“Los que excusáis pecados y tenéis en poco el mal,
En la cruz ved vuestra culpa en su horrenda realidad;
Fíjate en el sacrificio, por impíos Él murió,
Es el Salvador ungido, Hijo único de Dios”.
[Himno Azotado y Abatido, El himnario bautista de la gracia, #176]
Cuando meditamos en el único remedio que Dios proveyó para nuestra salvación, nos podemos dar cuenta de la magnitud de la pecaminosidad del pecado. ¿Por qué una solución tan terrible? Porque así de terrible es el juicio que merecen nuestras maldades. El criterio de evaluación no es el de la cultura a nuestro alrededor; ni siquiera el criterio de los mejores hombres. El único criterio válido es el de Dios mismo. El mensaje que podemos escuchar desde la cruz es muy claro y diáfano. Lo que los hombres hoy excusan llamándolo ‘derechos humanos’y ‘libertad’, Dios lo ve digno de condenación.
“Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3).
¿Todavía no lo ves? Quédate contemplando al Crucificado hasta que lo veas. De eso depende tu destino eterno.
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