jueves, 25 de septiembre de 2014

Piper responde la pregunta: ¿Debo leer mi Biblia diariamente?

Recientemente escuché a John Piper responder la pregunta “¿Debo leer mi Biblia diariamente?” Quisiera compartir las diez razones que dio en ese contexto para hacerlo. Limitándose únicamente a las necesidades que cualquier creyente tendría en su lugar de trabajo, éstos fueron sus argumentos:
He aquí algunas preguntas que haría para probar la relevancia de la Biblia para la vida diaria:
  1. ¿Has sido tentado alguna vez a murmurar o a quejarte en tu trabajo? Bueno, Filipenses 2:15 es relevante y muestra una manera gloriosa de vivir sin murmurar.
  2. ¿Has sido tentado alguna vez a ser codicioso en el trabajo? ¿A tomar algo que no es tuyo? La Biblia tiene mucho que decir acerca de la codicia y el robo, sobre cómo el estar contento en Cristo te libera en el trabajo para ser generoso.
  3. ¿Eres tentado a estar preocupado o ansioso en el trabajo? Todo el mundo lo es, y la Biblia habla sobre esto muchísimo. El mandato más común en la Biblia es “no temas”. Cualquier persona que tenga algún miedo en el trabajo se dará cuenta de que la Biblia es relevante.
  4. ¿Eres tentado a jactarte en el trabajo? ¿O a alardear de ti mismo o llamar la atención sobre ti y la superioridad que tienens en alguna área? La Biblia está llena de sabiduría sobre el orgullo, la humildad y el efecto que tiene en las relaciones personales.
  5. ¿Eres tentado en el trabajo a la ira en contra de cualquier otra persona? ¿Tienes que lidiar con un problema de temperamento? ¿Hay algunas relaciones tensas en el trabajo porque te sientes tan frustrado con otras personas? La Biblia trata una y otra vez con el problema de la ira y profundiza más en este problema que cualquier otra sicología pueda hacerlo.
  6. ¿Alguna vez has sido tentado de tomar atajos en el trabajo? ¿A no hacer todo el trabajo que se espera de ti, ponchar temprano o llegar tarde o trabajar sin empeño? La Biblia es muy relevante con respecto a la calidad del trabajo que realizamos.
  7. ¿Alguna vez has sido tentado sexualmente en el trabajo: a la lujuria o a ser infiel? La Biblia está llena de material relevante; posee una visión robusta de la sexualidad que pone todo en una buena perspectiva y en un lugar apropiado.
  8. ¿Alguna vez has sido tentado a la auto lástima en el trabajo, a lamer tus propias heridas porque alguien habló mal de ti o no te consideraron para una promoción? La Biblia está repleta de las dinámicas de la vida que nos ayudan a lidiar con la auto compasión.
  9. ¿Alguna vez has luchado con culpa en el trabajo, con emociones que vienen a ti que no son ciertas, que te hacen sentir que no eres lo bueno que deberías ser, o tal vez fallaste en algo que debía haber salido bien de acuerdo a tus propios estándares? No hay remedio excepto el remedio definitivo dado en la Biblia para la culpa.
  10. ¿Hay personas perdidas sin Cristo en tu trabajo que realmente te importan, las cuales no quieres que vayan al infierno? ¿De dónde vas a obtener ayuda para lidiar con ellas y la esperanza de darles vida si no es en la Biblia? ¿De dónde sacarás fortaleza, valentía, denuedo, sabiduría para lidiar con esas personas?

 Así que mi respuesta es que ¡es más que obvio que la Biblia es relevante para el trabajo y la vida de esta persona! El asunto realmente se reduce a esto: ¿quiere esta persona ver el gran tesoro del universo? ¿Desea conocer a Jesús y disfrutar a Jesús más que nada? ¿Ama a las personas tanto que se lamenta del hecho de que no conocen a Jesús y de que se perderán sin Él? El punto es éste: Si Jesús es supremo en la vida de esta persona, si su pasión es amarlo por encima de todo, si su pasión es desearlo y disfrutarlo y atesorarlo más que cualquier otra cosa, si su pasión es traer a la mayor cantidad de personas que pueda a esa experiencia...entonces ¡no puedes vivir sin la Biblia! Es el libro más relevante en el mundo.
 Esto fue tomado de la página de Desiring God, bajo la sección PREGUNTA AL PASTOR JOHN.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Los filisteos: una advertencia acerca del pelear contra Dios


