sábado, 24 de octubre de 2015

¡Cuánta misericordia!

Después de leer la historia de los pecados de David contra Betsabé y Urías, cualquiera puede ser llevado a pensar que Urías, como la persona que perdió la vida en el proceso, fue el ser más afectado por las acciones de David. Sin embargo, al momento de su confesión expresó: “Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos...” (Salmo 51.4, RVR60). La realidad es que la persona más afectada por todo fue Dios —el corazón del Señor fue el más herido de todos. Las implicaciones del asunto sobre Urías fueron irreversibles; ¡perdió su vida! Pero lo más horrible de todo fue que pecó contra Dios.
¿Dónde radicaba la esperanza de David? ¿En que Urías le perdonara? No, pues ya no podía traerle a la vida de nuevo. La verdadera esperanza de David estaba en Dios, quien es amplio en perdonar. Él puede limpiar hasta la conciencia de un asesino sin que la persona asesinada diga media palabra. Aun después de todo esto, el Espíritu de Dios guió las cosas para que quedara registrado en la Biblia el hecho de que David era un hombre conforme al corazón de Dios. ¡Cuánta misericordia!

jueves, 22 de octubre de 2015

El invitado a las bodas – Mateo 22:1-14

Por Roger Ellsworth*

Mateo 22:1-14

Esta parábola nos coloca cara a cara con la terrible y horrorosa posibilidad de quedar excluidos del reino de Dios, o, para decirlo de otra manera, de quedarnos cortos del reino de Dios.
Existe más de una manera de quedarnos cortos del reino. Una forma es a través del rechazo categórico. Esta posibilidad se recoge en los siete primeros versículos de esta parábola. La mayoría de los judíos de la época de Jesús caía en esta categoría. El apóstol Juan declara sin rodeos cómo ellos rechazaron a Jesús con estas palabras: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:11).
Durante la última semana de su vida terrenal, Jesús dio una última advertencia a los líderes judíos acerca del peligro de rechazarlo y de perder así su reino. Le dijo tres parábolas en rápida sucesión, parábolas de rechazo. La primera retrataba su rechazo en términos de un hijo que se rebela contra su padre (Mt. 21: 28-32); el segundo como inquilinos que se rebelan contra el propietario (Mt. 21: 33-44); y la tercera, la parábola que estamos considerando en este capítulo, la cual trata de sujetos que se rebelan contra su rey legítimo.
Esta parábola va más allá de simplemente presentar cómo Cristo es rechazado. En realidad, predice de manera muy gráfica lo que sucedería como resultado de este rechazo. Por un lado, la nación judía experimentaría un juicio terrible. En unos cortos treinta y siete años después de que crucificaron a Jesús, los judíos vieron a los romanos devastar la ciudad de Jerusalén y su templo. Tal vez algunos de los que fueron testigos de esto recordaron las palabras de esta parábola: “Y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad” (Mt. 22: 7).
Un segundo resultado del rechazo a Jesús de la nación judía fue que el evangelio sería llevado a los gentiles. Esto está representado en la segunda mitad de esta parábola (vv. 8-14). La parábola se divide de forma natural en dos partes. La primera parte trata acerca del rechazo de Cristo de parte de los judíos (vv. 1-7), y la segunda parte trata con el evangelio que va a los gentiles (vv. 8-14). Es esta segunda mitad de la parábola la que nos confronta con un peligro muy serio: el de una aceptación defectuosa de la evangelio.

Los elementos de la parábola 
Este peligro se nos presenta en términos de un hombre que aceptó la invitación del rey al banquete de bodas que había organizado en honor a su hijo. Los siguientes elementos se destacan con claridad cristalina: una invitación, una condición vinculada a la invitación, un inspección y una acusación. 

Una condición vinculada a la invitación
La invitación va para todos (vv. 9-10), y junto con ella tenemos el anuncio de que todos los que asistan deben llevar una indumentaria de boda adecuada. No habría ninguna dificultad con esto porque el rey mismo proporcionaría la ropa. 
¿Cómo sabemos que esta condición acompañaba la invitación? La parábola nos dice que el invitado a la boda en cuestión quedó ‘sin palabras’ cuando fue confrontado por no llevar la ropa exigida (v. 12). No podía alegar ignorancia porque se lo habían dicho. No podía alegar que no tenía la vestimenta adecuada porque el rey mismo había prometido proveerla.

