sábado, 29 de septiembre de 2012

Algunas citas de Donald Whitney

Las siguientes son algunas citas de Donald Whitney tomadas de su libro SPIRITUAL DISCIPLINES FOR THE CHRISTIAN LIFE ("Disciplinas Espirituales para la Vida Cristiana):

"Las disciplinas espirituales son aquellas disciplinas personales y colectivas que promueven el crecimiento espiritual. Son los hábitos de devoción y cristianismo experimental que ha practicado el pueblo de Dios desde los tiempos bíblicos" (p.15).

"Sea cual sea la discipline, su aspecto más importante es su propósito. Así como tiene muy poco valor el practicar las escalas en una guitarra o piano aparte del propósito de tocar música, hay muy poco valor en practicar las disciplinas espirituales aparte del propósito único que les une (Col. 2:20-23; 1 Tim. 4:8). Ese propósito es la piedad" (p. 15).

"Piensa de las disciplinas espirituales como maneras de colocarnos a nosotros mismos en el camino de la gracia de Dios... son como canales de la gracia transformadora de Dios" (p. 17).

"Muchos que profesan ser cristianos son tan espiritualmente indisciplinados que parecen tener poco fruto y poder en sus vidas. He visto a hombres y a mujeres que se disciplinan a sí mismos para destacarse en sus profesiones, disciplinarse muy poco 'para la piedad'. He visto cristianos que son fieles a la iglesia de Dios que frecuentemente demuestran un entusiasmo genuino por las cosas de Dios, y que aman entrañablemente la Palabra de Dios, trivializar su efectividad para el reino de Dios por falta de disciplina. Espiritualmente tienen una milla de ancho y una pulgada de profundidad" (p. 19).





miércoles, 26 de septiembre de 2012

Las Conferencias y Nuestros Servicios Dominicales

La siguiente cita fue tomada del blog de Tim Challies, donde recientemente publicó un breve artículo sobre el beneficio de las conferencias. Creo, igual que él, que tener una mejor actitud hacia nuestros servicios regulares de adoración es algo que podemos aprender de lo que ocurre en las conferencias.
"Algunas veces hablamos de conferencias como si fueran intrínsecamente incorrectas o como si debiéramos disfrutarlas menos. Estoy en desacuerdo. Continuemos apoyando y disfrutando las conferencias y continuemos creyendo y anticipando que el Señor puede usarlas en nuestras vidas como un tipo de bendición ocasional, suplementaria. Pero al afirmar el valor de las conferencias, aprendamos también de ellas que hay valor en elevar las preparaciones que hacemos para adorar en la iglesia local, y elevar la anticipación que sentimos para el sermón del domingo por la mañana. Aprendamos de las conferencias que podemos y debemos tomar esa excitación y anticipación y traerlas a la iglesia con nosotros cada domingo."

domingo, 16 de septiembre de 2012

Una lectura más que casual

A continuación comparto algunas recomendaciones que alguien escribió para asegurar tener una lectura más que casual de las Sagradas Escrituras:
  1. Lee la Biblia en voz alta, con la debida entonación.
  2. Usa pequeñas tarjetas para anotar los versículos que deseas repasar durante el día.
  3. Cuando encuentres un mandamiento, piensa en maneras específicas en que puedes ponerlo por obra.
  4. Pide a otra persona su comentario con respecto al versículo que estás tratando de entender y obedecer.
  5. Memoriza porciones de la Palabra de Dios.
  6. Medita en esas partes que has memorizado.

jueves, 13 de septiembre de 2012

La Biblia como espejo

Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.” (James 1:22–25, RVR60)

¿Para qué sirven los espejos? Usamos los espejos para vernos a nosotros mismos tal como somos. Si el mismo está defectuoso y no es digno de confianza, entonces pierde su utilidad. Queremos saber exactamente cómo estamos, para saber entonces cómo peinarnos o arreglarnos (sí, sabemos que algunos necesitamos más arreglos que otros). Pero el problema no es únicamente de los espejos. El espejo puede encontrarse en perfectas condiciones, pero si tenemos problemas en la vista, tampoco daremos buen uso a ese instrumento.

