lunes, 20 de diciembre de 2010

Cuando los padres son los culpables

“Cuando Ocozías comenzó a reinar era de cuarenta y dos años, y reinó un año en Jerusalén. El nombre de su madre fue Atalía, hija de Omri.  También él anduvo en los caminos de la casa de Acab, pues su madre le aconsejaba a que actuase impíamente” (2 Crónicas 22:2-3).

Qué triste es cuando los caminos malvados de alguien pueden ser rastreados hasta sus padres. He aquí un caso registrado en las páginas inspiradas de las Escrituras, grabadas para siempre para instrucción de sus lectores. Los niños nacen con la necedad ligada a sus corazones, pero nosotros los padres tenemos la encomienda de desenredarla y de instruirles en el camino de la sabiduría. Pero cuando en lugar de esto, sellamos esa necedad y convertimos a nuestros hijos en burladores de la voluntad de Dios, el cielo nos tendrá por responsables. Ocozías pagará por sus pecados, pero Atalía dará cuenta de su contribución.

En el caso de nuestro pasaje, la maldad llegó a modo de instrucción y consejo. Pero hay otras formas de influencia negativa que los padres pueden traspasar. Lo que nuestros hijos nos ven hacer es otro tipo de consejo; silencioso, pero más eficaz.

¿Qué tipo de influencia eres para tus hijos? Si el cielo emitiera juicio de evaluación sobre la forma en que has llevado a cabo tu paternidad, ¿cómo lo resumiría? Si tus hijos luego describieran la marca que dejaste en sus corazones, ¿qué dirían?

Es bueno reflexionar y examinar siempre cómo estamos cumpliendo nuestra labor de padres. Siempre hay oportunidad de mejorar y corregir lo deficiente. No asumas que todo está bien. Los mejores cambios ocurren cuando estamos dispuestos a admitir nuestros errores. ¿Por qué no comenzar hoy mismo?

lunes, 29 de noviembre de 2010

Comentario de Juan de R. C. Sproul gratis para Kindle

Para los usuarios de Kindle en todos los formatos disponibles, le recomendamos adquirir el comentario en e-book del Evangelio de Juan de R. C. Sproul completamente gratis. Normalmente estas oportunidades duran poco tiempo, por lo que animamos a adquirirlo con prontitud.

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lunes, 22 de noviembre de 2010

John Frame sobre ética cristiana

Las siguientes son algunas declaraciones interesantes hechas por John Frame en el capítulo 1 de su libro THE DOCTRINE OF THE CHRISTIAN LIFE:Doctrine of the Christian Life

“Toda la Biblia es ética.”

“Toda teología involucra ética.”

“La Biblia sí nos da una base para todo juicio ético: la revelación del Dios vivo.”

“Toda ética es religiosa, aun cuando trata arduamente de ser secular.”

“El punto de la ética cristiana no es ser tan liberales o conservadores como podamos ser, sino ser tan bíblicos como podamos ser.”

martes, 16 de noviembre de 2010

SI EL SOMBRERO TE SIRVE, PÓNTELO

Lo siguiente es el primer capítulo del libro LAS ILUSTRACIONES DE JUAN ARADOR, por Charles Spurgeon.

La última vez que escribí un libro pisé los callos y juanetes de algunas personas y me dirigieron cartas airadas preguntando: “¿Te referías a mí?” En esta ocasión, para ahorrarles el gasto de la tarjeta de medio centavo, comenzaré mi libro diciendo:

No es mi intención ofender; pero si algo en este libro llega a su casa, no lo despache a la casa del vecino, antes bien haga su propio gallinero para sus pollos. ¿De qué sirve leer o escuchar para otras personas? No comemos y bebemos para ellos. ¿Por qué hemos de prestar nuestros oídos y no nuestras bocas? Por tanto, buen amigo, si encuentra un azadón en estas premisas, deshierbe su propio jardín con el mismo.

El otro día estuve hablando con Will Shepherd acerca del viejo burro de nuestro amo, y le dije: “Es viejo y terco; realmente no vale la pena mantenerlo.” “No”, dijo Will, “y peor aún, es tan mañoso que estoy seguro que uno de estos días le hará daño a alguien.” Usted seguro conoce el dicho de que las paredes tienen oídos. Estamos hablando en alta voz, pero no sabíamos que los montones de heno tenían oídos. Vimos cuando Joe Scroggs salía de detrás del montón, tan rojo como se puede y despotricando como un loco. Explotó en maldiciones contra Will y contra mí, como un gato cuando escupe contra un perro. Nos quería dejar saber que era un hombre tan bueno como cualquiera de nosotros dos, o mejor que los dos juntos. Hablar acerca de él de esa manera; él estaría dispuesto a… no sé qué. Le dije al viejo Joe que ni siquiera habíamos pensado en él, ni dijimos una sola palabra sobre él; que podía ahorrar su aliento para enfriar su avena, porque nadie había pensado en hacerle ningún daño. Lo único que esto logró fue que me llamara mentiroso y que rugiera con más intensidad. Mi amigo, Will, comenzó a marcharse, pero cuando vio que Scroggs todavía estaba echando humos, se rió a carcajadas y volteándose hacia él le dijo: “Oh Joe, lo que hacíamos era hablar del viejo burro del amo y no acerca de ti; pero toma mi palabra, nunca volveré a ver a ese burro sin pensar en Joe Scroggs.” Joe se quedó resoplando, pero se contuvo de hacer nada, y Will y yo nos fuimos a trabajar alegremente, porque el viejo Joe se había tropezado con la verdad acerca de sí mismo por primera vez en su vida.