Por Roger Ellsworth

Los filisteos: una advertencia acerca del pelear contra Dios

1 Samuel 5:1-12


Fue uno de los días más oscuros de la historia de la nación de Israel, un día de sombría desesperación. Al filtrarse la información por los pueblos y villas de la nación, la gente debió sacudirse ante la magnitud de lo que había sucedido. Su ejército no ‘solo había sufrido pérdidas enormes, sino que también su arca sagrada había sido tomada por los filisteos y se la llevaron como botín de guerra.
Además de estas calamidades, Israel había perdido a tres de sus sacerdotes. Ofni y Finees habían muerto en el campo de batalla y su padre Elí, el sumo sacerdote, murió cuando por la conmoción de la contundente derrota de la nación, se cayó de la silla en la que estaba sentado y se rompió el cuello.
La nuera de Elí, la esposa de Finees, hizo el mejor resumen del sentimiento de consternación que sobrevino a Israel debido a los acontecimientos de ese día. Inmediatamente después que ella dio a luz un hijo, murió con la instrucción sombría en sus labios de que le pusieran por nombre ‘Icabod’, que significa ‘sin gloria’. ¿Por qué escogió un nombre tan melancólico? La madre moribunda lo explicó con estas palabras: ‘¡Traspasada es la gloria de Israel!’ (1 Sam. 4:21).
Por el otro lado, los filisteos se sentían bastante complacidos consigo mismos. Al principio su ejército se había aterrorizado al conocer que el arca de Dios había llegado al campo de batalla. Después de todo, el Dios de Israel era bien conocido por las cosas grandes y poderosas que había hecho en Egipto antes de que Faraón decidiera finalmente liberar al pueblo de Israel de la esclavitud. Pero después de su consternación inicial, los filisteos vinieron a ser más decididos y resueltos que antes, y terminaron ganando la batalla y llevándose el arca con ellos.
Esa victoria trajo euforia a toda la nación. En lo que a los filisteos respectaba, este triunfo marcó el final de sus odiados enemigos. Los israelitas habían pisado el acelerador, por así decirlo, cuando llevaron el arca del pacto al campo de batalla, pero ni aun eso les protegió de caer en una derrota humillante.
Los filisteos vieron la derrota de los israelitas como una prueba de que el Dios de Israel no era tan poderoso como se les había hecho creer, y que su dios Dagón era en realidad muy superior. Dado que su dios había obtenido la victoria sobre el Dios de Israel, parecía más apropiado colocar el carca del pacto en el templo de Dagón (1 Sam. 5:1-2).
Hay un par de lecciones vitales que debemos aprender de este pasaje. La primera se puede expresar de la siguiente manera: Dios no está derrotado, ni siquiera cuando parezca haberlo sido.

