martes, 8 de mayo de 2012

Juan Wyclif — Precursor de la Reforma


Dios es el Soberano de la historia. Nos asombramos al leer acerca del impacto que hombres como nosotros tuvieron en el curso de la historia.

Si uno lee la historia bíblica como narraciones inconexas, pierde la esencia de aquello en lo que consiste la historia de la redención. Antes bien, debemos observar que mientras hombres y mujeres llegaron a este mundo y se fueron, hay un hilo conector desde Génesis hasta Apocalipsis que nos habla del Dios eterno que decretó que el Cordero de Dios fuera inmolado desde antes de la fundación del mundo.

De la misma manera, no debemos leer la historia como un conglomerado de biografías que no guardan relación entre sí. Lo que ocurrió en la época de la Reforma no aconteció por la labor de un solo hombre. Ciertamente lo que hicieron Lutero en Alemania y Calvino en Suiza fue determinante, pero ya el Espíritu de Dios había estado en operación de diversas maneras. Así como Jesús vino a este mundo “en el cumplimiento del tiempo”, así fue guiando los aspectos sociales e históricos de Europa que dieron paso a la Reforma.

Hoy queremos detenernos a considerar a uno de tres personajes que contribuyeron de este modo y que fueron instrumentos en las manos del Soberano de la historia. Nos referimos a Juan Wyclif, Juan Hus y Jerónimo Savonarola.

En su libro HISTORIA DEL PENSAMIENTO CRISTIANO, Justo L. González dice lo siguiente:

Desde el siglo XII se habían producido varios movimientos de protesta contra la iglesia establecida, y estos movimientos continuaron en una serie ininterrumpida por todo el resto de la Edad Media. Pero, mientras los antiguos movimientos de protesta habían sido dirigidos principalmente por personas de sinceras convicciones pero carentes de preparación académica, en los siglos XIV y XV varios individuos de alta educación alzaron la voz de protesta contra buena parte del cristianismo medieval. En muchos sentidos, fueron precursores de la gran protesta del siglo XVI. Entre estos precursores de la Reforma los más notables —aunque ciertamente no los únicos— fueron Wyclif, Hus y Savonarola.

En esta entrada nos detendremos a considerar el caso de Juan Wyclif. Para dar honra a quien honra merece, hacemos de público conocimiento que gran parte de este material fue extraído y adaptado del libro Sketches From Church History, de S. M. Houghton, y publicado por Banner of Truth Trust.

No tenemos información acerca del año preciso en que nació. Fue natural de Yorkshire, Inglaterra. Pasó la mayor parte de su vida en Oxford, primero como estudiante y luego como profesor. En 1374, Wyclif representó a su país y al rey en una reunión con oficiales papales en Brujas. Aunque Wyclif gozó el apoyo y favor del rey Eduardo III, otros miembros del clero y monjes le odiaron con pasión, haciendo todo lo posible por producir su caída. Una de sus propuestas era que el gobierno confiscara las propiedades de los clérigos inmorales (atentar contra las riquezas de los inmorales le generó enemigos).

Wyclif les criticó por las diversas formas en que pervertían la religión. Catalogó la adoración de imágenes y reliquias como una insensatez y atacó la venta de indulgencias, el hacer misas a los muertos, las procesiones y los peregrinajes. Criticó duramente al papa, llamándole sacerdote mundano y el peor de los ladrones.

Los obispos de la iglesia de Inglaterra estaban alarmados por todo esto y le convocaron a una reunión en la que sus oponentes le atacaron salvajemente. Se salvó gracias a la protección del hijo del rey, John de Gaunt, Duque de Lancaster. En 1377 el papá decretó cinco bulas contra él e hizo 19 cargos por asuntos tomados de sus escritos.

La crisis mayor ocurrió 4 años más tarde, cuando Wyclif atacó la doctrina de la transustanciación, que dice que en el momento de la consagración el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo. El poder para producir tal milagro sólo lo poseían los sacerdotes, lo cual les elevaba ante los ojos del pueblo. No es de dudar el tipo de oposición que esto acarreó contra Wyclif. Pero ocurría como en el caso del Señor, que tenía el favor del pueblo y sus enemigos tenían miedo de hacerle daño.

Algunos piensan que él hubiera podido lograr más si hubiera sido más moderado en sus ataques y más paciente en los cambios que quería lograr. Pero eso es más fácil de decir que de hacer, y había que estar en su lugar para saber con precisión. En realidad la iglesia de Roma nunca ha mostrado la voluntad de cambiar la esencia de sus errores, por medio de los cuales pervierten el verdadero evangelio de Jesucristo.

