Después de leer la historia de los pecados de David contra Betsabé y Urías, cualquiera puede ser llevado a pensar que Urías, como la persona que perdió la vida en el proceso, fue el ser más afectado por las acciones de David. Sin embargo, al momento de su confesión expresó: “Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos...” (Salmo 51.4, RVR60). La realidad es que la persona más afectada por todo fue Dios —el corazón del Señor fue el más herido de todos. Las implicaciones del asunto sobre Urías fueron irreversibles; ¡perdió su vida! Pero lo más horrible de todo fue que pecó contra Dios.
¿Dónde radicaba la esperanza de David? ¿En que Urías le perdonara? No, pues ya no podía traerle a la vida de nuevo. La verdadera esperanza de David estaba en Dios, quien es amplio en perdonar. Él puede limpiar hasta la conciencia de un asesino sin que la persona asesinada diga media palabra. Aun después de todo esto, el Espíritu de Dios guió las cosas para que quedara registrado en la Biblia el hecho de que David era un hombre conforme al corazón de Dios. ¡Cuánta misericordia!
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