martes, 27 de enero de 2009

Traicionando a Cristo con un Beso — 7

Por Maurice Roberts

[The Banner of Truth Magazine, Dic 1993]

El pecado convirtió a Satanás de serafín en diablo. El pecado vació el cielo de una hueste de los ángeles. Redujo  el paraíso a un mero campo de espinos. Convirtió al primer hijo en un asesino que mató a su propio hermano y habló insolentemente contra Dios mismo. Convirtió el mundo antiguo antes de la caída en un foso de vicio y violencia. Borró a todos excepto a ocho personas en el arca y atrajo fuego del cielo sobre los hombres de Sodoma. Ha desolado a todas las civilizaciones que el hombre ha formado, esparció a los judíos a través del mundo durante dos mil años y roe todas las instituciones vitales de nuestro mundo moderno. ¿Se atrevería un hombre en su sano juicio tener un punto de vista ligero y cómodo de su propio corazón pecaminoso? Puede que quizás lo haga, pero un cristiano no puede.

No obstante, nos hemos confinado ahora a mencionar los pecados seculares. También debemos hacer mención del refinamiento del mal que se lleva a cabo bajo la pretensión del amor a Cristo. El pecado no se satisface con el poder secular, sino que aspira más aún a sentarse donde sólo Dios debe estar sentado. Los pecados seculares pueden considerarse como pecados juveniles. Son detestables, pero no llenan la medida de la madurez plena que caracteriza a las maldades espirituales.

CONT.

lunes, 26 de enero de 2009

Cayendo en el mismo hoyo que cavamos

“Se hundieron las naciones en el hoyo que hicieron; en la red que escondieron fue tomado su pie.  Jehová se ha hecho conocer en el juicio que ejecutó; en la obra de sus manos fue enlazado el malo” (Salmo 9:15-16).

El mundo está gritando a viva voz que quitemos los cimientos morales, que derribemos todo freno a la libertad humana, que permitamos que cada quien dé expresión a sus más íntimas pasiones.

Es malo el perjurio, pero decir mentiras “blancas” y ser hipócritas ante los demás es la norma que justificamos a toda costa. El sida es una calamidad, pero no el estilo de vida que lo disemina. No queremos que los rebeldes de la sociedad nos afecten, pero estamos criando los rebeldes de mañana en nuestros propios hogares. Los hombres hacen a sus esposas lo que jamás querrán que sus yernos hagan a sus hijas.

A lo malo se llama bueno y a lo bueno malo. Es malo cuando otros lo hacen; es justificable cuando ellos mismos complacen sus pasiones. Estamos cavando nuestro propio hoyo; estamos cayendo en nuestra propia red.

Pedir a Dios que nos deje tranquilos en nuestros pecados no es el camino a la felicidad. Al final de esa senda sólo hay miseria y calamidad.

¿Quién está dispuesto a cuestionar sus caminos y a corregir lo torcido? Vuélvase el hombre a Dios, quien está dispuesto a perdonar.

lunes, 19 de enero de 2009

Traicionando a Cristo con un Beso — 6

Por Maurice Roberts

[The Banner of Truth Magazine, Dic 1993]

Es esta concupiscencia o inclinación a hacer el mal lo que preocupa al creyente piadoso. Éste deplora los primeros movimientos de corrupción que hay dentro de sí; el destello de la ira, el aliento de la hipocresía, el pensamiento errabundo, la imaginación pasajera, el deseo espontáneo. No le bastará que se diga que todas esas sugerencias son neutrales por el hecho de no terminan en palabras o en hechos. La Biblia habla de cosas tales como los pensamientos pecaminosos (Prov. 30:32; Gén. 6:5).

Una vez más, no podemos pretender que todos estos males ocultos estén libres de culpa por el  hecho de venir del diablo. Mientras los resistamos completamente, somos libres de culpa. Pero la experiencia dolorosa y honesta nos recuerda que hemos permitido con demasiada frecuencia que los cuervos hagan nido sobre nuestras cabezas, cuando antes los espantábamos. Este pensamiento debería hacernos recordar que nuestra depravación todavía está ahí. Aunque no la noten algunos cristianos extrovertidos, siempre se encuentra bajo el ojo de nuestro Hacedor. Lo que entristece al creyente serio es que en él haya el más mínimo grano de lo que sabe desagrada a Dios.

