“Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28).Pero de manera paradójica, es ese mismo Dios el único que nos puede salvar. El único lugar seguro para refugiarte de Dios es refugiarte precisamente en Dios. La única manera de asegurar esa salvación es ponerte de acuerdo con Dios con respecto a tu culpabilidad y a los pecados que has cometido. Si realmente quieres que te vaya bien en el día del juicio, no digas al Señor que el pecado no es nada... cuando Él dice que por eso envió a Su Hijo a morir en una cruz, y cuando afirma que lo abomina tanto.
“Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan, porque El ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos” (Hechos 17:30-31).El verbo que LBLA traduce “declara” es traducido por la RV60 y otras como “manda”. La palabra parangello tiene el sentido de dar órdenes, dar instrucciones o dirigir con autoridad a alguien a hacer algo. Aparece otras veces en el libro de Hechos; como en 1:4 cuando Jesús les ordenó a sus discípulos a quedarse en Jerusalén; en 10:42 cuando les ordenó predicar el evangelio; en 4:18 cuando las autoridades prohibieron a Pedro y a Juan predicar el evangelio. También aparece en 16:18 cuando en Filipos, Pablo ordenó al demonio salir de una joven:
“Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando esto a Pablo, se volvió y dijo al espíritu: ¡Te ordeno, en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella! Y salió en aquel mismo momento” (Hechos 16:18).De manera que podemos ver claramente que el texto habla de algo que no es opcional sino obligatorio y necesario para la salvación. Como veremos, este es un elemento común en la predicación de Juan el Bautista, de Jesús y de los apóstoles.
Juan el Bautista comenzó su ministerio y lo primero que hizo fue predicar el arrepentimiento.
“En aquellos días llegó Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:1-2).El Señor Jesús comenzó su ministerio y lo primero que hizo fue predicar el arrepentimiento.
“Desde entonces Jesús comenzó a predicar y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17).Luego el Señor comisionó a los doce apóstoles para que salieran a predicar. En Mr. 6:12 se nos dice que al salir “predicaban que todos se arrepintieran”. Antes de su ascensión el Señor dejó instrucciones claras sobre cuál debía ser el mensaje a proclamar entre las naciones.
“Y que en su nombre se predicara el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:47).Luego de la ascensión del Señor y de la venida del Espíritu en Pentecostés, el apóstol Pedro dio inicio a su ministerio predicando igualmente el arrepentimiento.
“Y Pedro les dijo: Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
“Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que tiempos de refrigerio vengan de la presencia del Señor” (Hechos 3:19).El ver lo que todos ellos hicieron al iniciar sus ministerios es lo que ha llevado a ver el arrepentimiento como “la primera palabra del mensaje del evangelio”. Lamentablemente, lo que para todos ellos eran prioritario proclamar, hoy en día se toma como opcional.
Y observen cómo vez tras vez el arrepentimiento no es meramente sugerido… es ordenado y mandado.
¡Arrepentíos!
Otra cosa que el texto de Hechos 17 que leímos contiene es que ese mandato es para todos.
“Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan, porque El ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos” (Hechos 17:30-31).No era un asunto meramente para los judíos. De hecho cuando Pablo se despide de los pastores de Efeso en Hechos 20, cuando va de regreso a Palestina sabiendo que lo iban a encarcelar, resumió su ministerio con estas palabras:
“Cómo no rehuí declarar a vosotros nada que fuera útil, y de enseñaros públicamente y de casa en casa, testificando solemnemente, tanto a judíos como a griegos, del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:20-21).El mensaje del evangelio que contiene esta nota acerca del arrepentimiento no está limitado a un grupo étnico en particular. Es para todos los grupos en todas las naciones (“en todas partes” (17:30); “tanto a judíos como a griegos” (20:21). No es para una época en particular. Fue el mensaje que Dios asignó a la iglesia en la gran comisión, según el pasaje de Lucas 24.
El mandato divino al arrepentimiento es una clara evidencia de que no es la cultura ni la sociedad la que decide lo que está bien y lo que está mal. Dios lo decidió. Y no es sólo un asunto de que dio sus leyes a los hombres, es un asunto de su carácter mismo. Él es un Dios santo. La gente quiere vivir con un relativismo cultural selectivo. Lo que ellos quieren está bien; y lo que no les gusta está mal. Es por eso que algo que era aceptado ayer en los Estados Unidos (la libertad religiosa), está siendo pisoteado en el día de hoy. Es por eso que lo que ayer eran perversidades, hoy son normas aceptadas. No sólo hay series de TV que ya presentan las relaciones entre personas del mismo sexo como normales; hay quienes ya están pidiendo que sean incluidas en las películas para niños.
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