viernes, 16 de marzo de 2012

Lutero no se atrevía a orar a Dios el Padre

Uno de los momentos críticos de la vida de Martín Lutero sucedió cuando dirigió su primera misa. Para tal ocasión, su padre Hans había invitado a familiares y amigos. Todo transcurrió con normalidad... hasta que llegó el momento de la transustanciación. Lutero quedó paralizado. Las palabras no salieron de sus labios. Otro sacerdote tuvo que terminar por él. ¿Por qué? Porque por primera vez se estaba dirigiendo directamente en oración al Juez de toda la tierra. Siempre había rezado a los santos o a la virgen. No conocía del privilegio que tiene todo verdadero hijo de Dios de poder dirigirse al Señor como "Padre". Su conciencia cargada de pecado sin haber experimentado el perdón de Dios le hacía tener ojos únicamente para la justicia punitiva de Dios. Varios años transcurrirían antes de abrazar la enseñanza bíblica de que todo creyente es constituido sacerdote del Altísimo, con pleno acceso a la presencia de Dios por el camino nuevo que nos abrió Jesús en la cruz.
Hermano, ¿estás consciente del privilegio que es nuestro en Jesucristo a través de la oración? ¿La estás aprovechando como debieras?
  • "Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!" (Romanos 8:15).
  • "En quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él" (Efesios 3:12).
  • "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Hebreos 4:16).
  • "Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo... acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe" (Hebreos 10:19, 22).

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