El mencionado Will Shepherd ha caído sobre mí con dureza en ocasiones con sus señalamientos, pero me ha hecho bien. Ha sido en parte debido a sus exhortaciones que llegué a escribir este nuevo libro, porque creyó que yo estaba actuando con holgazanería; quizás sí, quizás no. A Will se le olvida que tengo otros peces que freír, y no recuerda que a la mente de un arador le gusta permanecer en barbecho por un tiempo, y que no puede producir una cosecha todos los años. Es difícil hacer una cuerda cuando tu cáñamo está todo desgastado, o hacer panqueques sin mezcla. Del mismo modo, hallo que es difícil escribir más cuando he dicho todo lo que sé. Dar mucho a los pobres aumenta las riquezas de un hombre, pero no sucede lo mismo con la escritura. Si tus pensamientos sólo fluyen gota a gota, no puedes derramarlos a cántaros.

Sin embargo, Will me ha desentrañado y me siento en compromiso con él. El otro día le expresé lo que el bígaro dijo al alfiler: “Gracias por sacarme, pero eres muy agudo con el asunto.” El Señor Will no está lejos de la marca: después de que 300 mil personas compraran mi libro, ciertamente era tiempo de escribir otro. Aunque no soy un sombrerero, me convertiré en fabricante de sombreros, y aquellos que tengan cabeza pueden probarlos en mis almacenes. Aquellos que no tienen, ni siquiera los tocarán.

© 2010 por la traducción al español.

lunes, 11 de octubre de 2010

El corazón como órgano vital

La Biblia enseña lo que podríamos llamar UNA CARDIOLOGÍA   ESPIRITUimageAL. Habla lo suficiente el tema como para que no haya ninguna duda con respecto a su importancia. Así como para el cuerpo existen los que llamamos ‘órganos vitales’, así es considerado el corazón desde el punto de vista espiritual. Podemos afirmar que el estado de nuestras vidas espirituales depende del estado de nuestros corazones.

“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Prov. 4:23).

Del corazón brota lo que adoramos, confiamos, deseamos, seguimos, amamos y servimos.

“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45).

Según Heb.4:12, el corazón es el asiento de los pensamientos y de las intenciones. Interpretamos cosas con el corazón. Esa es la razón por la cual no siempre somos objetivos. Dos personas pueden hacer exactamente lo mismo, pero llevarlo a cabo con dos motivaciones completamente distintas. Cuidar el corazón es el corazón de la vida cristiana.

Como dice J. C. Ryle: “El corazón es el hombre. Es el asiento de toda la vida espiritual, salud, fortaleza y crecimiento” (Old Paths, p.341).

Hablar del corazón es hablar del interior del hombre. Tratar con el corazón es tratar con más que la mera apariencia. Si un médico nos dijera que tenemos un problema en nuestro corazón, no vamos a buscar el remedio simplemente cambiando de ropa o poniéndonos maquillaje. Esos toques externos no resuelven el problema. Del mismo modo, la vida cristiana no se trata esencialmente de lo que hacemos externamente, y mucho menos de las apariencias.

Si el corazón es tan vital, si lo externo no es lo más importante, ¿cómo estás cuidando tu salud espiritual?

miércoles, 29 de septiembre de 2010

¿Me es lícito sentir miedo…?

¿Es lícito sentir miedo estando en un ambiente de guerra, donde hay enemigos que lo único que intentan es destruir y matar? ¿Y qué si para colmo el otro ejército es más numeroso y tiene tecnología más avanzada y moderna?

¿Justificaría y defendería Dios el miedo de un marino que, teniendo gran experiencia en el mar, se encuentra un día con una tempestad tan grande que las olas cubren su frágil embarcación? Él ha visto tormentas, pero nunca nada como eso. El viento es más fuerte que nunca. Siente que hay más agua dentro que afuera. Para colmo, la nave no está hecha de fibra de vidrio ni de metal, sino de madera. Parece que está a punto de zozobrar. ¿Se justifica el miedo en esa condición?

¿Qué dirían ustedes del caso un padre con un hijo que se encuentra enfermo en estado agónico? ¿Puede un padre o una madre sentirse libre de sentir temor en una condición así?

Estos tres escenarios aparecen en las páginas de las Sagradas Escrituras, y en todos la respuesta de Dios es: ¡No temáis!

