miércoles, 19 de abril de 2017

Los salmistas: lidiando con un corazón atribulado

Por Roger Ellsworth*

Salmos 55:6; 57:1; 102:6

Los primeros dos salmos que citamos arriba le son atribuidos a David. Ningún autor, sin embargo, es mencionado para el tercero, aunque muchos estudiantes de la Biblia consideran que es muy similar a los salmos de David. La realidad es que aun teniendo autores diferentes, estos salmos tienen similitudes sorprendentes. La ocasión en la que cada uno fue escrito fue una de serios problemas.

El pelícano

El autor del Salmo 102 escogió una manera particularmente pintoresca de declarar su problema. Dice: ‘Me parezco al pelícano del desierto’. También se compara a sí mismo con un búho de las soledades y a un pájaro sobre un tejado. Estaba tan atribulado, tan cargado, que se sentía completamente fuera de lugar, del mismo modo que un pelícano está fuera de lugar cuando se encuentra lejos del agua. Más aún, el salmista se sentía absolutamente solo y desolado, expresando un quejido similar al sonido de un pelícano o de un búho. Es un hombre muy abatido y agobiado.

Nosotros mismos también concoemos algo acerca de las cargas. Sentirse cargado es estar consciente de llevar un granpeso. Trae a la mente la imagen de una bestia sobre la que ponemos objetos, o de una nave que llenamos de mercancías. Si sentimos que algo nos presiona o que agota nuestras fuerzas, podemos decir que llevamos una carga.
Algunas cargas son ligeras y momentáneas. Otras son excesivamente pesadas y parecen nunca terminar; tanto así que fácilmente nos identificamos con el salmista y su imagen del pelícano. Si fuéramos completamente sinceros, muchos de nosotros tendríamos que admitir que tenemos el problema del pelícano. Nos sentimos absolutamente solos e indefensos, y nuestros corazones están tan pesados que nos vemos a nosotros mismos quejándonos en voz baja mientras vamos por el camino. Nuestras cargas son tales que el desierto parece ser una imagen muy adecuada para este mundo en el que vivimos. He servido como pastor por muchos años, y el pueblo de Dios (y sus pastores) me parecen estar más cargados ahora que en cualquier otro momento de mi ministerio.

Sabemos que no debemos estar agobiados ni turbados, o por lo menos sabemos que no debemos estar agobiados ni turbados por muchas de las cosas que nos abruman (ciertamente hay cargas legítimas que el cristiano debe sobrellevar). Sabemos que las Escrituras nos dicen que debemos estar gozosos, y sabemos que tenemos una abundancia de razones para regocijarnos. Sabemos que tenemos más beneficios y más comodidad que cualquier otra generación en la historia de la humanidad. Sabemos que la pesadumbre continua nos pasa factura de manera muy dura. Nos impide estar en la mejor de las condiciones para nuestro Señor, nuestra iglesia y nuestras familias. Sabemos que aquellos que no conocen al Señor nos miran continuamente y llegan a conclusiones con respecto al cristianismo por lo que ven o dejan de ver en nosotros. Sabemos que nuestro tiempo en esta tierra es corto y que debemos entregarnos a nosotros mismos  al servicio del Señor sin estar abrumados por el desaliento. Pero, aun sabiendo todas estas cosas, el pueblo de Dios a menudo se ve a sí mismo desalentado, turbado y desanimado. ¿Por qué es esto así? ¿Por qué hay tantos cristianos agobiados y atribulados? ¿Y qué se puede hacer al respecto?

David estaba sintiendo el ‘problema del pelícano’ cuando escribió el Salmo 55. No tenemos que adivinar acerca de la causa de su turbación. Estaba enfrentando el aborrecimiento y la opresión de enemigos que querían quitarle su vida (vv. 2-4). Cuando escribió el Salmo 57, también estaba confrontando el mismo ‘problema del pelícano’ otra vez. Dice: ‘Mi alma está entre leones’ (v. 4). Estos ‘leones’ eran hombres despiadados que habían ‘cavado una fosa’; en otras palabras, habían planificado su destrucción.

Por tanto, David se vio forzado a lidiar con la misma pregunta que nosotros confrontamos: ¿cómo puede un hijo de Dios hacer frente al ‘problema del pelícano’? ¿Cómo debe responder el creyente ante cargas grandes y abrumadoras?

La paloma
Lo primero que vino a la mente de David en el Salmo 55 fue esconderse de todo. Al igual que el autor del Salmo 102, se sentía en gran medida como un pelícano, pero anhelaba las alas de una paloma para poder irse volando y hallar ‘reposo’ (v. 6). La paloma es un ave muy mansa y pacífica y, por tanto, es un emblema adecuado para hablar de alguien que procura la paz.

¿Te has visto anhelando lo mismo? ¿Te has encontrado deseando poder volar e irte —lejos de tus problemas y responsabilidades?

David no se hizo ilusiones. Sabía que tal cosa era imposible. No le tomó mucho tiempo adoptar otra estrategia. Se dio cuenta que no necesitaba un par de alas, porque tenía otro par de alas que le servirían mucho mejor. Dice al Señor al inicio del Salmo 57: ‘En la sombra de tus alas me ampararé hasta que la destrucción pase’. En otras palabras, no necesitaba las alas de una paloma porque tenía las alas de la gallina madre. No necesitaba alas para escapar porque tenía alas bajo las cuales refugiarse.

