jueves, 9 de febrero de 2017

Los siete pecados ‘mortales’ (2)

En nuestra primera entrega acerca del tema de los siete pecados mortales, intentamos responder dos preguntas: (1) ¿Cuál es el origen de la lista de esos pecados mortales? y (2) ¿Es correcto hablar de pecados mortales según las Escrituras? Pasemos ahora a identificar esos pecados que tradicionalmente han sido catalogamos de esa forma.


III. ¿Qué pecados caen en la categoría de pecados ‘mortales’?

El Diccionario de Teología nos brinda la lista.
“Estos pecados son: orgullo, codicia, concupiscencia, envidia, glotonería, ira, pereza”[1].
Como ya habíamos señalado, estos pecados también son catalogados como ‘pecados capitales’. Algo capital es algo principal o muy grande. En este caso hace referencia a la magnitud de estos pecados por su impacto, por su generalidad (pues son los pecados a los que la naturaleza humana está principalmente inclinada), porque de ellos brotan los demás pecados. Por todo esto son capitales.

Por esto último son también llamados ‘pecados base’, porque son los más probables en producir otros pecados. Los puritanos solían decir que debemos tratar de matar al pecado cuando asoma la cabeza, no después que toma cuerpo, porque se hace más difícil y se necesitan medidas más drásticas. Si estos pecados engendran otros pecados, hacemos bien en prestar atención a sus primeras manifestaciones, aun cuando seamos únicamente nosotros quienes lo sepamos.

Alguien sabiamente dijo que hablamos de 7 pecados, y no de 77 o de 777, porque estos siete los representan a todos. Sabemos, por ejemplo, que el amor al dinero es capaz de producir multitud de pecados.

1 Timoteo 6.10 (LBLA)Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores.
También sabemos cómo el orgullo alimenta otros pecados. Fue lo provovó la condenación del diablo, como lo llama el apóstol Pablo (1 Tim. 3:6).


1. La glotonería


¿Es la gula un tema que sólo concierne a los que están fuera de forma o pasados de peso? Aunque este pecado guarda una relación directa con la comida, la verdad es que puede aplicarse a muchas otras cosas más. Se trata de falta de dominio propio al querer cosas en exceso.

El libro de Proverbios nos instruye a poner cuchillo en nuestra garganta cuando nos encontremos frente a la mesa (Prov. 23:1-3). Ciertamente debemos tener control de nosotros mismos en todo lo referente a la comida y a la bebida. Nuestra generación se caracteriza rendir culto al cuerpo o a las cosas que podemos disfrutar con el cuerpo. La bulimia es un mal de la época que afecta a muchas personas. Es un deseo compulsivo de comer de tal magnitud que la persona llega incluso a purgarse a sí misma para seguir comiendo.

La glotonería no es algo meramente físico. Es cierto que lo cometemos con el cuerpo, pero va mucho más allá. Es un problema espiritual que se manifiesta externamente como falta de dominio propio en el comer, pero realmente es un problema del corazón. Es el síndrome del “un poco más”. No sabemos decir “ya está bueno”, “ya basta”.

Algunos aplican este pecado, y creo que con razón, al uso descontrolado de las cosas, como la persona que abusa del entretenimiento. Es la persona que no sabe cuándo parar de jugar, que no es moderada en el uso del televisor o del internet. No es extraño observar que la persona con falta de dominio propio en un área también manifiesta esa misma falta de control en otras áreas, porque no se trata únicamente de lo que ocurre con el cuerpo.

Si queremos luchar contra este pecado, tenemos que ejercitar la virtud contraria. La moderación es la virtud contraria. En lugar de dejarnos dominar por las cosas o de ser esclavos de nuestros apetitos, sometemos esos deseos para que sean conformes a la voluntad de Dios.