El primer caso aparece en el capítulo 20 del libro de Deuteronomio. “Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, si vieres caballos y carros, y un pueblo más grande que tú, no tengas temor de ellos, porque Jehová tu Dios está contigo, el cual te sacó de tierra de Egipto” (v.1). El Señor no quiere que sus soldados tengan temor. La realidad de su presencia debería ser suficiente para que, por la fe, esos combatientes del Altísimo avancen con valentía contra enemigos más poderosos. Sus hechos portentosos del pasado, como el éxodo de Egipto, deben enriquecer nuestra confianza ante los retos del presente.

El segundo caso trata con  la experiencia de los apóstoles en Mateo 8:23-27. En el Mar de Galilea se desató una tormenta tan impresionante que aun los experimentados discípulos vieron con estupor. Nos preguntamos una vez más: ¿Tenían ellos licencia para sentir miedo y temor? Las palabras de Cristo fueron las siguientes: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza” (v.26). Ese temor tenía su raíz en la incredulidad. La fe puede hacernos sentir confianza, no sólo de que Jesús puede calmar las tormentas de la vida. De haberlo querido, el Señor podía sacarlos con todo y barca del mar y llevarlos a tierra seca en un instante. La incredulidad es aquello de lo que se alimenta el temor.

Finalmente, el tercer caso fue lo que ocurrió con Jairo (Marcos 5:21-23, 35-43). Este hombre tenía a su hija tan enferma que estaba agonizando. Aquel que era un principal de la sinagoga se había llenado de ansiedad. Su hija estaba a punto de morir, y la medicina no podía hacer nada por ella. En un acto de desesperación acude a Jesús y le suplica su asistencia. Pero se encuentra con el terrible inconveniente de que muchos otros estaban tratando también de hallar socorro en el Maestro. La atención del Señor se desvía hacia el caso de un mujer enferma desde hacía doce años. Allí estaba Jairo esperando. El evento parecía durar una eternidad. Cuando ya estaba a punto de insistir con Jesús, llegaron las terribles noticias de que su hija había muerto. Las palabras del Señor a Jairo en ese momento son sencillamente increíbles: “No temas, cree solamente” (Mr. 5:36). En el momento en que el miedo nos parece más justificado, Jesús quiere que no tengamos temor. ¿Lo que necesitamos? Una vez más sale a relucir que es fe lo que necesitamos. Necesitamos creer en Dios y creer a Dios; necesitamos creer en su soberanía, en su poder, en su amor y en su bondad; necesitamos creer en sus promesas de que nunca nos dejará ni nos desamparará, y de que a los que aman a Dios todo ayuda para bien (Rom. 8:28).

Si creyéramos más en el Dios que confesamos, temiéramos menos ante las incertidumbres de la vida.

“Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar;  aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza… Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra.  Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob” (Salmo 46:2-3, 10-11).

miércoles, 8 de septiembre de 2010

¿Estoicos, Emocionalistas o Emocionales?

Había una vez… Una época en que las cosas se hacían porque eran buenas y correctas. Las decisiones se tomaban en base a la rectitud, la honestidad y los principios de moral. A juzgar por cómo andan las cosas hoy día, parecería que estamos narrando un cuento, un drama proveniente de un libro de ficción. Eran días en que se esperaba que los padres ejercieran un liderazgo ejemplar en el hogar y fuera de éste, que los ciudadanos exhibieran civismo, que los políticos hablaran y vivieran según las normas. Esos días ya se han ido. Hoy reina la anarquía de los sentimientos. Las personas hacen las cosas porque quieren hacerlo. Así surgen multitud de relaciones, negocios y actividades ilícitas. ¿La justificación? “Me siento bien conmigo mismo”; “lo amo, y eso está por encima de todo”. Las emociones reinan supremas. “¡Abajo con las normas! ¡Abajo la razón y el buen juicio!” Así se justifican montones de divorcios. De esa forma se defiende el homosexualismo. Lo que Dios opine tiene a la sociedad sin cuidado. Los “mejores” sentimientos están detrás de actos de corrupción, uso y tráfico de estupefacientes, abandonos del hogar, embarazos en menores de edad, vidas desperdiciadas en el vicio y el juego. En fin, toda una gama de primores que tienen a la sociedad en la condición en que nos encontramos, puede ser rastreada a esto: somos emocionalistas y seguimos el dictado de nuestros sentimientos.

No me malinterpretes. Dios nos hizo criaturas emocionales. Es parte de la imagen divina en el hombre. La única emoción humana que no tiene un paralelo divino es el miedo, porque Dios no teme a nada ni a nadie. Pero habiendo aclarado esto, podemos afirmar con toda seguridad que el hombre es una criatura emocional porque Dios lo hizo así. El origen de la ternura de una madre está en el cielo. La compasión que sabe colocarse en la piel del que padece una condición miserable viene de Dios. Las emociones son buenas, siempre y cuando funcionen en el marco designado por el Creador. El problema surge cuando actuamos fuera de los parámetros dejados por el Señor en su Palabra. Cuando el hombre reacciona impávido ante las maravillas de la creación que podemos contemplar en un hermoso atardecer, en los impresionantes riscos del Gran Cañón del Río Colorado y en la majestad de la Ballena Azul, está manifestando un desajuste emocional. Estamos supuestos a reaccionar con admiración por el principio de estética que el mismo Creador implantó en nuestras almas. Dios no es estoico. La creación nos da testimonio de ello. De otra forma no habría la variedad ni los colores que vemos en el mundo. El estoicismo es una disfunción emocional. Pero el emocionalismo también lo es. Esto ocurre cuando las emociones actúan independientes del juicio y de la razón, cuando se van tras los objetos equivocados, cuando nos llevan a amar lo que Dios aborrece, y a menospreciar lo que Dios ama.

