martes, 23 de abril de 2013

¿Importa lo que creamos?

En aras de guardar la paz y las buenas relaciones, muchos expresan que lo más importante no es realmente lo que creamos, sino el respetar las ideas de los demás. En otras palabras, se promueve la indiferencia a la doctrina con el fin de hacer sentir bien a los que poseen una postura distinta a la nuestra.
Nuestra generación es pragmática—tiene una clara inclinación hacia lo que funciona. Quiere libros que brinden un atajo al conocimiento, libros enlatados, manuales para “idiotas” (como ellos mismos los llaman). Se evade el estudio serio de las cosas; se menosprecia la filosofía; las declaraciones de verdad están perdiendo adeptos. Cada quien es “libre” de creer lo que le parezca. Somos post-modernistas... personas con mente abierta a todo tipo de posturas y pensamientos; tolerantes con todas las corrientes del saber, excepto por supuesto con el absolutismo de los cristianos. Es lo que alguien ha llamado “la intolerancia de la tolerancia.”
Cuando estuvo en esta tierra, Jesucristo habló como un absolutista. Se identificó como “el camino y la verdad y la vida” (Juan 14:6) y como la única vía para ir la cielo. Hoy en día, no obstante, se aboga por la indiferencia de las convicciones. Se enseña que a final de cuentas todas las personas, con sus diferentes posturas, llegarán al cielo y pasarán la eternidad juntas. Nuestro Maestro no pensaba de esa manera. Habló en contra de los falsos profetas (Mateo 7:15), como luego también lo hicieron los apóstoles (Rom. 16:17-18; Gál. 1:6-10; 2 Pedro 2:1-2).
Dios está profundamente interesado en las doctrinas que creemos. Él se comunicó con su pueblo por medio de declaraciones de verdad.
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar (impartir doctrina)... a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16, 17).
Bien lo dice John Murray:
“El uso de la Escritura para la enseñanza (doctrina) es tan indispensable para equipar al hombre de Dios, como su uso para redargüir, corregir e instruir.”
En Efesios 4:11-15, el apóstol nos explica la necesidad de maestros para que la iglesia cumpla con su labor. ¿Qué enseñan estos maestros? Doctrina. Los hermanos deben crecer espiritualmente en base a la verdad que han abrazado (vv. 13-15), pues existe el peligro al que las falsas doctrinas exponen al pueblo de Dios.
¿Importa lo que creamos? Importa y mucho.
“Siempre encuentro que aquellos que son llevados por todo viento de doctrina son aquellos mismos que son demasiado perezosos para estudiar la doctrina” (Martyn Lloyd-Jones).

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