Aunque no habla acerca de las ‘alas’ de Dios en el Salmo 55, es obvio que tenía algo parecido en su mente. Allí expresa: ‘Echa sobre el Señor tu carga y Él te sustentará’ (v. 22).
Cada vez que David se enfrentaba al ‘problema del pelícano’, hallaba recursos suficientes en su Dios. Cuando los problemas y cargas de la vida se amontonen a nuestro alrededor hasta el punto de ser reducidos a la vida de un ‘pelícano’, podemos encontrar todo lo que necesitamos en nuestro Dios. Así como fue suficiente para David, así será suficiente para nosotros. No tenemos que desear alas que nos lleven lejos a un lugar de refugio. Ya tenemos las alas que necesitamos en nuestro Dios. Dios mismo es nuestro lugar de refugio.

Pero, ¿cómo podemos hacer de nuestro Dios el lugar de refugio? ¿Cómo conseguimos extraer nuestra suficiencia de nuestro Dios cuando estemos agobiados y atribulados?

Los polluelos

Podemos recibir instrucción de los pequeños polluelos que corren hacia su madre buscando refugio. Cuando el peligro surge, la gallina madre cloquea y extiende sus alas, y los polluelos corren inmediatamente a colocarse bajo las alas y permanecen allí hasta que la amenaza termine.
He ahí una imagen perfecta de lo que un hijo de Dios en turbación debe de hacer con su carga. Debe prestar atención al ‘cloqueo’ de Dios, correr deliberada e inmediatamente para refugiarse bajo sus ‘alas’ y quedarse allí hasta que el peligro haya pasado.

Escucha la Palabra de Dios

¿Cómo funciona esto en la práctica? Primero, debemos reconocer el paralelismo entre el cloqueo de la gallina y la Palabra de Dios. El cloqueo de la gallina es una señal de alarma y de consuelo al mismo tiempo para sus polluelos. Les dice que se asoma un peligro, pero también les dice que ella los protegerá.

La Palabra de Dios, del mismo modo, es un medio de advertencia y de consuelo para el hijo de Dios. Le dice de los muchos peligros que hay a su alrededor. No nos gusta escuchar esto, pero la verdad es que gran parte de la sensación de agobio se puede explicar a la luz de los problemas que nosotros mismos hemos provocado al ignorar las advertencias claras de la Palabra de Dios.

La Palabra de Dios también nos consuela. Nos pide que llevemos nuestras cargas al Señor. Nos dice que Él tiene cuidado de nosotros y que nos comprende. Nos dice que su gracia nos es más que suficiente y que Él nunca nos dejará ni desamparará. Nos dice que no permitirá que las cargas de la vida nos aplasten completamente, sino que nos sostendrá y fortalecerá (Sal. 55:22).

Recurre deliberadamente a Dios

Segundo, debemos reconocer el paralelismo entre el polluelo que corre hacia la mamá gallina y el santo de Dios que recurre deliberadamente a Dios en tiempos de dificultad.
Ni todo el cloqueo del mundo le servirá de nada, si el polluelo se rehusa a correr hacia la mamá gallina y a refugiarse bajo sus alas. Y así, al cristiano no le servirán de nada las advertencias y consuelos de la Palabra de Dios, si éste se rehusa a actuar corriendo hacia su Dios en el momento de la prueba.

¿Cómo corre el hijo de Dios hacia su Dios? Los salmos que hemos estado estudiando nos brindan la respuesta. El cristiano corre a Dios por medio de la oración. David dice: ‘Clamaré al Dios Altísimo, al Dios que todo lo hace para mí’ (Sal. 57:2). También afirma: ‘En cuanto a mí, a Dios invocaré, y el Señor me salvará’ (Sal. 55:16).

Uno de nuestros himnos lo expresa de la siguiente forma:

¡Oh qué amigo nos es Cristo!
Él llevó nuestro dolor;
Él nos manda que llevemos
todo a Dios en oración.
(Joseph Scriven)

El cristiano también corre a Dios por medio de la alabanza (Sal. 57:7-11). David sabía que hay poder en la alabanza. ¿Comprendemos esto? Funciona de la siguiente manera: mientras más absorbidos estemos por Dios, menos absorbidos estaremos por nuestras cargas y preocupaciones.

Permanece en el Señor

Finalmente, hay un paralelismo entre el polluelo que se coloca bajo las alas de su madre hasta que pase el peligro y el cristiano que permanece en el Señor. David determinó no correr a Dios para quedar allí tan sólo un momento y luego salir disparado. Él dice: ‘Firme está mi corazón, oh Dios, mi corazón está firme…’ (Sal. 57:7).

Hay toda la diferencia del mundo entre probar a Dios y hacer de Él nuestro refugio permanente. Aquellos que hacen lo último encuentran fortaleza para soportar sus cargas. ¿Qué significa hacer de Dios nuestro refugio firme? Significa descansar en Él y su Palabra en toda situación de la vida. Cuando las cosas están bien permanecemos firmes en Dios. Cuando las cosas salen mal, todavía permanecemos firmes en Dios.

Descansando en Cristo
siempre paz tendré;
en Jehová confiando,
nada temeré.
(Frances R. Havergal)


¿Te has sentido como un pelícano últimamente? La solución al ‘problema del pelícano’, el problema de estar tan agobiado que nos sentimos completamente solos y desolados, no está en las alas del escape, sino en las ‘alas’ de refugio de nuestro Dios. Que el Señor nos ayude a entender esto y a acudir de continuo a nuestro Dios en toda situación de la vida.

* Traducido al español por Salvador Gómez Dickson y publicado en EL SONIDO DE LA VERDAD con el permiso del autor. El contenido es un capítulo de su libro “How to Live in a Dangerous World.”

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