R. C. Sproul*
Es muy importante que tomemos un tiempo para preparar
nuestros corazones para adorar a Dios antes de poner un pie en el santuario el
domingo en la mañana. Dios lo dejó claro en medio de circunstancias
impresionantes durante la promulgación de la ley en Éxodo 19. Él llamó al
pueblo a prepararse para venir a su presencia, o al acercarse a la misma, pero
no realmente a la montaña donde Él iba a hablar con Moisés. “Entonces Jehová
dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos,
y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Jehová descenderá a
ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí” (Ex. 19: 10-11). Dios quería
que antes de que el pueblo de Israel se acercara a Él, éste se preparara para
el encuentro con Él.
El servicio de nuestra iglesia comienza a las 10:30 am. A
las 10:20, bajamos la intensidad de las luces y damos inicio al preludio. Esa
es la señal para que nuestra gente se empiece a preparar para el culto. El caso
de Israel fue muy distinto al nuestro, pues Dios le dio dos días para
prepararse. Les requirió que se consagraran y lavaran sus ropas. Esos
preparativos eran apropiadas para lo que iba a suceder. Si le dijera a mi
congregación que en tres días Dios se manifestará de forma visible y que Él
quiere que laven sus ropas para la ocasión, estoy seguro que lo harían.
Parecería un requisito insignificante para el sorprendente privilegio de poder
estar en la presencia física de Dios.
Éxodo 19:14 nos dice que Moisés hizo exactamente lo que
Dios le mandó; descendió y santificó al pueblo. El pueblo también obedeció y
lavó sus ropas. Tomaron tiempo para prepararse para la adoración. Nosotros
debemos hacer lo mismo mediante la lectura de la Palabra de Dios y la súplica
por su asistencia para poder adorarle correctamente.
Parte de nuestra preparación para la adoración debe ser
recordarnos a nosotros mismos quién es Dios —el Señor santo y soberano.
Si regresamos a Éxodo 19, leemos en el versículo 16:
“Y aconteció que al tercer día, cuando llegó la mañana, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un fuerte sonido de trompeta; y tembló todo el pueblo que estaba en el campamento”.
Cuando sonó la trompeta y llegó el momento para que el
pueblo de Israel se acercara a Dios, cada persona del campamento se estremeció.
Desafortunadamente, ya pocas personas responden así a Dios en la adoración.
Muchos han olvidado cómo temblar ante él, porque no le consideran santo. Cuán
diferente sería su respuesta si pudieran verlo tal como se reveló a los
israelitas:
“Entonces Moisés sacó al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios, y ellos se quedaron al pie del monte. Y todo el monte Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre él en fuego; el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía con violencia” (Éxodo 19:17-18).
Una y otra vez Dios invitaba a las personas diciendo:
“Acercaos a mí”. Pero esa invitación fue balanceada por lo que Dios dijo tras
la muerte de Nadab y Abiú: “Como santo seré tratado por los que se acercan a
mí” (Lev. 10:3). Dios nos ordena que vengamos ante —que nos acerquemos a
Él. Pero no sólo eso, podemos acercarnos confiadamente a Su presencia, como Hebreos
4:16 establece con claridad. Pero existe una diferencia entre acercarnos
con confianza ante la presencia de Dios y venir a Él de manera arrogante.
Cuando nos acercamos confiadamente a Su presencia y nos acerquémonos a Él,
siempre debemos recordar que tenemos que honrarlo como un Dios santo.
También debemos recordar que no tenemos derecho a entrar en
la presencia de Dios por nuestra cuenta. Ninguna cantidad de preparación es
suficiente para que estemos realmente listos.
*Esto es un extracto de Cinco Cosas que Todo Cristiano
Necesita para Crecer de R. C. Sproul. Tomado del blog de los ministerios Ligonier. Traducción: Salvador Gómez Dickson.
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