Mateo 10.29–31 (LBLA) — 29 ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Y sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin permitirlo vuestro Padre. 30 Y hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. 31 Así que no temáis; vosotros valéis más que muchos pajarillos.Es una buena y convincente razón para no temer. El Dios soberano del universo, que a la vez es nuestro Padre, está en control de todas las cosas. Siendo que somos como la niña de sus ojos (“vosotros valéis más”), ha prometido velar y cuidarnos.
Sin embargo, en el mismo contexto y tan sólo unos versículos antes nos encontramos con otro mandamiento, esta vez a temer.
Mateo 10.28 (LBLA) — 28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno.Aunque muertos, viviremos. Viviremos para siempre. Es por eso que el peligro más grande no es perder la vida del cuerpo. El peligro más grande al que todo ser humano está expuesto es el del infierno; o para ser más precisos, el Dios que nos puede arrojar a ese lago de fuego inextinguible. Identificarnos con Cristo puede traer consecuencias muy duras a nuestros cuerpos; pero no identificarnos con Él puede traer consecuencias más severas aún, pues serían consecuencias eternas.
¿Conclusión? No temas... pero teme.
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