joven rico con respecto a la vida eterna.

Vino a Jesús como la autoridad en cuanto a la vida eterna

Este joven también estaba en lo correcto al abordar a Jesús con este asunto. Jesús es la autoridad más importante del mundo sobre el tema de la vida eterna. Vino a la tierra desde al ámbito de la eternidad (Juan 3:13) y vino con el propósito expreso de hacer posible que nosotros entrásemos en ese reino eterno del cual vino. Vino para darnos vida eterna (Juan 3:16). Sólo hay vida eterna en El (Juan 3:36; 14:6; Hch. 4:12).
Simón Pedro fue uno que entendió estas verdades. Cuando una multitud se ofendió por la enseñanza de Jesús y se dio la vuelta, él y los demás discípulos se quedaron con Jesús. Cuando Jesús le preguntó si también querían irse, Pedro respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68).
Hay millones hoy que no hacen esta conexión. Piensan de la vida eterna como la posesión automática de todos sin excepción. O piensan que se puede lograr sin ninguna conexión con Cristo. El joven rico estaba muchas millas por delante de esas personas. Aunque no escuchó lo que Pedro tenía que decir acerca de Jesús como quien tiene palabras de vida eterna, percibió que era cierto y vino a Jesús.

En lo que él estaba equivocado

Aunque él tenía razón para estar preocupado en cuanto a la vida eterna y acerca de venir a Jesús con esa preocupación, estaba muy equivocado en tres cosas.

Pensó que Jesús era tan sólo un buen maestro

En primer lugar, se equivocó al pensar que Jesús era tan sólo un "maestro bueno" (Lucas 18:18). Desde luego, este título era una descripción precisa de Jesús hasta ese punto. Jesús era bueno y era un maestro. Pero aceptar a Jesús como un buen maestro no es suficiente cuando se trata de este tema de la vida eterna. Si Jesús fuera sólo un buen maestro, no habría vida eterna para nadie.
En cuanto a esto, Jesús desafió a este joven con la pregunta: ‘¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios’ (v. 19).
¿Qué estaba ocurriendo aquí? ¿Estaba Jesús negando que él era Dios en carne humana? No, para nada. Por qué iba a negar aquí lo afirmó de manera explícita en otras ocasiones? En realidad Jesús estaba afirmando su deidad. Lo que estaba preguntando en esencia era: ‘¿De verdad me consideras tan bueno en el sentido más amplio de la palabra? ¿Estás dispuesto a aceptar lo que eso implica de mí? ¿Entiendes que si soy realmente bueno, no soy un simple hombre, sino que soy nada menos que Dios mismo en carne humana? Lo que en esencia estaba diciendo a este joven era: ‘No me llames bueno si no estás dispuesto a llamarme ‘Dios’.’
Jesús estaba enseñando a este joven que no podía tener lo que tanto ansiaba, la vida eterna, si no estaba dispuesto a someterse a él como Dios. El joven estaba en lo correcto al venir a Jesús sobre esto de la vida eterna, pero tenía que reconocer que la vida no se encontraba en algún tipo de fórmula que Jesús le daría, sino más bien en el mismo Jesús.
Todo tipo de gente está dispuesta a admitir parte de la verdad acerca de Jesús. Están dispuestos a reconocerlo como un buen maestro y como un buen ejemplo moral, pero la vida eterna viene solamente a aquellos que sinceramente le reconocen como Dios. El apóstol Juan escribió: ‘Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios’ (1 Juan 4:15).

Pensó que la vida eterna se puede lograr a través de las buenas obras

En segundo lugar, este joven se equivocó al pensar que la vida eterna se podía conseguir a través de las buenas obras. El Evangelio de Mateo registra su pregunta de esta forma: ‘¿Qué bien haré para tener la vida eterna?’ (Matt 19:16). La respuesta de Jesús a esa pregunta ha sido extremadamente desconcertante y sorprendente para muchos. Él dijo: ‘Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos’ (Mat. 19:17). Pareciera como si Jesús hubiera estado de acuerdo con él. El joven le preguntó qué cosa buena podía hacer, y el Señor Jesús le habló de obedecer los mandamientos de Dios como el bien que podía hacer.
En realidad lo que Jesús le estaba mostrando era cuán completamente incapaz era él para alcanzar la vida eterna. Si pudiésemos guardar perfectamente los mandamientos de Dios seríamos justos delante de él, pero nadie lo ha hecho, excepto Cristo. Si queremos ser justos a los ojos de Dios, entonces no debemos refugiarnos en nada que podamos hacer, sino más bien en la justicia del Señor Jesucristo. Su justicia nos es aplicada cuando vemos cuán perfectamente incapaces somos y nos echamos sin reservas sobre él.

Se apartó de Jesús

Por último, este joven se equivocó al dar la espalda a Jesús. Después de decirle que guardara los mandamientos de Dios, Jesús enumeró cinco de esos mandamientos (Lucas 18:20). El joven respondió confiadamente: ‘Todo esto lo he guardado desde mi juventud’ (v. 21). Si la vida eterna era asunto de obedecer los mandamientos de Dios, pensó que estaba muy bien encaminado. No podía estar más equivocado. El Señor Jesús le dijo: ‘Aún te falta una cosa. Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme’ (v. 22).
Con estas palabras Jesús enfrentó a este joven hombre cara a cara con la cuestión fundamental en este asunto de tener la vida eterna. El joven creía estar dispuesto a hacer cualquier cosa para conseguir la vida eterna. La pregunta era si él estaba dispuesto a hacer lo que es absolutamente esencial e indispensable. ¿Estaba dispuesto a romper con su ídolo, posesiones materiales y someterse a Cristo y sólo Cristo? Ya sabemos cómo respondió esa pregunta. Se alejó de Cristo muy triste (v. 23).
El Señor no nos obliga a renunciar a todas nuestras posesiones materiales para ser salvos. Pero sí requiere que nos desliguemos decididamente de nuestros ídolos y que nos comprometamos solo a Él como nuestro Señor y Salvador (1 Tes. 1: 9). Si tu ídolo es el dinero, el Señor exige que renuncies al mismo y descanses exclusivamente en Él. Si se trata de placer, el Señor exige que lo dejes y te lances sobre Él. Si se trata de tus propias nociones preconcebidas acerca de Dios y de la salvación, el Señor demanda que las eches a un lado y abraces su verdad revelada. Incluso después de ser salvos, nuestros corazones se alejan de vez en cuando al volver a nuestros antiguos dioses y a nuestro antiguo modo de vida. Pero los extravíos ocasionales son muy diferentes a servir continuamente. Nadie que venga a Cristo con la intención de continuar sirviendo a sus ídolos y seguir tras sus pecados, puede salvarse.


Cuando este joven escuchó el llamado de Jesús a terminar la relación con su dios, su corazón se hundió. Quería la vida eterna, pero no a costa de renunciar a su dios. Él tomó su decisión. ¿Cuál es tu decisión? ¿Valoras la vida eterna lo suficiente como para arrepentirte de tus pecados y comprometerte a vivir bajo el señorío de Cristo? ¿O te aferrarás a tus pecados y te apartarás de Cristo?

* Traducido al español por Salvador Gómez Dickson y publicado en EL SONIDO DE LA VERDAD con el permiso del autor. El contenido es un capítulo de su libro “How to Live in a Dangerous World.”

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