El Dios que no puede ser derrotado

La euforia de los filisteos no duró mucho. Ellos pensaban que habían derrotado al Dios de Israel, pero iban a experimentar un duro golpe. Al día siguiente, cuando fueron al templo de su dios falso, encontraron que había sido derribado de su estante.
¡Qué vergüenza! La primera noche en que el Dios conquistado estaba en la casa del dios conquistador, ¡éste cayó de bruces! Y la forma en que cayó fue particularmente vergonzosa —boca abajo delante del arca de Dios, como si estuviera rindiendo homenaje a ésta (v 3.).
Pensaríamos que esto habría sido suficiente para hacer que aun estos filisteos endurecidos reflexionaran, pero rápidamente echaron a un lado cualquier duda que pudo haber surgido en sus mentes, y rápidamente agarraron a su dios y lo pusieron de nuevo en su lugar (v. 3). ¡Imagínese adorando a un dios que tuviera que ser ayudado a levantarse del suelo!
La mañana siguiente se tornó aún más vergonzosa. Cuando los filisteos llegaron al templo de Dagón, se angustiaron al ver que una vez más se había caído postrado delante del arca, y que esta vez su cabeza y manos fueron quebradas (v. 4). El Dios aparentemente conquistado de Israel no había sido conquistado en lo absoluto.
Hoy tenemos falsos dioses en abundancia. No son tan patentemente ridículos y absurdos como una imagen que es mitad humano y mitad pez, como Dagón. Somos demasiado sofisticados para eso, pero nuestros dioses no son menos falsos por el hecho de ser sofisticados. Así como los filisteos de aquellos lejanos días estaban ansiosos por hacer sonar la marcha fúnebre de la nación de Israel y del Dios de Israel, del mismo modo los devotos de los dioses falsos de la actualidad están deseosos de hacer sonar la marcha fúnebre que anuncie el fin del cristianismo y de su Dios. Y a menudo pareciera que el cristianismo está realmente en sus últimas y que el Dios de la Biblia ha sido conquistado.
Pero muchos de los que se han apresurado a pregonar la muerte del cristianismo se han dado cuenta de que los reportes de su muerte han sido prematuros. Voltaire, el filósofo francés que murió en 1778, dijo que el cristianismo se extinguiría en unos cien años. Es una deliciosa ironía que la Sociedad Bíblica de Ginebra utilizó su propia prensa y casa para publicar un gran número de Biblias sólo cincuenta años después de su muerte.[1]
Otro ejemplo de esto mismo es el edicto de Diocleciano en el año 303 d. C., que llama a la destrucción de los cristianos y de la Biblia. Veinticinco años más tarde el sucesor de Diocleciano, Constantino, encargó a Eusebio preparar cincuenta Biblias costeadas por el gobierno.[2]
Otro ejemplo es la actitud que prevaleció hacia el cristianismo en Inglaterra a principios de 1700. El obispo Joseph Butler observó que el escepticismo se había extendido tanto que el cristianismo fue tratado como si ‘se hubiera descubierto que era ficticio... y que no quedaba nada más que hacer que tratarlo como objeto de burla y ridículo’.[3] Pero el cristianismo pasó de estar en su punto más bajo a una vitalidad espectacular a través de los ministerios de George Whitefield y John y Charles Wesley.
Estos episodios y muchos como ellos movieron a Bernard Ramm a observar: "La marcha fúnebre de la Biblia ha sido tocada más de mil veces, se ha hecho la procesión, se ha puesto la inscripción sobre la lápida y el panegírico ha sido leído. Pero de alguna manera el cadáver nunca se ha quedado ahí.’[4]
¡Cuánto deberían alentar y animar estas cosas a todo aquel que cree en Jesucristo! No importa cuán sombríos sean los tiempos, no importa cuán lobunos sean los lobos del diablo, ni cuán tímidas sean las ovejas del Señor, la causa de Dios será la que al final de cuentas triunfará.

