martes, 17 de febrero de 2009

Traicionando a Cristo — 9

Por Maurice Roberts

[The Banner of Truth Magazine, Dic 1993]

Pero es cuestionable si aun éste es el clímax de la madurez plena del pecado. La Biblia revela una figura oscura y misteriosa que se dice emergerá en la misma iglesia de Cristo y que imitará al Dios eterno mismo. Este “hombre de pecado” (2 Tes. 2) y el “misterio” de Babilonia (Apoc. 17:5) se refieren claramente a un mismo fenómeno de maldad espiritual y eclesiástica muy sofisticada. Esta persona es la expresión más alta posible de iniquidad. Es la encarnación misma de la pecaminosidad porque se proclama a sí msimo como dios en la tierra, se presenta como alguien sin rival en el ejercicio del poder espiritual y temporal, y clama tener derechos exclusivos para disponer del destino de toda la humanidad—sí, aun de la iglesia misma. No sólo abre y cierra los medios de la gracia, sino que también lo hace con el palacio del cielo y los calabozos del infierno. Cambias las leyes a su antojo. Perdona los pecados según su voluntad. Alza su mano para dictar a toda la humanidad—no sólo a la ciudad sino a todo el mundo: URBS ET ORBS.

Dios tiene el derecho a permitir que el pecado se exhiba a sí mismo de esta manera en el curso de la historia humana. Le traerá gloria a Él grandemente cuando al final lo derrote en el último Gran Día. Cuando los creyentes humildes vean la piedra de molino hundirse bajo las olas insonsables de perdición, glorificarán a Cristo con sus Aleluyas. Dios será visto por todos como el gran y fácil Conquistador del pecado.

¿Pero quién será capaz de resistir en aquel día? ¿Y quién entre nosotros será contado digno de entrar en el reposo de Dios? Estamos persuadidos que ninguno excepto aquellos que han sido enseñados aquí abajo a VELAR Y ORAR.

sábado, 14 de febrero de 2009

Traicionando a Cristo con un Beso — 8

Por Maurice Roberts

[The Banner of Truth Magazine, Dic 1993]

El vicio, en su punto cúlmine, es vicio en la iglesia. El vicio en su madurez es vicio eclesiástico. El pecado, en última instancia, siempre aparece en los esferas supremas de la religión y de la espiritualidad. Allí triunfa (o piensa que triunfa) usando la vestimenta de la santidad misma y llevando la insignia de la piedad.

La Escritura nos muestra que el pecado siempre ha buscado tener su hogar tan cerca de la casa de Dios como sea posible. Las referencias en el Antiguo Testamento al becerro de oro, a los lugares altos y a los frecuentes sacerdotes corruptos de Israel son un recordatorio de este hecho. Así son los fariseos con sus distinciones jesuitas y sus regulaciones minuciosas, todos desprovistos de fe y amor a Dios. Pero el pecado buscó un lugar todavía más cercano a Cristo. Buscó y encontró un apóstol que sería su siervo. Judas Iscariote nunca pecó menos elegantemente que cuando traicionó al Salvador de la humanidad por una miseria y cuando barnizó su motivación con un beso. Ahí está el pecado llegando a su más alta perfección: ¡para asestar un golpe a Cristo por medio de un amigo familiar y bajo un gesto de amor! ¡Oh el golpe maestro de la villanía, más perfecto que todas las tragedias de un genio como Shakespeare! ¿Quién sino el archienemigo de toda justicia pudo haber llevado a cabo un pecado tan bien elaborado como este: intentar matar al Hijo encarnado de Dios a través de labios fruncidos con pródigo afecto?

CONT.