miércoles, 1 de febrero de 2017

Los siete pecados ‘mortales’ (1)

Es común y una práctica muy antigua confeccionar listas de las mejores y peores cosas. Tenemos la lista de las siete maravillas del mundo antiguo y de las siete maravillas del mundo moderno. Podemos encontrar una lista de “países a visitar antes de morir”, de las personas más ricas del planeta, de los libros más vendidos. La gente es tan asidua a las listas que hasta se pone en una lista negra a los que no gozan de su favor. Hay una lista para todo.

La Biblia también tiene sus listas. Puede ser una lista de nombres, de requisitos para oficiales de la iglesia, una lista de dones espirituales o de virtudes, como cuando se nos habla del fruto del Espíritu, que es amor, gozo, paz, etc. En la Palabra encontramos igualmente listas de pecados, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento.

Una de ellas aparece en Proverbios 6.

Proverbios 6.16–19 (LBLA) — 16 Seis cosas hay que odia el Señor, y siete son abominación para El: 17 ojos soberbios, lengua mentirosa, manos que derraman sangre inocente, 18 un corazón que maquina planes perversos, pies que corren rápidamente hacia el mal, 19 un testigo falso que dice mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos.
El apóstol Pablo hace también su lista en Gálatas 5:19-21.
Gálatas 5.19–21 (LBLA) — 19 Ahora bien, las obras de la carne son evidentes, las cuales son: inmoralidad, impureza, sensualidad, 20 idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, sectarismos, 21 envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes, contra las cuales os advierto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
Es posible que hayas escuchado hablar de la lista de “los siete pecados mortales” o “capitales”. Veremos en unos momentos cuáles son los pecados que componen esa lista, pero lo primero que quisiera presentar es algunas informaciones con respecto al origen de esta lista. La idea no surgió inicialmente con la lista tradicional.

I. ¿Cuál es el origen de la lista de pecados ‘mortales’?

El origen de esa lista se puede rastrear yendo atrás al siglo IV, con el monje y teólogo Evagrio Póntico (llamado así porque era del Ponto). Este amante de la vida monástica que pasó los últimos 17 años de su vida en un monasterio, confeccionó una lista de los pecados que más atentan contra la vida de los monjes.

El Catecismo de la Iglesia Católica, en uno de sus puntos bajo el artículo sobre el pecado dice:

“Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen, o también pueden ser referidos a los pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a san Juan Casiano y a san Gregorio Magno (Mor. 31, 45). Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Son la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza”.[1]
El catecismo menciona a Juan Casiano y a Gregorio Magno como contribuyentes de esta idea. Juan Casiano fue uno de los discípulos de Evagrio. Escribió más extensamente sobre el tema y se concentró en ocho pecados que clasificó en naturales o antinaturales, dependiendo de si eran consumados con alguna acción del cuerpo o no. La glotonería, por ejemplo, es un pecado natural, mientras que la soberbia es antinatural. Por otro lado, Gregorio Magno o Gregorio el Grande fue quien redujo la lista de pecados a siete en su tratado titulado LA MORAL DEL LIBRO DE JOB. La forma de evitar cualquier pecado era tratando de identificar el pecado raíz o cultivando la virtud contraria.

Para el siglo XIII, tenemos a Tomás de Aquino, que fue quien desarrolló la distinción entre pecados veniales y pecados mortales que luego tuvo un impacto muy importante en las normas católicas. Esta distinción nos lleva de la mano a nuestra segunda pregunta.

II.   ¿Es correcto hablar de pecados mortales?

La Iglesia Católica contiene en sus documentos una distinción con respecto a dos tipos de pecados: hay pecados veniales y pecados mortales. Un pecado es venial si sólo disminuye o debilita el principio de la gracia en el corazón; pero es mortal si destruye esa gracia. Hablar de manera inapropiada es un pecado venial; mientras que el robo o el adulterio son pecados mortales. Se toma en cuenta también el grado de premeditación y consentimiento.

Un diccionario bíblico lo explica así:
En la Palabra de Dios, hallamos unos pecados más graves que otros, pero no la distinción entre mortal y venial, es decir, leve = ligero. No existe pecado «ligero». Todo pecado es transgresión de la ley divina[2].
Cuando llegamos a los días de la Reforma del siglo XVI, encontramos que los reformadores rechazaron la clasificación, aunque siguieron haciendo uso en cierta forma de la lista. Tenían el temor de que la lista comunicara el mensaje de que los demás pecados son menos serios.

En un sentido podemos decir que todos los pecados son mortales. ¿Por qué? Porque el pecado (en general) produce muerte.
Romanos 6.23 (LBLA) — 23 Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
En la Palabra de Dios encontramos narraciones que nos muestran cómo Dios castigó con la muerte el pecado de algunos. Lo vemos en el caso de Nadab y Abiú, de Uzza, de Ananías y Safira y aun de aquellos que tomaban la Cena del Señor indignamente (1 Cor. 11:30).

¿Cometieron ellos pecados mortales únicos que otros no cometen? Pienso que no. El Señor no hace lo mismo con cada pecador en cada ocasión. ¿No hemos visto repetirse el pecado de Esaú de tomar a la ligera lo sagrado? ¿o actos de adoración como el de Nadab y Abiú? Las iglesias estuvieran vacías, si de tomar la Cena del Señor indignamente se trata.

La verdad es que el castigo de Dios sobre esas personas no fue exagerado. El salario del pecado es la muerte en realidad: puede ser la muerte física; podrá ser también la muerte eterna (si no nos arrepentimos de nuestros pecados); pero siempre hay muerte espiritual envuelta, o las consecuencias de haber estado muertos espiritualmente. La paga del pecado es muerte. En ese sentido todos los pecados son mortales.

Estos siete pecados de la lista, junto con todos los demás, son mortales porque si permitimos que corran libremente en nuestras vidas, nos hundirán hasta producir muerte y destrucción.
Romanos 8.13 (LBLA) — 13 porque si vivís conforme a la carne, habréis de morir; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. 
Mateo 7.13 (LBLA) — 13 Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella.
Presta atención a estas palabras de Spurgeon: 

“El mar está formado por gotas, las rocas están hechas de vetas; y el mar que te divide de Cristo puede estar lleno con las gotas de tus pecados pequeños. La roca que casi ha hecho naufragar tu barco puede estar formada por la operación debilitante de los insectos coralinos de tus pecados pequeños.”
—Charles Spurgeon

Nuestros pecados pueden parecernos pequeños, pero en realidad no lo son para Dios. La cruz no hace distinción entre pecados grandes y pequeños, sino sólo entre aquellos por quienes Jesús murió y por los que no. La doctrina del pecado sólo nos puede encaminar a un solo lugar, y es a la cruz de Cristo. Sólo allí se nos puede quitar la gran carga del peso de maldad que llevamos tras nuestras espaldas.

No obstante esto, estudiar los pecados que se encuentran en esta lista de pecados ‘mortales’ puede arrojarnos beneficios importantes. ¿Cuáles son estos pecados? Eso lo veremos en nuestra próxima entrega.





[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Pecados_capitales.
[2] Lacueva, F. (2001). En Diccionario teológico ilustrado (1. ed. española., p. 597). Tarrasa, Barcelona: Clie.

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