“He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones” (Ecl. 7:29). La caída del hombre en el pecado afectó todas sus facultades—emociones incluidas. El amor que antes amaba a Dios de manera suprema y a los demás de forma sacrificial, ahora es cruel e indiferente, actúa de manera egoísta y por interés personal. El gozo que antes se deleitaba en los atributos que adornan a la Deidad, ahora queda extasiado con las chucherías de este mundo; y cuando no las puede obtener, es presa del abatimiento y la depresión. La paz que antes evidenciaba una relación limpia y abierta con el Señor, ahora es sustituida por el miedo y el temor, de manera que el hombre huye de Dios y se espanta ante las inseguridades de la vida. Y así sucede con todas las emociones del alma humana. Cuando Dios denuncia el pecado de su pueblo al dejarle por otras cosas, lo expresó con las siguientes palabras: “Espantaos, cielos, sobre esto, y horrorizaos; desolaos en gran manera, dijo Jehová. Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (Jeremías 2:12-13). Fuimos creados con sentimientos diseñados para hallar nuestro deleite y satisfacción en el Creador. Sin embargo, el hombre se ha convertido en una máquina de fabricación de ídolos que prometen sosiego y paz, bienestar y plenitud, y lo único que consigue es agitación espiritual, sentimientos de culpa y profunda insatisfacción.

La solución para una vida emocional estable se encuentra en Jesucristo. Con Cristo en nuestras vidas por medio del nuevo nacimiento es que podemos dar muerte a los malos hábitos emocionales y cultivar nuevas actitudes. Por ejemplo, observa cómo el apóstol Pablo se dirigió a los efesios: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:31-32). Cuando el Espíritu Santo entra en el corazón, lo convierte en una morada adecuada para su presencia, y parte de la obra de santificación que lleva a cabo la realiza en nuestras facultades emocionales. Con Él podemos cambiar el enojo por benignidad y la gritería por misericordia. En otras palabras, nos transforma a imagen del modelo perfecto: nuestro Señor Jesucristo. No existe mejor ejemplo de lo que significa una vida emocional estable que Jesús. En los Evangelios le vemos experimentar profunda tristeza (Mt. 26:38) y llorar ante la tumba de Lázaro (Juan 11:35). Se enojó ante la dureza de los corazones de las personas (Mr. 3:5). Experimentó profundo gozo (Luc. 10:21), pero también dio expresión a la experiencia más grande de abandono que ser humano jamás haya vivido (Mt. 27:46). Su satisfacción estaba en Dios el Padre, por eso dijo que hacer su voluntad era su comida y su bebida. Nunca ha habido un hombre con mayor contentamiento que Jesús. Pero tampoco ha habido otro hombre con mayor dominio propio. Sus emociones siempre estuvieron bajo control, dentro de los límites que Dios ha trazado en su Palabra. Por eso es el modelo perfecto y la imagen a la cual estamos siendo transformados.

No debemos ser estoicos ni tenemos que ser emocionalistas. Sin embargo, Dios nos hizo criaturas emotivas. Nuestras almas deben reaccionar a su grandeza y majestad. Por eso el Salmo 100 nos invita a venir ante su presencia con regocijo. No debe ser de ninguna otra forma. Nuestras almas deben responder a la gran bendición del evangelio. Dios salva a pecadores. No podemos escuchar mejores noticias. Cuando la apatía a estas cosas se adueña del corazón, ahí habrá ineludiblemente un desbalance emocional. ¿Cómo imaginamos a Pablo bendecir a Dios en Efesios capítulo 1? ¿Cómo piensas que Dios espera oír nuestras aleluyas y hosannas ante su presencia? Él espera que le sirvamos y adoremos con todo el corazón. Emocionalistas, no. Estoicos, menos. Pero ciertamente emotivos.

© Salvador Gómez Dickson  2010

martes, 17 de agosto de 2010

¿Ausencia o presencia de Dios en el infierno?

Hablar del tema del infierno es algo que siempre debe ser hecho con gran sobriedad. El lenguaje bíblico tiene el propósito de reflexionar con seriedad las implicaciones del asunto. Una de las frases con que el apóstol Pablo describe la condición de los condenados en el infierno es la siguiente: “…Los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Tesalonicenses 1:9). Llamo la atención a la frase “excluidos de la presencia del Señor”.