Una inspección
Este enfrentamiento se produjo porque el rey llevó a cabo una
inspección de sus invitados (v. 11). No estaba contento con simplemente invitar a los huéspedes a su fiesta de bodas y pedirles que utilizaran la vestimenta que proveyó. Caminó entre ellos para ver si habían acatado la solicitud.

Una acusación
La negativa de éste invitado a llevar la vestimenta de bodas resultó en el terrible pronunciamiento del rey: “Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes” (v. 13).

Los elementos del Evangelio
Las parábolas de Jesús no eran simples historias entretenidas. Estaban basadas en cosas familiares con el fin de llevar al corazón verdades espirituales. Los elementos de esta parábola están presentes en el evangelio de Jesucristo.
En el evangelio hay una invitación. ¡Qué gloriosa invitación! Es una invitación a todos a venir y a disfrutar aquel  tiempo de gozo cuando el Señor Jesucristo mismo lleve a su prometida, la iglesia, a su hogar para estar con él en el cielo. En ese entonces habrá una fiesta de bodas como nunca antes (Apoc. 19:1-9).
Pero junto con esta invitación se anuncia una condición: todos los que acepten la invitación deben ir vestidos de boda. No puede haber ninguna duda sobre la naturaleza de esta indumentaria. Es la prenda de la justicia perfecta. La Biblia afirma que Dios es un Dios santo (Is. 6:3; Apoc. 4:8) y el cielo es un lugar santo (Apoc. 21:27). Si vamos a entrar en este lugar santo y a disfrutar de la comunión con este Dios santo, entonces debemos ser santos nosotros mismos.
Ahora bien, he aquí el gran y penetrante dilema: Dios nos demanda santidad perfecta, y nosotros no tenemos nada que ofrecer, excepto el pecado. ¿Cómo entonces podemos tener la esperanza de encontrarnos en la presencia de Dios? La bendita noticia del Evangelio es que Dios mismo ha dado la ropa de la justicia perfecta que necesitamos. Lo hizo a través de su Hijo, Jesucristo. Jesús tomó nuestra humanidad y vivió una vida de justicia perfecta. Mientras por un lado nosotros hemos roto las leyes de Dios en incontables ocasiones, Él no quebrantó ni siquiera uno. Después de haber vivido esa vida de justicia perfecta, fue a la cruz a sufrir en su propia persona el castigo de Dios a causa del pecado. Hizo todo lo necesario para que pecadores culpables pudieran comparecer ante Dios en el cielo. Dios demanda justicia perfecta; lo único que nosotros tenemos es el pecado. Pero Jesús pagó por los pecados de todos los que creen y les ofrece su justicia. Los pecados de su pueblo fueron puestos en su cuenta y su justicia fue puesta en la de ellos.
Todo el problema con el invitado a la boda en la parábola de Jesús se puede expresar de esta manera: él aceptó la invitación sin aceptar la condición. Su error se ha repetido constantemente a lo largo de la historia, y sigue siendo así hasta este momento. La invitación del evangelio para que formen parte de la gran fiesta de bodas de Dios es enviada, y muchos dicen: “Sí, creo en Dios y en el cielo, y quiero estar con él en el cielo cuando muera”. Pero cuando el evangelio procede a anunciar que Dios requiere que estemos vestidos con una justicia perfecta que sólo está disponible a través de su Hijo, sencillamente desempolvan sus harapos y dicen: “Con esto es más que suficiente”.
Pero no será suficiente en realidad. La misma Biblia que nos habla de la justicia perfecta que Dios demanda, de la terrible realidad de nuestros pecados y de la obra acabada del Señor Jesucristo, también nos dice que se avecina un gran día de inspección. Nadie va a caer en el cielo de incógnito. Nadie comparecerá allí en los harapos de su propia justicia sin ser visto. Nadie que no esté vestido de la justicia de Cristo dejará de ser detectado.
Aquellos que se encuentran sin la justicia de Cristo no tendrán excusa en aquel día, y escucharán la misma sentencia aterradora que escuchó el invitado a las bodas: “Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes” (Mt. 22:13).

El invitado a la boda en la parábola de Jesús se constituye en una advertencia para todos nosotros acerca de la posibilidad de una aceptación defectuosa del evangelio, y una aceptación defectuosa no es mejor que el rechazo absoluto.