Obviamente debemos saber que los espejos de entonces no eran como los de ahora. John MacArthur hace el siguiente comentario al respecto:
"En la época del Nuevo Testamento, se hacían los espejos típicamente de latón o bronce muy bruñidos… Aun los espejos más costosos eran primitivos, comparados con los de cristal, que no se fabricaron hasta el siglo XIV. Por consiguiente, aquellos primeros espejos dieron un reflejo oscuro y distorsionado de la persona que los usaba. Pero cambiando de posición el espejo cuidadosamente y buscando la mejor iluminación, con el tiempo una persona podía ver una imagen bastante correcta de su rostro, y esa es la idea que Santiago tiene en mente. Mediante una observación cuidadosa y paciente… con el tiempo podía descubrir cómo lucía realmente en la actualidad" (John MacArthur, Santiago, p. 94).
En otras palabras, el tipo de espejos utilizados entonces obligaban al usuario a detenerse por más tiempo con el fin de contemplarse bien. Los modernos nos ofrecen una imagen tan nítida que podemos darnos el lujo de mirarnos por menos tiempo.

Santiago compara la Palabra de Dios con un espejo. Es una herramienta provista por Dios que nos ayuda a conocer quiénes somos y cómo estamos. Pero no nos muestra meramente una imagen externa; nos deja ver cómo somos interiormente. Es un espejo perfecto. Es la imagen más nítida. El problema no está en el espejo; el problema está nosotros. El reflejo que vemos de nosotros en las Escrituras es absolutamente fiel. No todos, sin embargo, actúan consecuentemente con la imagen que observan. De esto se trata Santiago 1:23. La Biblia es el espejo más honesto que podemos utilizar. Podemos ver lo que somos con absoluta precisión. Lo crucial es lo que hacemos con esa información.

Lo que uno ve en el espejo debe llevarnos a hacer algo. En unos casos será eliminar un sucio del rostro, en otro peinarse, y aun en otros el afeitarse. No es de sabios mirarse al espejo para no hacer nada. Así ve Santiago al que se expone a la Palabra y no hace nada al respecto. La Biblia fue escrita para que hagamos algo con lo que leemos en ella.

Observa que el contraste no es entre uno que se mira en un espejo y otro que no, sino entre dos que se miran, uno que hace algo al respecto y otro que no hace nada.

Trata de recordar la imagen del espejo cada vez que estés leyendo o escuchando las Escrituras. El resultado de escuchar la voz de Dios en la Palabra puede ser la confesión de un pecado, la determinación de llevar a cabo una acción o pasar más tiempo con tu familia. Un sermón puede producir alabanza, esfuerzos evangelísticos y abandono de pecados. El punto es que no debemos ser meros oidores de la Palabra, sino antes bien hacedores de la misma. Debemos anhelar transformación, que nuestro encuentro con Dios en las Escrituras nos hagan más semejantes a nuestro Señor Jesucristo.

¿Cómo has estado usando el espejo de la Palabra de Dios? ¿Qué dice ella de ti? ¿Has hecho algo al respecto?

domingo, 2 de septiembre de 2012

¿Son los imperativos compatibles con el evangelio?

¿Son los imperativos compatibles con el evangelio? Algunos han llegado a la convicción de que predicar o hablar de los imperativos del Nuevo Testamento es contraproducente a la luz de la enseñanza bíblica con respecto al evangelio. La siguiente cita de Kevin DeYound nos arroja luz al respecto:
"Entre los creyentes conservadores algunas veces existe la idea equivocada de que si realmente estamos centrados en el evangelio no hablaremos de reglas ni imperativos ni esfuerzos morales. Estamos tan deseosos de no confundir los indicativos (lo que Dios ha hecho) con los imperativos (lo que debemos hacer) que tenemos temor de dejar que los mandamientos bíblicos conduzcan de manera incómoda a la convicción de pecado. Tenemos miedo a palabras como diligencia, esfuerzo y deber. Los pastores no saben cómo predicar las buenas nuevas en sus sermones y aún así exhortar a sus fieles con firmeza a limpiarse a sí mismos de toda contaminación de cuerpo y espíritu (2 Cor. 7:1). Sabemos que tanto el legalismo (salvación por medio de la observación de la ley) y el antinomianismo (salvación sin la necesidad de guardar la ley) son malos, pero el antinomianismo se siente como un peligro más seguro" (The Hole in Our Holiness, p. 19).