2. La lascivia

La lascivia 
o pasión es un fuerte deseo, un gran antojo, una gran ansia por algo. Dios con hizo con deseos, pero tales deseos deben estar siempre bajo control. Cuando no es así, se convierten en deseos desordenados. El objeto del deseo puede ser incorrecto, pero también la intensidad del deseo por un objeto correcto puede ser pecaminosa. La pasión homosexual está mal por el objeto del deseo; la pasión adúltera, por igual. La atracción por el sexo opuesto es natural. Encontraremos esta atracción entre solteros, eso es normal, pero si la intensidad no se mantiene bajo absoluto control, aunque el objeto sea correcto, el deseo es desordenado.
Santiago 1.14–15 (LBLA)14 Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. 15 Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte.
Romanos 1.26–27 (LBLA) 26 Por esta razón Dios los entregó a pasiones degradantes; porque sus mujeres cambiaron la función natural por la que es contra la naturaleza; 27 y de la misma manera también los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lujuria unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos el castigo correspondiente a su extravío.
Hay una pureza contraria que estamos llamados a cultivar.
1 Tesalonicenses 4.3–5 (LBLA) 3 Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; es decir, que os abstengáis de inmoralidad sexual; 4 que cada uno de vosotros sepa cómo poseer su propio vaso en santificación y honor, 5 no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios.

Hay una pasión que no sólo es legítima sino también recomendable. Todo matrimonio debe ser un escenario para el ejercicio de esa pasión. Pero otro tipo de pasión, como lo dice Pablo aquí, que es ‘pasión de concupiscencia’. Su exhortación en este pasaje es a que nos dediquemos a cultivar la virtud contraria a la lascivia, que es la pureza de corazón o la santidad. Debemos anhelar la bienaventuranza de aquellos que tienen corazones puros.


3. La pereza

La Palabra de Dios alaba la diligencia y denuncia la pereza. Dios espera que tengamos una ética de trabajo que honre su nombre. Ni la flojera ni la mediocridad hacen justicia a lo que Dios espera de nosotros. Hacer un trabajo de forma descuidada es una forma de holgazanería. No poner el empeño suficiente es incorrecto, pues no querríamos que otros trabajaran para nosotros de esa manera.

Proverbios 12.24 (LBLA) La mano de los diligentes gobernará, pero la indolencia será sujeta a trabajos forzados.
Proverbios 21.25 (LBLA)El deseo del perezoso lo mata, porque sus manos rehúsan trabajar.
2 Tesalonicenses 3.10–12 (LBLA)10 Porque aun cuando estábamos con vosotros os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. 11 Porque oímos que algunos entre vosotros andan desordenadamente, sin trabajar, pero andan metiéndose en todo. 12 A tales personas les ordenamos y exhortamos en el Señor Jesucristo, que trabajando tranquilamente, coman su propio pan.
Este pecado guarda relación directa con el trabajo, pero cuando lo estudiamos más a fondo, descubrimos que afecta muchas otras áreas de la vida. Podemos caer en este pecado incluso por la forma en que cuidamos o descuidamos nuestras vidas espirituales. Podemos ser muy diligentes para ganar el pan con el sudor de nuestras frentes, y sin embargo, no cuidar con diligencia nuestros corazones. Eso también es pereza.

Descuidar a nuestras familias por ser trabajólicos también es una manifestación de este pecado. Nunca ha sido la intención de Dios que nuestras vocaciones sean causa de flojera en lo referente a nuestras almas, nuestras familias, nuestra involucración en la iglesia, etc. Dios aborrece el pecado aunque lo disfracemos con los vestidos más hermosos.


4. La ira

Reflexiona en los siguientes pasajes:

Salmo 37.8 (LBLA)Deja la ira y abandona el furor; no te irrites, sólo harías lo malo.
Colosenses 3.8–9 (LBLA)8 Pero ahora desechad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, maledicencia, lenguaje soez de vuestra boca. 9 No mintáis los unos a los otros, puesto que habéis desechado al viejo hombre con sus malos hábitos.
Efesios 4.26–27 (LBLA)26 Airaos, pero no pequeis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, 27 ni deis oportunidad al diablo.
Santiago 1.20 (LBLA)pues la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
La impaciencia nos traiciona. Queremos que las cosas sean como deseamos… ¡pero ya! Lidiar con algo que se daña, con el tránsito, con un hijo desobediente, con una hermanita que no respeta lo ajeno, con un marido desordenado, con un vecino escandaloso, etc. Todas estas cosas son retos para guardar la compostura.
Mateo 5.21–22 (LBLA)21 Habéis oído que se dijo a los antepasados: “No mataras” y: “Cualquiera que cometa homicidio será culpable ante la corte.” 22 Pero yo os digo que todo aquel que esté enojado con su hermano será culpable ante la corte; y cualquiera que diga: “Raca” a su hermano, será culpable delante de la corte suprema; y cualquiera que diga: “Idiota”, será reo del infierno de fuego.

