Por Maurice Roberts
[The Banner of Truth Magazine, Dic 1993]
Pero es cuestionable si aun éste es el clímax de la madurez plena del pecado. La Biblia revela una figura oscura y misteriosa que se dice emergerá en la misma iglesia de Cristo y que imitará al Dios eterno mismo. Este “hombre de pecado” (2 Tes. 2) y el “misterio” de Babilonia (Apoc. 17:5) se refieren claramente a un mismo fenómeno de maldad espiritual y eclesiástica muy sofisticada. Esta persona es la expresión más alta posible de iniquidad. Es la encarnación misma de la pecaminosidad porque se proclama a sí msimo como dios en la tierra, se presenta como alguien sin rival en el ejercicio del poder espiritual y temporal, y clama tener derechos exclusivos para disponer del destino de toda la humanidad—sí, aun de la iglesia misma. No sólo abre y cierra los medios de la gracia, sino que también lo hace con el palacio del cielo y los calabozos del infierno. Cambias las leyes a su antojo. Perdona los pecados según su voluntad. Alza su mano para dictar a toda la humanidad—no sólo a la ciudad sino a todo el mundo: URBS ET ORBS.
Dios tiene el derecho a permitir que el pecado se exhiba a sí mismo de esta manera en el curso de la historia humana. Le traerá gloria a Él grandemente cuando al final lo derrote en el último Gran Día. Cuando los creyentes humildes vean la piedra de molino hundirse bajo las olas insonsables de perdición, glorificarán a Cristo con sus Aleluyas. Dios será visto por todos como el gran y fácil Conquistador del pecado.
¿Pero quién será capaz de resistir en aquel día? ¿Y quién entre nosotros será contado digno de entrar en el reposo de Dios? Estamos persuadidos que ninguno excepto aquellos que han sido enseñados aquí abajo a VELAR Y ORAR.
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