No existe pretensión más peligrosa que la que sugiere que los pecados ocultos pueden ser vistos con complacencia por el hecho de estar ocultos. Toda la Biblia se levanta para refutar la idea de que podemos relajarnos un rato en nuestra vigilancia del corazón malvado que hay dentro de nosotros. Olvidar lo que el pecado ha hecho en este mundo es venir a ser criminalmente ciegos.

CONT.

miércoles, 14 de enero de 2009

Traicionando a Cristo con un Beso — 5

Por Maurice Roberts

[The Banner of Truth Magazine, Dic 1993]

Ha habido cristianos que han desestimado esta descripción del pecado remanente en el creyente. Sienten que no hace justicia a la “victoria” y al “poder para vencer” que se supone el pueblo de Dios tiene. Hasta cierto punto ellos tienen la verdad de su lado. Es posible y alcanzable para el creyente cristiano vencer el pecado en su vida externa. No nos cabe en nuestras mentes que un hijo de Dios se permita pecados externos como la borrachera o la inmoralidad, el hablar corrompido o la idolatría flagrante.

La crítica que hacemos a esas teorías de la santificación que esperan que nos deshagamos de todo pecado remanente es que no toman en cuenta la pecaminosidad de los pecados que no se ven. El cristiano consciente difícilmente caiga presa de la pasión en sus formas corporales de expresión. No esperamos que se revuelque en la carnalidad ni que la vea en la pantalla. Pero el problema de sus tendencias depravadas todavía permanece. El pensamiento lujurioso no es tan pecaminoso como el acto lujurioso. Pero con todo sigue siendo pecado. Y el corazón de un hijo de Dios siente que es así y debería sentir que es así.

CONT.

martes, 13 de enero de 2009

Traicionando a Cristo con un Beso — 4

Por Maurice Roberts

[The Banner of Truth Magazine, Dic 1993]

No obstante, aquellos que leen su Biblia cuidadosamente han podido ver que el pecado es un monstruo que está  las puertas del alma humana, procurando continuamente penetrar, que sólo puede ser dominado por aquellos que tienen la gracia (Gén. 4:7). Por tanto, para el cristiano bien instruido, el pecado se muestra con su verdadera naturaleza como “sobremanera pecaminoso” (Rom. 7:13). No ven el pecado únicamente en las vidas de los personajes de la Escritura sino en todos los que viven alrededor de ellos—y principalmente en ellos mismos. Por larga y dolorosa experiencia han llegado a ver que es tan difícil sacudirnos del pecado como lo sería sacudirnos de nuestra sombra. Se levanta con nosotros cada mañana y nos acompaña durante todas las actividades del día, sean seculares o sagradas. Tiene toda una colección de habitaciones bien amuebladas en cada departamento de nuestra vida y cruza rápidamente por cada miembro del cuerpo y por cada facultad de la mente y del alma. No conoce día de reposo y nunca toma vacaciones de verano.

CONT.

lunes, 12 de enero de 2009

Juan Calvino sobre 1 Tes. 5:19-20

“De esta manera abrió Cristo el entendimiento de los discípulos (Luc. 24:27), no para que menospreciando las Escrituras fuesen sabios por sí mismos, sino para que entendiesen las Escrituras. Así mismo san Pablo, cuando exhorta a los tesalonicenses (1 Tes. 5:19-20) a que no apaguen el Espíritu, no los lleva por los aires con vanas especulaciones ajenas a la Palabra de Dios, sino que luego añade que no deben menospreciar las profecías; con lo cual quiere sin duda decir, que la luz del Espíritu se apaga cuando las profecías son menospreciadas.

“¿Qué dirán a esto esos orgullosos y fantaseadores que piensan que la más excelente iluminación es desechar y no  hacer caso de la Palabra de Dios, y, en su lugar, poner por obra con toda seguridad y atrevimiento cuanto han soñado y les ha venido a la fantasía mientras dormían? ... La Palabra es el instrumento con el cual el Señor dispensa a sus fieles la iluminación de su Espíritu. Porque no conocen otro Espíritu que el que habitó en los apóstoles y habló por boca de ellos, por cuya inspiración son atraidos de continua a oír su Palabra.”