¿Quiénes se perderán eternamente en semejante lugar? Aquellos que menospreciaron a Dios y a su Hijo Jesucristo; los que no depositaron su fe en el único Salvador. No obstante, el infierno no es el cumplimiento del deseo de los incrédulos. No es el cumplimiento del anhelo de estar lejos de Dios. Por lo menos no en el sentido en que ellos quisieran.

Una cosa es la presencia de bendición, la presencia especial de Dios, la manifestación del favor y de la gracia de Dios. Otra muy diferente es su presencia de ira e indignación. Dios es omnipresente. Nunca habrá un lugar en todo el universo en el que la presencia de Dios no se encuentre. En ese mismo instancia tal lugar dejaría de ser.

En este sentido, las palabras de R. C. Sproul que fueron citadas en el blog de Justin Taylor, son iluminadoras:

“Es común decir que el infierno es la ausencia de Dios. Tales declaraciones están motivadas en gran medida por el terror de contemplar cómo es el infierno realmente. A menudo tratamos de suavizar el golpe y encontramos un eufemismo para bordear el asunto.

“Necesitamos darnos cuenta de que aquellos que están el infierno no desean nada más que la ausencia de Dios. No quisieron la presencia de Dios durante sus vidas terrenales, y ciertamente no lo quieren cerca cuando están en el infierno. Lo peor del infierno es la presencia de Dios allí.

“Cuando usamos las imágenes del Antiguo Testamento en un intento de entender el abandono de los perdidos, no estamos hablando de la idea de estar apartados de Dios o de la ausencia de Dios en el sentido de que cesa de ser omnipresente. Antes bien, es la manera de describir el retiro de Dios en términos de su bendición redentora. Es la ausencia de la luz de Su rostro. Es la presencia del ceño fruncido de Su rostro.

“Es la ausencia de la bendición de Su gloria revelada, la cual es el deleite de las almas de aquellos que le aman, pero es la presencia de las tinieblas del juicio.

“El infierno refleja la presencia de Dios en forma de juicio, en el ejercicio de Su ira, y de eso es que todos querrán escapar. Pienso que por esto es que nos confundimos. Hay un retiro de Dios en el sentido de las bendiciones de la cercanía radical de Dios. Sus beneficios pueden ser quitados de nosotros, y a eso es lo que este lenguaje llama nuestra atención.”

—R. C. Sproul, The Truth of the Cross (Orlando, FL: Reformation Trust, 2007), pp. 157-158.

lunes, 16 de agosto de 2010

Una bendición, no un derecho

La siguiente es una cita del libro LAS BUENAS NUEVAS QUE CASI OLVIDAMOS (The Good News We Almost Forgot) de Kevin DeYoung.

“La redención no es un derecho sino una bendición. No todos serán salvos. Aunque la caída de la humanidad fue universal, la salvación no lo es. Es únicamente por la fe que somos unidos a Cristo y participamos de todo lo que Su salvación logró” (Lord’s Day 7).

jueves, 5 de agosto de 2010

PUEDES TORCER LA RAMA PERO NO EL ÁRBOL

Por Charles Spurgeon

image Ni la escalera, ni el palo, ni la cuerda servirán para enderezar el árbol torcido. Ese trabajo debió haber sido iniciado mucho antes. Guía a los árboles mientras todavía son tiernos, y entrena a los jóvenes antes que la barba salga en sus barbillas. Si quieres que el ave trine, sílbale mientras todavía es joven; difícilmente aprenda la tonada después que ha aprendido las notas de las aves salvajes. Comienza a enseñar desde temprano, porque comienzan a pecar desde temprano. Atrápales mientras sean jóvenes y puedes esperar mantenerlos.

Lo que se aprende de joven se aprende de por vida. Lo que escuchamos de primero lo olvidamos de último. La ramita torcida crece hasta ser un árbol torcido. Cuando un mucho es rebelde, conquístalo, y hazlo bien la primera vez, para que no haya necesidad de hacerlo otra vez. La primera lección de un niño debe ser la obediencia. Después puedes enseñarle lo que quieras. Pero la mente joven no puede ser amarrarse demasiado apretada o puedes afectar su crecimiento e impedir su fortaleza.

Dicen que una niñera tonta puede levantar a un niño sabio, pero no lo creo así. Nadie necesita más sentido común que una madre. No funciona estar siempre impidiendo cosas; sin embargo, recuerda que dejas un niño a su voluntad y a un cachorro lo que se antoje, ambos sufrirán las consecuencias. Debemos hacer que la espalda del niño se doble, pero no debe ser quebrantada. Debe ser gobernado, pero no con vara de hierro. Su espíritu debe ser conquistado, pero no aplastado.

En ocasiones la naturaleza vence a la crianza, pero la mayoría de las veces el maestro tiene la victoria. Los niños son lo que son hechos. La pena es que muchos son arruinados en la crianza misma. Podemos mecer un niño demasiado duro. Podemos echarlos a perder por demasiados golpes o por demasiados besos. Conocí a dos niños que tuvieron una madre cristiana, pero ésta siempre les dejaba salirse con las suyas. El resultado fue que al crecer se dedicaron a la bebida y a las malas compañías, y pronto derrocharon la fortuna que su padre les había dejado. Nadie los controlaba ni ellos tenían control de sí mismos, de manera que tamborilearon por el camino ancho como hijos de carnicero con caballos desbocados, y no había forma de detenerles. El haber utilizado una vara o dos cuando todavía eran pequeños habría sido un uso provechoso de la madera.

