(1) Cuán impresionante es el amor de Dios que a este pecador salvó. Cuando veo la terquedad de millones contra el único evangelio que puede salvar, y la ignorancia en que están sumidos otros tantos, no puedo más que dar muchas gracias y gloria a nuestro amado Salvador Jesús. Me sorprende la gracia de Dios que entonces me salvó; y me sorprende la manera en que esa misma gracia me ha sostenido durante estos 35 años. Es más que evidente que su gracia es mayor que el peor de nuestros pecados.
(2) También lamento que con el paso de 35 años en su gracia yo no haya progresado ni crecido como debí haberlo hecho. Debiendo conocer y amar mucho más a Cristo, me he conformado con tan poco y he encontrado satisfacción en otros asuntos tan pero tan secundarios. Más cerca de la eternidad y a la vez tan lejos en el corazón.
(3) Solicito al cielo asistencia vial para que me ayude a seguir adelante, corriendo la carrera con gozo, sirviendo al Señor más digno, hasta la meta, el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús... y que me conceda que al toparme con otros en el camino, me ayude a ayudarles a correr junto conmigo.
Gracias, Jesús. Ven, Señor Jesús.
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