Por Maurice Roberts
[The Banner of Truth Magazine, Dic 1993]
Resulta chocante a aquellos que no estudian la Biblia darse cuenta de cuán seria es la postura que asumen hacia el pecado los predicadores cristianos. Los que apenas comienzan a leer la Escritura y a escuchar sermones evangélicos a menudo se sorprenden al oír que Dios considera que todo pecado es merecedor de su ira y maldición, que Dios castigará con tormentos eternos a quienes cometen pecado de manera impenitente, y que sin el evangelio de Cristo todo pecado es absolutamente imperdonable.
Entre aquellos que profesan fe en el Señor Jesucristo existe una amplia variedad de puntos de vista sobre el tema del pecado y su pecaminosidad. Quizás se podría afirmar que éste es el punto de divergencia entre el viejo y el nuevo evangelicalismo. Hoy día no está de moda tratar el pecado con mucha seriedad. Las razones de esto son muy claras. Muchos cristianos modernos están atrapados por otros intereses, más que por las demandas de la ley y el carácter de Dios. Se tiene interés en el hablar en lenguas, profetizar o la sanidad física. En muchos casos, entonces, los cristianos han asumido una actitud cómoda hacia el pecado. Se le ha dado cabida de varias formas y por tanto se debe condenar con el lenguaje duro y fuerte de antaño.
CONTINUARÁ...
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