Es evidente que nuestros enojos no son un juego para Dios. Jesús enseña que el infierno no está lejos de la persona iracunda. No sólo es un pecado mortal porque es causante de numerosas muertes. Es mortal porque puede hundir nuestras almas en la destrucción. Si de veras queremos guardar nuestras almas tenemos que practicar consciente y constantemente el control de nuestros espíritus.


5. La codicia

Un estudio reveló que el segmento que más se está endeudando en los EEUU son los super-ricos. Mantener el nivel de vida al que han estado acostumbrados y que tienen sus vecinos les ha resultado difícil. Imagínense, ¿cómo acostumbrarse a no tener un jet privado?

Pero la realidad es que éste no es un problema único de los super-ricos; son muchas las personas que viven con un presupuesto superior a lo que ingresa a sus bolsillos. En unos la codicia produce endeudamiento, pero otros, como el rico de la parábola, tienen graneros abundantes, y los hacen más grandes para tener más. El alma del hombre es un barril sin fondo.

Proverbios 30.15 (LBLA) — 15 La sanguijuela tiene dos hijas, que dicen: ¡Dame! ¡Dame! Hay tres cosas que no se saciarán, y una cuarta que no dirá: ¡Basta!

La codicia y la avaricia son bautizadas con nombres diferentes para que no suene tan mal. Se le llama estilo vida, el sueño americano, y cosas así. Pero, ¿qué piensa Dios?
Efesios 5.5 (LBLA) — Porque con certeza sabéis esto: que ningún inmoral, impuro, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.
Colosenses 3.5 (LBLA) — Por tanto, considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría.
La idolatría es una violación de los primeros dos mandamientos de la ley. No hay que hacer estatuas para ser idólatras. Cometemos ese pecado cuando ponemos nuestra fe en el dinero, cuando creemos que el dinero es la solución para todos nuestros problemas.
Efesios 5.3 (LBLA)Pero que la inmoralidad, y toda impureza o avaricia, ni siquiera se mencionen entre vosotros, como corresponde a los santos.
Lo que está diciendo Pablo es que la codicia y la avaricia son cosas que caracterizan a los no creyentes.
Mateo 6.32 (LBLA)Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que vuestro Padre celestial sabe que necesitáis todas estas cosas.
Nuestro deber es huir de este pecado.
1 Timoteo 6.10–11 (LBLA) 10 Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores. 11 Pero tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la perseverancia y la amabilidad.
Luchar contra este pecado implica ejercitarnos en la generosidad, como Cristo, que por amor a nosotros se hizo pobre, para que nosotros llegásemos a ser ricos (2 Cor. 8:9).


6. La envidia

Es una manifestación del egoísmo. El alma envidiosa se siente herida cuando a otro le va bien. Es resentimiento contra los hombres y contra Dios. Acusa a Dios de ser injusto. No es que necesariamente las cosas están mal con el envidioso; ¡el problema es que hay otros a quienes les va mejor! El jardín del vecino siempre luce mejor. En ese sentido, podemos decir que este pecado es familia del descontento. La insatisfacción personal nos puede llevar a envidiar las posesiones, las amistades, las habilidades y los logros de los demás.

Raquel tuvo envidia de Lea. Los hermanos de José le tuvieron envidia y lo vendieron (Hch. 7:9). Saúl tuvo envidia de David. Los fariseos tuvieron envidia de Cristo. Cuántos males ha engendrado este mal.