Cierto es que un niño puede ser tratado con demasiada severidad; pueden ser encerrados por muchas horas en la escuela, cuando una buena corrida o juego le habría hecho mucho bien. Las vacas no dan más leche por ser ordeñadas más a menudo, ni los niños aprenden más por pasar largas horas en una habitación calurosa.

Se puede forzar a un muchacho a aprender hasta perder la mitad de su cabeza. Los frutos forzados tienen muy poco sabor. El que es un hombre a los 5 es un necio a los 15. Si preparas carne de ternera no tendrás carne de res. El aprendizaje puede ser tan largo que el pequeño zopenco siempre está atrasado.

Tiene que haber un balance en todo. Es un buen padre aquel que entiende esto, de tal modo que gobierna su familia con amor, y su familia ama ser gobernado por él. Algunos son como Elí, que dejó a sus hijos pecar y sólo les reprendió un poco. A la larga éstos vienen a ser padres crueles. Otros son demasiado estrictos, y convierten del hogar un lugar miserable, impulsando así a los jóvenes al camino incorrecto en el otro extremo. Las ropas demasiado apretadas son muy fáciles de romper, y las leyes rígidas son frecuentemente quebrantadas. Pero la ropa demasiado holgada también se rompe; donde no hay leyes las cosas salen mal. Es muy fácil errar en los extremos y muy difícil bailar con la cuerda corta de la sabiduría. Anótalo: aquel que tiene esposa y niños nunca estará libre de cargas que sobrellevar. Observa lo que obtenemos cuando nos casamos, no obstante muchos hay que no se detendrán.

En estos días los niños se salen mucho con las suyas y a menudo hacen de sus madres y padres sus esclavos. ¡A qué punto hemos llegado cuando los polluelos ansarinos enseñan a los gansos, y cuando los gatitos enseñan a los gatos. Es el trastorno de todo; ningún padre debe tolerar semejante cosa. Es tan malo para los muchachos como lo es para los adultos. Saca lo peor de cada quien. Preferiría antes ser un gato sobre ladrillos ardientes o una rana en tormentos, que dejar a mis hijos ser mis amos. No, la cabeza debe ser la cabeza o herirá a todo el cuerpo.

Traducción: Salvador Gómez Dickson © 2010

martes, 29 de junio de 2010

¿Más sabios que Dios?

Charles Simeon expresó que es una “infatuación sustituir con cualquier otro plan de salvación aquel que Dios nos ha ofrecido. Supón por un momento (aunque es una suposición horrorosa y blasfema) que nosotros fuéramos más sabios que Dios, y que supiéramos mejor que Él lo que realmente tenía que hacer. Todavía tenemos que preguntarnos: ¿somos más Fuertes que Él? ¿Podemos obligarle a alterar sus decretos? ¡Es una vana esperanza! Podemos albergar prejuicios tan fuertes como queramos y llenar el Evangelio de nombres oprobiosos. De todas maneras será verdad e irreversible que “el que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.” Dejémonos de tejer telas de araña y aceptemos con gratitud “la salvación que está en Cristo Jesús”.” [1]


[1] Simeon, C. (1832-63). Horae Homileticae Vol. 20: James to Jude (543). London.

sábado, 17 de abril de 2010

El buen orden de los Colosenses

“Porque aunque estoy ausente en cuerpo, no obstante en espíritu estoy con vosotros, gozándome y mirando vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe en Cristo” (Col. 2:5).

Sam Storms comenta sobre este versículo:

“La palabra que se traduce ‘buen orden’ señala a la conducta bien ordenada de los colosenses. Él (Pablo) tiene en mente vidas que están alineadas con la revelación bíblica, hábitos de vida diarios que reflejan los valores de Jesús, una obediencia inquebrantable a la voluntad de Dios, sin importar qué tan impopular o infructuosa sea ésta” (The Hope of Glory,  chapter 45).

sábado, 20 de febrero de 2010

El pecado es infracción de la ley

Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4).

Uno de los grandes problemas del pecado es su antagonismo hacia la ley de Dios. La ley es una manifestación de su voluntad. Si decimos amar a Dios, tener comunión con Él y haber nacidos de Él, entonces estamos en el compromiso de deleitarnos en el cumplimiento de su voluntad, pues deseamos agradarle. El pecado es una contradicción de esa intención. Si preguntamos a los hijos de Dios, ¿quieres ver a Dios triste? Podemos asegurar que su respuesta será negativa. ¿Por qué pecamos, entonces? Lo hacemos cuando permitimos que en ese momento otros deseos usurpen la santa ambición de serle agradables (2 Cor. 5:9).