El Dios que da evidencia suficiente

Una segunda lección que derivamos de este pasaje es que el Dios que no puede ser derrotado también es el Dios que ha dado pruebas más que suficientes para ganarnos para su lado.
Después de que Dagón sufriera su segunda caída, esperaríamos leer que al menos un filisteo dijera: ‘Esto realmente lo comprueba. No podemos seguir creyendo en un dios que ni siquiera puede ponerse de pie por sí mismo. ¡Saquemos esta estatua inútil de aquí!’ O esperaríamos que otra persona expresara: ‘El hecho de que nunca antes Dagón había caído, sino sólo después de nosotros traer el arca de los israelitas hasta aquí, nos indica que aunque hayamos ganado la batalla su Dios es más grande que el nuestro’. Pudiéramos muy bien haber esperado que alguien fuera aún más lejos y dijera: ‘Creo que deberíamos investigar a este Dios más plenamente’.
Pero, por increíble que parezca, nadie dijo nada de esto. En lugar de renunciar a su falso dios y volverse al Dios verdadero, decidieron declarar santo el lugar donde la cabeza de Dagón había caído, ¡y declararon la ley de que nadie debía pisar ese sitio! (1 Sam 5:5). Los filisteos tuvieron ante sus ojos la evidencia indiscutible de que su dios era falso, y la evidencia convincente de que el Dios de Israel era el Dios verdadero; sin embargo, decidieron levantar y colocar nuevamente a su dios y continuar adorándolo como si nada hubiese sucedido.
La caída Dagón debió haber sido suficiente para convencerlos de que estaban en el camino equivocado, pero Dios no había terminado de acumular evidencias. Pronto les comenzaron a brotar tumores enormes y dolorosos (v. 6). Sencillamente ignoraron las dos caídas de Dagón, pero los tumores son muy difíciles de ignorar. Este nuevo problema les sacó la admisión de que el Dios de Israel era quien estaba en operación en medio de ellos (v. 7), pero su respuesta fue enviar el arca a una provincia vecina (v. 8).
Estos filisteos pueden parecernos muy tontos, pero la triste verdad es que, sin darse cuenta, muchos hoy están atrapados con el síndrome de los filisteos. Este síndrome consiste en ignorar la evidencia por tanto tiempo como sea posible y, cuando ya no se puede ignorar, tratar de mantenerse completamente alejados de ella.
La evidencia continúa acumulándose por todas partes mostrando que los dioses falsos de nuestros días tampoco funcionan. No tienen ni la sabiduría ni el poder para hacer frente a la necesidad fundamental del hombre de conseguir un nuevo corazón, pero la mayoría de sus seguidores se niegan rotundamente a hacer frente a su fracaso. A pesar de que la evidencia se amontona, estos seguidores siguen adelante levantando a sus dioses falsos. He aquí hay un ejemplo. A pesar de que existen abundantes pruebas de que no somos esencialmente buenos de corazón y de que no podemos ser educados en el buen comportamiento, aquellos que adoran en el santuario de la educación continúan insistiendo en que sólo un poco más de la misma logrará finalmente convertirnos en ejemplares deslumbrantes de la moralidad y la virtud. Por supuesto, la educación tiene un papel vital que jugar, pero aún está por verse el que pueda cambiar a un pecador en un santo. Sólo el Espíritu de Dios puede hacer eso.
Además de las pruebas de los dioses fallidos, tenemos la evidencia de la verdad del cristianismo. En comparación con las pruebas que tenemos de esta verdad, la evidencia que los filisteos vieron se puede comparar a la luz tenue de una pequeña linterna en una noche brumosa.
¿Cuál es la evidencia de la verdad del cristianismo? Tenemos las profecías cumplidas. Tenemos la evidencia suprema: la resurrección de Jesucristo. Tenemos la asombrosa supervivencia de la iglesia cristiana a pesar de los numerosos esfuerzos para borrarla de la faz de la tierra. Están los testimonios de multitudes con respecto al poder transformador de Jesucristo. Están las confirmaciones diarias en nuestra sociedad de la verdad de los principios morales de la Biblia.
¿Cuál es su respuesta a los fracasos de los dioses de la actualidad? ¿Cuál es tu respuesta a todas las evidencias del cristianismo? Puedes, al igual que los filisteos de la antigüedad, ignorar todas estas pruebas o tratar de alejarlas de ti. Puedes apartar de ti a los testigos cristianos, y puedes optar por permanecer lejos de las iglesias donde la evidencia de la verdad del evangelio cristiano es predicada y enseñada. O, por la gracia y el poder de Dios, puedes quebrantar el síndrome filisteo y aceptar la evidencia. Lo único que no puedes hacer es luchar contra Dios y tener éxito. Puedes clamar haber vencido sobre Él, pero nunca le podrás derrotar. Puedes huir de Él, pero nunca podrás escapar de Él.
Por tanto, el curso de la sabiduría es bajar tus brazos y dejar de correr. Escucha atentamente lo que el Dios todopoderoso tiene que decir acerca de ti. Escucha lo que tiene que decir sobre tu condición pecadora. Escucha lo que tiene que decir acerca de la condenación eterna que espera a todos los pecadores. Y cuando escuches estas cosas, escucha de buena gana lo que dice acerca de la salvación perfecta que libra del pecado y del juicio, una salvación que está disponible a través del Señor Jesucristo. Vuélvete de tus pecados hoy. Abraza a Cristo como la única esperanza de salvación y encuentra por medio de él la paz perfecta con Dios.

* Traducido al español y publicado en EL SONIDO DE LA VERDAD con el permiso del autor. El contenido es un capítulo de su libro “How to Live in a Dangerous World.” 


[1] Josh McDowell, Evidence that Demands a Verdict, p. 23.
[2] Ibid.
[3] Arnold Dallimore, George Whitefield: The Life and Times of the Great Evangelist of the Eighteenth-Century Revival, vol.i, p. 31.
[4] McDowell, Evidence that Demands a Verdict, p. 23.