Para evitar caer en el pecado de la envidia tenemos que ejercitar el amor, porque como dice Pablo en 1 Cor. 13, el amor no tiene envidia. Por otro lado, no estamos diciendo que no haya cosas que podamos ambicionar de otros, como por ejemplo, su carácter industrioso o piedad. Estamos llamados a seguir el ejemplo de otros que nos aventajan en áreas como ésas. En tal caso no se trata de envidia, sino de una ambición santa.


7. El orgullo

C. S. Lewis lo llamó “el gran pecado”. Aparece de primero en la lista de Prov. 8:13.

Proverbios 8.13 (LBLA) El temor del Señor es aborrecer el mal. El orgullo, la arrogancia, el mal camino y la boca perversa, yo aborrezco.
Jonathan Edwards decía que el orgullo es el más oculto, secreto y engañoso de todos los pecados.

¿Han leído o visto películas sobre francotiradores famosos? Durante la Segunda Guerra Mundial hubo incluso duelos entre francotiradores de gran precisión. Tenían que saber moverse sigilosamente como los gatos, saber esconderse bien con camuflajes increíbles. Se confundían con el terreno completamente; y también debían tener una gran paciencia para esperar que el enemigo cometiera un error.

El orgullo es tan difícil y mortal como esos francotiradores. Se sabe camuflajear bajo otros nombres y pretensiones. Y cuando ataca, lo hace con gran precisión. El orgullo buscará hacernos crecer a los ojos de los demás, mientras al mismo tiempo se esconde detrás de otras ‘intenciones’. Quiere que le reconozcan el crédito, sea éste merecido o no. Se justifica a sí mismo para lucir bien o lucir menos mal. El ejemplo de los fariseos, que hacían las cosas para ser vistos, es un ejemplo obvio. Pero no nos engañemos. Hay otras formas más sutiles. Aun Pablo necesitó de un aguijón para evitar que cayera en este pecado (2 Cor. 12). Para poder luchar contra este pecado tenemos que enorgullecernos en otra cosa, en algo mejor.

“Nuestros corazones son como aspiradoras de gloria, y sólo escaparemos de la fuerza gravitacional de nuestros egos que implosionan si hay una fuerza más poderosa que mantenga a nuestro corazón en órbita. Es por eso que el consejo de la Escritura no es ‘no te gloríes’, sino ‘gloríate en el Señor’ (ver Sal. 34:2; Jer. 9:23-24; 1 Cor. 1:26-31)” (Hit List, p. 33).
“Si trato a las demás personas como sub-humanas, por esa misma actitud actúo como si fuera super-humano. A eso Dios lo llama orgullo” (Deepak Reju).
En resumen…

En el libro AGUAFIESTAS: LOS SIETE PECADOS MORTALES, publicado por los ministerios Deseando a Dios, Marshall Segal compara a los siete pecados con siete amantes. Los nombres de estos pecados son los nombres de estas mujeres.

Orgullo se coloca a sí misma por encima de Dios. Necia y suicidamente contiende con Dios por la supremacía, oponiéndose a Él e invitando su ira. Envidia no puede evitar ser infeliz ante la bendición y fortuna de los demás. Se enfurece cuando otros tienen éxito, e incluso sonríe secretamente cuando fracasan. Cólera pecaminosa intenta proteger un amor incorrecto. Explota por asuntos egoístas e irrelevantes, y pasa por alto aquellas cosas que ofenden y deshonran a Dios. Pereza intenta desesperadamente controlar la vida con el fin de preservar su comodidad, aborreciendo ser interrumpida por las necesidades de otros. Avaricia abruma a su víctima con un deseo desordenado por riquezas y posesiones. Codicia lo que no debe, o anhela con desesperación e impaciencia lo que sí debe. Gula acude a la comida para satisfacer sus ansias más profundas, ya sea por bienestar, propósito o control. Adora la comida. Lascivia es un deseo sexual que deshonra su objeto y desconsidera a Dios. Se aferra al sexo irracionalmente por beneficios egoístas, creyendo que su placer llenará el vacío que siente” (pp. 17-18).
Reflexionar en estos pecados debe producir una experiencia similar a exponernos a la enseñanza de Jesús en el Sermón del Monte. Evidentemente Jesús no tenía la intención de levantar el ego de las personas con ese sermón. ¿Quién lo puede leer (o escuchar) y terminar diciendo como el joven rico: “todo esto lo he guardado desde mi juventud”? Todo lo contrario. Es un sermón que nos expone, que nos muestra escondrijos del corazón.