* Traducido al español por Salvador Gómez Dickson y publicado en EL SONIDO DE LA VERDAD con el permiso del autor. El contenido es un capítulo de su libro “How to Live in a Dangerous World.”

lunes, 19 de octubre de 2015

Necesitamos un avivamiento

La siguiente es una cita del libro LOS PURITANOS: SUS ORÍGENES Y SUCESORES de Martyn Lloyd-Jones:
En el momento presente estamos llamados, por encima de cualquier otra cosa, a orar por un avivamiento. ¡No permita Dios que nos convirtamos en un grupo de personas que se contenta con denunciar el activismo pero no hace nada más! Esto es lo que se dice de algunos de nosotros. ¡Dios nos libre de que tal cosa resulte ser verdad! ¿Acaso vamos a vivir solo como gente negativa, siempre señalando las faltas de otros y los errores que tienen en sus sistemas teológicos, criticando los mismos y ridiculizándolos? Por supuesto que no. ¿Entonces cuál es nuestro llamamiento? Estamos llamados a proseguir con nuestra tarea continua de predicar el evangelio en toda su plenitud, en toda su cabalidad, según la form are predicación puritana. Hagamos cuanto esté en nuestra mano utilizando todos los medios bíblicos y legítimos para la propagación y defensa de la fe... La época en la cual vivimos y la condición de la iglesia —por no hablar de aquella del mundo— exigen de nosotros una gran convicción en cuanto a la soberanía de Dios, la absoluta necesidad de la obra del Espíritu Santo y todas las demás cuestiones que he tratado de destacar. Esto significa que lo que necesitamos no es nada menos que un avivamiento.
[pp. 44-45]


Los comentarios bíblicos de Barry Webb en español

Cuando aparecen buenos comentarios bíblicos del Antiguo Testamento en español, vale la pena tratar de echarles mano. Uno de los problemas que en ocasiones nos encontramos es que tales publicaciones sólo tienen una tirada, y una vez agotada, pasan muchos años para volverlos a ver. En ese sentido, recomiendo los comentarios de Barry Webb del AT que tenemos disponible en español. Estos son:




Si el lector desea adquirir otros de sus comentarios que sólo se encuentran disponibles en inglés, he aquí algunos de ellos.

The Book of Judges (de la serie NICOT)
Judges and Ruth (de la serie Preaching the Word)

viernes, 9 de octubre de 2015

Paciencia y perseverancia para reformar la iglesia

por Ernest Reisinger*

Debe haber mucha paciencia en la obra de reforma de una iglesia. Tiene que haber la disposición de trabajar por largo tiempo sin ver todo el fruto que deseas. Sembrar, sembrar y sembrar cada día. Enseñar, enseñar y enseñar semana tras semana. No podemos cansarnos de hacer el bien. Debemos recordar aquel pasaje que dice: Por tanto, hermanos, sed pacientes hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el fruto precioso de la tierra, siendo paciente en ello hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía. Sed también vosotros pacientes; fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca” (Santiago 5.7–8, LBLA). Muchos planes buenos han sido abortados por la impaciencia. Muchos buenos días de trabajo se han echado a perder por la impaciencia. El hombre no puede forzar la reforma ni forzar una iglesia a la vida. Ciertamente debe haber un anhelo intenso de tener éxito, pero a ese anhelo debemos unir mucha paciencia.

Guillermo Carey trabajó siete años antes de bautizar a su primer convertido. Adoniram Judson trabajó duro en Birmania durante siete años antes de cosechar una sola alma. Robert Morrison (1834) sembró durante siete años en China antes de bautizar a un chino. Robert Moffat (1883) declaró que esperó siete años para ver el primer movimiento evidente del Espíritu en África. Henry Richards (1888) pasó siete largos años en el Congo antes de ver su primer convertido. ¿Qué estaban haciendo todos ellos durante siete años? Estaban sentando las bases, sembrando semillas celestiales con las generaciones futuras en mente. Estaban colocando el fundamento con toda paciencia. Vivimos en una era de la iglesia en la que los cimientos han sido eliminados. Dios está interesado en los fundamentos y en las generaciones futuras.

* Un extracto de REFORMING A LOCAL CHURCH (Cómo reformar una iglesia local). http://www.chapellibrary.org/book/ralc/reforming-a-local-church