A causa de una revuelta de los campesinos en 1381, por la que él y sus seguidores fueron injustamente responsabilizados, Wyflif cayó en desgracia, y hasta el rey le aconsejó abandonar sus intentos de reforma. Cuando pierde el apoyo de sus compañeros en Oxford, se va a vivir a Lutterworth, donde permaneció hasta el momento de su muerte en 1384.

El obispo de Canterbury llamó a un concilio para tratar con los asuntos en disputa. Ese concilio fue conocido como el concilio terremoto, porque ocurrió un terremoto mientras estaba en sesión. Los seguidores de Wyclif vieron esto como un señal de intervención divina a favor suyo. No obstante, las enseñanzas de Wyclif fueron condenadas.

Casi al final de su vida organizó la Orden de Sacerdotes Pobres o predicadores, que iban entre el pueblo predicando el evangelio. Tuvieron mucha oposición, pero trajeron mucha luz al pueblo y no pocos confesaron fe en el Señor Jesucristo. Estos predicadores fueron llamados “lolardos”, una palabra de origen desconocido, pero que probablemente era un término despectivo.

Una de sus más grandes contribuciones fue su traducción de la Biblia al inglés para que todos pudieran leerla o escucharla cuando fuera leída. En lugar de la Biblia en latín que usada la iglesia romana, esto resultó ser una enorme bendición y un paso más entre otros que seguirían con otros traductores más adelante. No fue una traducción de los idiomas originales, ya que Wyclif no sabía hebreo ni griego, sino de la Vulgata Latina. Otro punto adicional es que las copias tenían que ser hechas a mano, porque todavía no existía la imprenta. Su traducción fue la primera completa de toda la Biblia al inglés.

En 1384 muere Wyclif a consecuencias de una embolia, y todo sucede en medio de relativa tranquilidad.

Tras su muerte, los lolardos o seguidores de Wyclif, fueron intensamente perseguidos y algunos quemados en la hoguera. En 1401 se pasó una ley a favor de quemar a los herejes. Su traducción de la Biblia también fue condenada.

“El odio de la Iglesia Romana hacia John Wycliffe es probablemente mejor conocido por un evento que sucedió casi cuarenta años después de su muerte. Por orden del Concilio de Constanza (1415) los huesos del reformador fueron exhumados de la tumba y se les impidió ser enterrados de nuevo” (Sketches from Church History, p.68).

La ejecución de esta orden se llevó a cabo en el 1428. Sus cenizas fueron lanzadas al río Swift.

Las ideas de Wyclif no murieron. Ya hemos dicho que sobrevivieron en Inglaterra por largo tiempo después de la muerte de su autor, y que a la larga el remanente del movimiento lolardo se fundió con la reforma inglesa. Debemos añadir ahora que sus doctrinas también llegaron hasta Bohemia, donde surgirían de nuevo, con ligeras modificaciones, en Hus y sus seguidores (Justo González, Historia del Pensamiento Cristiano, p. 347).

“Lo que fracasó en Inglaterra tuvo éxito en Bohemia. Estudiantes de aquel país asistieron a Oxford y de regreso llevaron sus enseñanzas a Praga. Por su medio Juan Hus y sus seguidores adoptaron las ideas de W. Y las mantuvieron vivas hasta la época de la Reforma” (Diccionario de Historia de la Iglesia, Ed. Caribe, p. 1076).

A Wyclif se le reconoció como “la Estrella Matutina de la Reforma”, por su papel como precursor de la Reforma Protestante del siglo XVI. Una de las doctrinas que le dominó durante su vida y ministerio fue su creencia en la Biblia como la única regla de fe y práctica. Tal doctrina fue esencial para lo que posteriormente sucedió y que conocemos como la Reforma Protestante.

1 comentario:

James Sturge dijo...

Increíble ver a través de la historia cómo Dios ha tomado la iniciativa para conservar y defender SU PALABRA (desde que se inició las primeras voces de la Reforma)con éstos santos hombres. Me llama la atención que para Dios 100 años es tan poco tiempo, pero para nosotros los terrenos es un siglo extenso; y notar que detrás de cada reformador ya Dios tenía preparado a otro, por ejemplo LUTERO casi 100 años después. ¡Que privilegio la de estos reformadores! ¡Que privilegio participar de la reforma en el SIGLO XXI!

Excelente blog, Dios le provea salud y sabiduría para seguir posteando más artículos.