Con razón Jerry Bridges escribió el libro PECADOS RESPETABLES. Porque todos tenemos nuestra propia clasificación con los pecados. Uno esperaría que la lista de los siete pecados capitales estuviera conformada por el asesinato, el abuso infantil, la corrupción, el aborto… y cosas así. Pero no. Bridges habla de la ansiedad, del descontento, de la ingratitud, del egoísmo, de la impaciencia, entre otros.

La lista de los pecados capitales cumple realmente la función que cumple la ley de Dios: mostrarnos nuestra incapacidad de salvarnos a nosotros mismos, mostrarnos nuestra pecaminosidad y nuestra gran necesidad de Cristo para poder ser salvos.

Hay un sentido de vergüenza saludable que esta consideración debe producir en los creyentes. Hay una pobreza de espíritu que debemos reconocer. Nuestras almas tienen que aprender a llorar el pecado debidamente. Creemos que porque andamos bien en un área, ya todo está bien.
“El verdadero crecimiento espiritual siempre es, para decirlo de una manera, crecimiento hacia abajo, hacia una humildad más profunda” (J.I. Packer).
Si puedes ver esta lista de pecados y decir como el fariseo de Lucas 18, algo no está bien.
Lucas 18.11 (LBLA)El fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: “Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos.
¿Quién no queda culpable ante Dios solamente considerando esta lista de pecados? El pecado no es poca cosa. 
“El pecado no produce consecuencias superficiales, ni deja una leve herida en la carne. Es una profunda distorsión, una hostilidad torcida contra Dios y contra su reinado sobre nosotros” (Sinclair Ferguson).
La historia de la redención, tal como la encontramos en la Biblia, trata precisamente de cómo Dios nos rescata por medio de su Hijo Jesucristo, para librarnos de la culpa y de las consecuencias mortales del pecado, y darnos vida en su Hijo.

El verte en el espejo de esta lista de pecados, ¿te hace sentir algo del peso del pecado en tu corazón?
“Cierto joven que tomaba la vida con ligereza se acercó a un predicador y le dijo: —‘Ustedes dicen a las personas no salvas que llevan el peso del pecado sobre sí. Yo no siento nada. ¿Qué tan pesado es el pecado? ¿Diez libras? ¿ochenta libras?’El predicador le respondió: —‘Si pones 400 libras sobre un cadáver, ¿sentiría su peso?’—‘No va a sentir nada, porque está muerto’, le dijo el joven.El predicador concluyó diciéndole: —‘Un espíritu que no sienta la carga del pecado, o que sea indiferente a su peso y sea ligero ante su presencia, también está muerto’.”
El asunto no es qué tan grande o qué tan pequeño sea un pecado. No se trata de si el pecado ha sido visible o no. Todos nuestros pecados son cometidos contra el Dios de majestad indescriptible, nuestro Creador y Sustentador. Como bien enseña R. C. Sproul, todo pecado es un acto de rebelión cósmica contra el cielo.
“Los pecados mayores no son más que pecados menores que han crecido. La queja tiene el mismo ADN que la cólera violenta” (Deepak Reju).
Guárdanos de todos, Señor. Guárdanos del poder destructor que subyace en el interior hasta de los pecados que nos parecen más insignificantes. 

En nuestra próxima entrega hablaremos de lo que Dios hace y de lo que nosotros debemos hacer con relación a estos pecados.


[1] Mounce, R. H. (2006). PECADOS MORTALES, LOS SIETE. En E. F. Harrison, G. W. Bromiley, & C. F. H. Henry (Eds.), Diccionario de Teología (p. 463). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

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