[Instituciones, I.9.4]

miércoles, 7 de enero de 2009

Traicionando a Cristo con un Beso — 3

Por Maurice Roberts

[The Banner of Truth Magazine, Dic 1993]

Resulta chocante a aquellos que no estudian la Biblia darse cuenta de cuán seria es la postura que asumen hacia el pecado los predicadores cristianos. Los que apenas comienzan a leer la Escritura y a escuchar sermones evangélicos a menudo se sorprenden al oír que Dios considera que todo pecado es merecedor de su ira y maldición, que Dios castigará con tormentos eternos a quienes cometen pecado de manera impenitente, y que sin el evangelio de Cristo todo pecado es absolutamente imperdonable.

Entre aquellos que profesan fe en el Señor Jesucristo existe una amplia variedad de puntos de vista sobre el tema del pecado y su pecaminosidad. Quizás se podría afirmar que éste es el punto de divergencia entre el viejo y el nuevo evangelicalismo. Hoy día no está de moda tratar el pecado con mucha seriedad. Las razones de esto son muy claras. Muchos cristianos modernos están atrapados por otros intereses, más que por las demandas de la ley y el carácter de Dios. Se tiene interés en el hablar en lenguas, profetizar o la sanidad física. En muchos casos, entonces, los cristianos han asumido una actitud cómoda hacia el pecado. Se le ha dado cabida de varias formas y por tanto se debe condenar con el lenguaje duro y fuerte de antaño.

CONTINUARÁ...

martes, 6 de enero de 2009

Traicionando a Cristo con un Beso — 2

Por Maurice Roberts

[The Banner of Truth Magazine, Dic 1993]

El estudiante serio de la Palabra de Dios a menudo se habrá sorprendido e impactado por la manera en que el pecado exhibe su naturaleza provocadora. Debemos recordar que el pecado no vino a la existencia en el infierno, sino que comenzó su carrera en el cielo, entre los ángeles de Dios, a la vista del Trono eterno y mientras se ofrecían incesantemente alabanzas y acciones de gracias a la sagrada Trinidad. Ningún hombre ha logrado entender jamás cómo se incubó y fue colocado este huevo de cucú en el nido del cielo. Pero sabemos que fue así.

El pecado es aquello que nunca debió haber venido a la existencia. Es la criatura, de entre todas las criaturas, que no tiene a Dios como su Padre. El pecado es criatura de la criatura. Quizás no sea tanto una cosa, sino la ausencia de una cosa. Es la contradicción de la santidad de Dios. Se mofó de su soberanía tan pronto vino a la existencia.

Desde los primeros momentos de su entrada en la creación, el pecado ha amenazado a Dios y no ha cesado desde ese día de retar sus declaraciones y cada uno de sus atributos. Si el pecado pudiera destronar a Dios, lo habría hecho. Le encantaría matarlo y usurpar su lugar como Gobernador y Monarca de toda existencia. Toda la historia no es más que una repetición larga y tediosa del primer intento fútil de desafiar y destronar al Dios vivo. Toda idolatría es un intento evidente de hacer lo mismo. Toda religión corrompida es un intento patente de hacer lo mismo. Toda conducta rebelde y toda actividad impía es una manifestación de la malignidad interna del pecado hacia el ser glorioso de Dios.

CONT.

domingo, 4 de enero de 2009

Traicionando a Cristo con un Beso — 1

Por Maurice Roberts

[The Banner of Truth Magazine, Dic 1993]

Existe una audacia en el pecado que nos deja sin aliento. Es parte intrínseca de la naturaleza del pecado y uno de sus rasgos más centrales y esenciales. El pecado va tan lejos como su atrevimiento. Tiene frente de descaro y no conoce la vergüenza. No pestañea. El pecado es inmodesto, insensible y rudo. Se apresura a entrar donde los ángeles temen pisar. No tiene sentimientos refinados sino que pisotea las sensibilidades de los demás y es intolerante de las opiniones de otros. Es codicioso y llamativo. Peor aún, el pecado es un maestro de la hipocresía. No ama otra cosa que causar el mayor mal bajo la pretensión de hacer bien. En resumen, el pecado nunca está más feliz que cuando concibe y engendra su iniquidad al mismo tiempo que viste un manto de amor y piedad.

CONT.