jueves, 21 de febrero de 2013

¿Voluntarios o responsables?

Por Curtis C. Thomas*
“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén” (1 Pedro 4:10-11). 
Como la mayoría de las iglesias, la nuestra tiene un equipo grande de voluntarios. Tenemos miembros que se han ofrecido como voluntarios para trabajar en el cuido de niños, para limpiar nuestro edificio, para mantener el césped en condiciones, para operar el equipo de sonido, para hacer grabaciones, para responder llamadas telefónicas, para enseñar clases, para servir como diáconos, ancianos y administradores, para mencionar sólo unos cuantos. Sin estos “voluntarios” nuestra iglesia no pudiera llevar a cabo su ministerio.

Sin embargo, cuando vamos a la Palabra de Dios, ésta nunca habla de voluntarios. Habla de aquellos que sirven libremente y que reconocen que tienen una gozosa obligación de servir a los demás de cualquier manera en que estén capacitados (o dotados) para hacerlo.  Los cuatro pasajes básicos del Nuevo Testamento que tratan con el uso que los cristianos hacen de sus dones son Romanos 12, 1 Corintios 12, Efesios 4 y 1 Pedro 4. Aprendemos en estos pasajes que Cristo ha distribuido soberanamente sus dones a su iglesia a través de sus diferentes miembros y que ellos son responsables de usar estos dones (intereses, talentos, entrenamiento, recursos, oportunidades) para servir fielmente a otros.

En ningún lugar la Escritura nos da siquiera una piasta de que el pueblo de Dios debe ser voluntario. En lugar de ello las Escrituras indican que el uso de nuestros dones debe ser considerado una responsabilidad gozosa. Es por esta razón que no me gusta el término voluntario cuando pensamos sobre el pueblo de Dios sirviendo al cuerpo de Cristo. El término voluntario puede dar la idea al creyente de que tiene la opción de estar dispuesto o no a servir en cierta capacidad y que si escoge servir en ello, está yendo más allá de su responsabilidad real (está siendo un “voluntario”)—y por tanto ha hecho algo meritorio.

En lugar de ello, la Palabra de Dios me dice claramente que si he sido capacitado en cierta área, no tengo otra alternativa que usar ese don, sirviendo con la fuerza que Dios me da, para el bien de otros. Tal servicio debe llevarse a cabo con gozo, agradeciendo a Dios por haberme dado la oportunidad de servir a su cuerpo.

Nuestra responsabilidad es aprender cuáles son nuestros dones y usarlos al máximo. Nuestros dones no tienen que ser perfectos para servir. Ese es el error o la excusa utilizada por muchos que les impide servir. Las oportunidades y las necesidades nos ayudarán a determinar cuándo poner en uso nuestros dones. Nuestras habilidades para servir en determinada área ciertamente aumentará con la experiencia según ejercitemos nuestros dones. Si esperamos hasta que pensemos que estamos calificados, puede que nunca utilicemos aquello que Dios nos dio.

Obviamente, hay creyentes que están tratando de servir en áreas para las que no han sido capacitados, entrenados o calificados. En eso es que necesitamos el consejo honesto del liderazgo y membresía de la iglesia. Si yo no tengo el don de enseñanza, sería incorrecto que insista en servir en esa capacidad. Si mi voz y manerismos son inadecuados para ser recepcionista de la iglesia, debería entonces buscar otras áreas en las que se necesite ayuda. Afortunadamente, Dios no nos ha capacitado a todos de la misma manera. Sin embargo, todos tenemos la responsabilidad dada por Él de servir en las áreas para las que hemos sido más capacitados, no como voluntarios, sino como sus hijos, aceptando con gozo la responsabilidad de servir a nuestros hermanos y hermanas en Cristo.

*Este material fue tomado del libro “Life in the Body of Christ” del autor Curtis C. Thomas, y ha sido traducido y reproducido aquí con permiso de la casa publicadora. ©Salvador Gómez Dickson, por la traducción al español.

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