viernes, 9 de octubre de 2015

Paciencia y perseverancia para reformar la iglesia

por Ernest Reisinger*

Debe haber mucha paciencia en la obra de reforma de una iglesia. Tiene que haber la disposición de trabajar por largo tiempo sin ver todo el fruto que deseas. Sembrar, sembrar y sembrar cada día. Enseñar, enseñar y enseñar semana tras semana. No podemos cansarnos de hacer el bien. Debemos recordar aquel pasaje que dice: Por tanto, hermanos, sed pacientes hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el fruto precioso de la tierra, siendo paciente en ello hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía. Sed también vosotros pacientes; fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca” (Santiago 5.7–8, LBLA). Muchos planes buenos han sido abortados por la impaciencia. Muchos buenos días de trabajo se han echado a perder por la impaciencia. El hombre no puede forzar la reforma ni forzar una iglesia a la vida. Ciertamente debe haber un anhelo intenso de tener éxito, pero a ese anhelo debemos unir mucha paciencia.

Guillermo Carey trabajó siete años antes de bautizar a su primer convertido. Adoniram Judson trabajó duro en Birmania durante siete años antes de cosechar una sola alma. Robert Morrison (1834) sembró durante siete años en China antes de bautizar a un chino. Robert Moffat (1883) declaró que esperó siete años para ver el primer movimiento evidente del Espíritu en África. Henry Richards (1888) pasó siete largos años en el Congo antes de ver su primer convertido. ¿Qué estaban haciendo todos ellos durante siete años? Estaban sentando las bases, sembrando semillas celestiales con las generaciones futuras en mente. Estaban colocando el fundamento con toda paciencia. Vivimos en una era de la iglesia en la que los cimientos han sido eliminados. Dios está interesado en los fundamentos y en las generaciones futuras.

* Un extracto de REFORMING A LOCAL CHURCH (Cómo reformar una iglesia local). http://www.chapellibrary.org/book/ralc/reforming-a-local-church

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