Ahora están proponiendo la prohibición de las pelas o disciplina corporal a los hijos. ¿A dónde se habrá ido el discernimiento? ¿No se dan cuenta que no se puede meter todo en un mismo macuto? La violencia siempre es condenable. Pero, ¿quién ha dicho que la violencia y una disciplina corporal ejercida en el marco del dominio propio sean lo mismo? ¿Ahora pretenden ser más sabios que Dios?
Si como están las cosas los hijos están creciendo acostumbrados a la anarquía y al irrespeto, ahora es que la sociedad se irá por un derrotero irreversible. Lo que sucede es que ya nadie se quiere tomar la molestia de instruir y corregir como realmente se necesita, pues implica dejar nuestra comodidad y sacar el tiempo para enseñar, estimular, conversar y, sí, corregir a los muchachos.
Una prohibición como ésta lo único que logrará será quitar a los padres una de las herramientas principales que poseen para gobernar bien a sus hijos (1 Timoteo 3:4-5). Ahora queremos imitar todo lo incoherente e inmoral de las naciones desarrolladas. ¿No es obvia la degeneración moral en la que se encuentran esas naciones? Con razón dijo el Duque de Windsor: “Lo que más me impresiona de América es la manera en que los padres obedecen a sus hijos”.
La visión de Dios es muy diferente: “Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor” (Colosenses 3:20). Es evidente que en su orgullo y soberbia, los hombres están confiando más en el juicio de sus semejantes que en el juicio de Dios. Cuando eso ocurre, nuestra única esperanza es si decidimos de corazón volvernos a Dios. La autodestrucción de muchas naciones “avanzadas” ya comenzó hace mucho. Nosotros todavía estamos a tiempo para mantener las normas más elementales para la subsistencia de nuestra sociedad.
¡Abajo la violencia y el abuso! ¡Arriba la autoridad paternal y el amor que se manifiesta en la corrección de los hijos! “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige” (Proverbios 13:24). “La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre” (Proverbios 29:15).
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