A veces tendemos a ver la ley de Dios en sí misma y perdemos de vista al Dador de esa ley. La ley es importante por razón de quien la estableció. Dios es un legislador universal, en otras palabras, su ley abarca a todos. Nadie escapa al señorío y autoridad del Señor. Es posible que no tengas ningún interés en las leyes de Botswana porque no vives allí. Lo que no podemos es darnos el lujo de ignorar las leyes del país en el que vivimos, pues nos encontramos bajo su autoridad. En ese sentido, la autoridad divina comprende el mundo entero. Toda infracción de la ley divina es un desafío a la autoridad de Dios. Sus mandamientos son una expresión de su carácter. Pecar es amar lo contrario.

En el versículo anterior Juan nos habla de cómo la expectativa y anticipación a la segunda venida de Cristo es un fuerte estímulo hacia la pureza. “Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (3:3). En el v.4 nos presenta el contraste. Mientras uno se purifica, el otro se contamina. En el v.3 describe la actitud correcta que tiene todo el que permanece en Cristo—el camino de la santidad. En el v.4 nos describe el camino incorrecto—el camino del pecado.

El verdadero creyente guarda los mandamientos (1 Juan 2:3-4). ¿Cómo está tu obediencia? Recuerda, cualquier controversia con la ley de Dios es una controversia con el Dios de la ley.

© Salvador Gómez Dickson

martes, 9 de febrero de 2010

Biografía de John Newton gratis

Recomendamos a nuestros lectores adquirir durante el mes de febrero la edición electrónica del libro “John Newton: From John Newton: From Disgrace to Amazing GraceDisgrace to Amazing Grace” del autor Jonathan Aitken. Nos referimos al libro que Amazon y Crossway han puesto a disposición de los usuarios del lector Kindle. Recuerden que para leerlo no es imprescindible tener un lector Kindle. También se puede leer en el programa Kindle para PC, al igual que en el Kindle para iPhone y iPod. Para adquirir el libro haga clic en la portada.

jueves, 28 de enero de 2010

Fábulas de Esopo — El lobo disfrazado de oveja

Un lobo llevaba ya varios días acechando de cerca un rebaño de ovejas. Pero el pastor había estado tan vigilante que no había encontrado oportunidad de atacar y el lobo se desesperaba.

Cierto día el lobo encontró una piel de oveja que había sido desechada. Rápidamente se la echó encima y se introdujo en el rebaño confundiéndose entre las ovejas que pastaban. Aun el pastor mismo fue engañado con esta treta, y cuando llegó la noche el lobo disfrazado fue encerrado junto a las ovejas en el redil.

Pero esa noche el pastor, deseando preparar su cena, bajo al redil y tomó el primer animal a su alcance. Confundiendo al lobo por una oveja, el pastor le mató en el acto.

Moraleja: Las apariencias engañan.

miércoles, 27 de enero de 2010

Fábulas de Esopo — El Perro en el Establo

Un pero que buscaba un lugar quieto y cómodo en el cual tomar un siesta entró en el establo de un buey se echó sobre el heno.

Poco después el buey llegó hambriento tras un arduo día de trabajo, entró a su compartimiento y encontró al perro en su establo. El perro, encolerizado por haber sido despertado de su siesta, se levantó, ladró y amenazó al buey cada vez que éste se acercaba a su heno.

El buey es una bestia paciente, pero finalmente protestó: “Perro, si quisieras comerte mi comida no tendría objeción. Pero ni te la comes ni me dejas disfrutarla, lo cual considero un acto muy grosero de tu parte.”

Moraleja: Algunos envidian de otros lo que ellos mismos no pueden disfrutar.

sábado, 23 de enero de 2010

Esquivando y Evitando la Ira del Rey

“La ira del rey es mensajero de muerte; mas el hombre sabio la evitará” (Proverbios 16:14).

King Ahaseurus at CourtEste es un proverbio que nos instruye, no tanto a dominar el temperamento para no enojarnos contra otros, sino a ser sabios ante la ira de los demás, en este caso la ira del rey. Un rey airado podía llegar a infligir la muerte de uno de sus súbditos. Como nos dice Charles Bridges en su comentario:

“Aquí se desarrolla el vasto poder de un rey en un cuadro gráfico del despotismo oriental. La vida y la muerte están en sus manos. Su voluntad es una ley (Ecl.8:4). Cada señal de su ira, aun su ceño fruncido o la palabra de su boca, es un mensajero de muerte. El déspota declara la orden y el verdugo realiza su encomienda sin tardanza o resistencia. No era poca la sabiduría que se necesitaba para apaciguar su ira” (p.235).

La ira del rey podría estar justificada. En tal situación el hombre sabio será lo suficientemente humilde como para reconocer su falta y enmendar sus caminos. El arrepentimiento y la confesión a tiempo pueden evitar grandes consecuencias que los soberbios sufren sin necesidad a causa de su obstinación. Si la ira del rey es injustificada, es de sabios saber responder a la ocasión con las palabras, los gestos y las actitudes adecuadas. La blanda respuesta aplaca la ira hasta de los reyes más arbitrarios (Prov. 15:1). La prudencia nos enseña a no colocarnos innecesariamente en el camino del furor de hombres autoritarios.

