El mundo está loco, loco, loco. Se levanta alguien como Mike Huckabee, que se atreve a decir la verdad sobre la locura del movimiento transgénero, y le llueven las críticas. Antes de que saliera a la luz el caso de Bruce Jenner (¿o es Caitlyn?), se expresó en febrero diciendo:
“Cuánto me habría gustado que mientras estaba en la secundaria alguien me hubiera dicho que me podía sentir como una mujer cuando llegara la hora de ducharnos en clase de educación física... Estoy seguro de que hubiera encontrado mi lado femenino y le hubiera dicho al entrenador: ‘Hoy prefiero ducharme con las chicas’.”
Huckabee también dijo:
“Para aquellos que no creen que estamos bajo una amenaza, sencillamente reconoce el hecho de que estamos viendo de ciudad en ciudad ordenanzas que dicen que tu hija de 7 años de edad, si va al baño no se puede ofender ni tú te puedes ofender, si la saluda un hombre de 42 que se siente más como una mujer que como un hombre”.
¿No tiene toda la razón? Sin embargo, políticos y columnistas le han caído encima exigiendo que debe ofrecer disculpas a los transgéneros. Hablan de que merecen respeto por sus estilos de vida. O sea, ahora es obligatorio que tenemos que estar de acuerdo con los postulados y prácticas de ese movimiento. Quieren cortar la cabeza a todo el que exprese una opinión contraria.
¿No estamos viendo hacia dónde es que nos quieren llevar? De aquí a poco los polígamos y los pedófilos reclamarán sus derechos y defenderán la dignidad de sus acciones. Luego les seguirán los zoófilos. ¿Y quién podrá criticar a los ladrones y a los mentirosos? No quieren saber de los mentirosos, y las más severas penas están reservadas para los que cometen perjurio, pero las más grandes perversiones ya no son nada.
Ven pronto, Señor Jesús, y endereza esta locura que se ha desatado. Tú eres nuestra esperanza. El mundo está loco, loco, loco.
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