Un hombre sabio ve más allá de la situación que tiene por delante. Puede prever las consecuencias que determinadas reacciones pueden provocar. ¿Por qué exacerbar los ánimos de alguien que tiene en su potestad producir daños irreversibles? ¿Por qué tenemos que necesariamente ganar un punto inútil? ¿Por qué llevar la situación a extremos peligrosos? Algunos se ufanan de ser valientes, y lo son, pero también son insensatos. Son dominados de tal manera por sus pasiones que quedan carcomidos por sus propios enojos. “Como rugido de cachorro de león es el terror del rey; el que lo enfurece peca contra sí mismo” (Prov. 20:2).

Considera los siguientes textos:

Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no dejes tu lugar; porque la mansedumbre hará cesar grandes ofensas” (Ecl. 10:4). “Con larga paciencia se aplaca el príncipe, y la lengua blanda quebranta los huesos” (Prov. 25:15). “Los hombres escarnecedores ponen la ciudad en llamas; mas los sabios apartan la ira” (Prov. 29:8).

Jonatán supo apaciguar la ira de su padre (1 Sam.19:4-6). Aprendamos también la escuela de la sabiduría cómo evitar y aplacar el enojo de los demás. Una cosa es aprender a controlar la ira en nosotros mismos, y otra muy diferente saber reaccionar ante la ira de los demás o evitar que ésta se encienda. Según los textos antes mencionados, la mansedumbre y la paciencia son claves para lograrlo. Pide a Dios que te ayude a desarrollar el arte de calmar y sosegar el enojo en los demás. ¿Por qué no hacerlo ahora?

© Salvador Gómez Dickson

lunes, 11 de enero de 2010

The Present—the Prophecy of the Future

By Alexander Maclaren

Stretching forward to the things which are before, I press on towards the goal (Phil. 3:13, 14).

CHILDHOOD is the prophecy of maturity. “The child is father of the man”; the bud foretells the flower. In the same way, the imperfections of the Christian life, as it is seen here, argue the existence of another state where all that is here in the germ shall be fully matured, and all that is here incomplete shall attain the perfection which alone will correspond to the power that works in us. Think of the ordinary Christian character. The germ is there, and more than the germ. As one looks at the crudity, the inconsistencies, the failings, the feebleness of the Christian life of others, or of one’s self, and then thinks that such a poor imperfect exhibition is all that so Divine a principle has been able to achieve in this world, one feels that there must be a region and a time where we shall be all which the transforming power of God’s Spirit can make us. True, the very inconsistencies of Christians are as strong a reason for believing in the perfect life of heaven as their purities and virtues. We have a right to say mighty principles are at work after Christian souls―the power of the Cross, the power of love essaying to obedience, the power of an indwelling Spirit; and is this all that these great forces are going to effect on human character? Surely a seed so precious and Divine is somewhere and some time to bring forth something better than these few poor half-developed flowers, something with more lustrous petals and richer fragrance. The plant is clearly an exotic here; does not its obviously struggling growth here tell of warmer suns and richer soil where it will be at home?

There is a great deal in every man, and most of all in Christian men and women, which does not fit this present. All other creatures correspond in their capacities to the place where they are set down; and the world in which the plant or the animal lives, the world of their surroundings, simulates to activity all their powers. But that is not so with a man. “Foxes have holes, birds of the air have nests.” They fit exactly and correspond to their “environment.” But a man! ―there is an enormous amount of waste faculty about him if he is only going to live in this world. There is a great deal in every nature, and most of all in a Christian nature, which is like the packages that emigrants take with them, marked “Not wanted on the voyage.” These go down into the hold, and they are only of use after landing in the new world. If I am a son of God, I have got much in me that is “not wanted on the voyage”; and the more I grow into His likeness, the more I am thrown out of harmony with the things round about me in proportion as I am brought into harmony with the things beyond.

“Neither life, nor death, nor things present, not things to come, nor height, nor depth, nor any other creature,” shall be able to break that tie and banish the child from the conscious grasp of a Father’s hand. Dear brother and sister, can you say, “Now am I a child of God”?

Then you may patiently and peacefully front that dim future.

miércoles, 6 de enero de 2010

Libro gratis en formato Kindle

In My Place Condemned He Stood

En estos días Amazon y Crossway están ofreciendo de manera gratuita el libro IN MY PLACE CONDEMNED HE STOOD, escrito por J. I. Packer y Mark Dever. Aproveche la oportunidad. Normalmente estos especiales no duran mucho tiempo.

Es para el formato Kindle. Si usted no tiene un lector portátil Kindle, puede descargar el programa gratuito para PC desde Amazon para leer el libro.

http://www.amazon.com/Place-Condemned-Stood-Celebrating-ebook/dp/B001AMLI1W/ref=sr_1_1?ie=UTF8&s=digital-text&qid=1262797574&sr=1-1

In My Place Condemned He Stood: Celebrating the Glory of the Atonement

In My Place Condemned He Stood: Celebrating the Glory of the Atonement