jueves, 17 de mayo de 2012

¡Cuánto le debemos al Dios de Guillermo Tyndale!

Tiene un corazón diabólico, orgulloso y despreciable. Tiene la marca del diablo en su frente... Una bestia abominable, un nuevo Judas, un idólatra, un adorador del diablo, peor que un mahometano, una serpiente que anda en fosos oscuros, un publicano y pagano, peor que Sodoma y Gomorra, un Lucifer, arrojado del cielo. Si soporta dolor, lo hace al igual que el diablo, para herir la verdad. Se quemaría en el infierno con tal de tener la compañía de los que sean desviados por él.”
¿De quién se ofrece semejante descripción? Fueron las palabras de Sir Tomás Moro, defensor de la iglesia católica, sobre su enemigo Guillermo Tyndale. Su pecado fue traducir la Biblia al idioma del pueblo.

En las próximas líneas quisiéramos estudiar a este gran personaje de la reforma inglesa; y para considerar correctamente su vida se nos exige ambientarnos en cuanto a la época, pues su impacto fue acompañado de eventos y circunstancias que movilizaron sus ideas y obras.

EL AMBIENTE HISTÓRICO

Trasladémonos a los años 1450-1550. Venimos de la Edad Media y comienza el Renacimiento. La exploración marítima logra un gran auge. Europa se expandía y se descubrían nuevas tierras. Junto a lo cual el comercio se desarrollaba. Con estas condiciones tenemos los recursos de producción y expansión de las Sagradas Escrituras. A la par con esto, vemos a un Guillermo Tyndale que crece en una atmósfera educacional en la que podía estudiar, investigar y aprender. La ciencia avanzaba y los inventos proliferaban. Surge la imprenta de Gutenberg, la cual, con tipos móviles, facilitaba la producción de más libros y mucho más baratos. Ya para los días de Tyndale la imprenta tenía unos 70 años de desarrollo, y con ella se publicaron los léxicos, gramáticas y textos griegos y hebreos que jugaron un papel vital en la labor de nuestro biografiado. A todo esto se añadía el clima religioso mantenido por la iglesia católica con todos sus tentáculos en Europa. Tanto el pueblo como el clero eran ignorantes. Datos de entonces nos dicen que de 311 clérigos, 10 no podían decir la oración del Señor, cerca de 30 no podían mencionar su autor, y ¡170 no podían repetir los diez mandamientos! Si estos eran los “guías”, imagínese la ignorancia del pueblo. Había la necesidad de verter la Biblia en el idioma del pueblo. Bien podemos afirmar que Tyndale nació “cuando vino el cumplimiento del tiempo.”

SUS AÑOS EN INGLATERRA (1494-1524)
Nació al sur de Inglaterra en Gloucester, cerca de Gales, entre los años 1490 y 1494. Su niñez es desconocida; de familia adecuada y buena posición.
Estudió en la universidad de Oxford, a la cual ingresó a los trece años de edad, siendo aparentemente un estudiante excelente. Se dice que hablaba siete idiomas, y tan bien, que se podía pensar de cada uno que era su idioma natal.   Fue en ese entonces cuando aprendió la gran lección: era pecador. Leyó a Martín Lulero y llegó a ser “un adicto a las Escrituras.” Terminó sus estudios en Oxford, donde se decía que sólo un sexto de los estudiantes lo lograba, e ingresó a Cambridge para realizar sus estudios del griego. Lugar éste que presenció el incremento de su fuego reformador. Fue un excelente predicador. Como vivía, así predicaba.
Dejó Cambridge en 1522 y regresó a Gloucester para ser el tutor de los hijos de un caballero llamado Sir John Walsh, con quien regularmente discutía asuntos espirituales durante las comidas. Normalmente  tenían invitados, entre los que había católicos, sacerdotes y prelados. Por ello las discusiones a menudo se tornaban en debates y contra-argumentaciones, porque ellos defendían al papa, y él la Palabra de Dios. En cierta ocasión un conflicto serio aconteció. Se encontró con un “sabio” que, al compartir y disputar con él, gritó las palabras blasfemas: “Estaríamos mejor sin las leyes de Dios que sin las del papa.” Cuando Tyndale escuchó esto, con celo santo y no pudiendo sobrellevar tal blasfemia replicó: “Desafío al papa y todas sus leyes... Si Dios me diera vida, en no muchos años haría que un chico que ara la tierra conozca más de la Escritura que lo que sabe usted.”
Pero nuestro hombre sabía que estos conflictos podían entorpecer sus planes; por lo que pasaba la mayor parte del tiempo en la biblioteca, y evitaba tener conversaciones que le comprometieran. Oraba, leía y traducía la Biblia.
Pero después de caer un día en medio de una tropa de monjes y curas, sintió que era tiempo de marcharse y de buscar un retiro. Así se protegería a sí mismo y a la familia Walsh.
Intentó buscar ayuda en Londres por medio del obispo de aquella ciudad, pero no la consiguió. Aún así, con entereza permanecía comprometido con la idea de la traducción de la Biblia. Recibió providencialmente la ayuda de algunos mercaderes y fue exhortado a irse a la Europa continental. Vivió en carne propia el texto de Mateo 19:29, y partió a Alemania en 1524, donde encontramos su exilio voluntario “por causa de la Palabra de Dios” (Apoc. 1:9).
SUS AÑOS EN LA EUROPA CONTINENTAL (1524-1536)
La mejor descripción de esta parte de la historia del “traductor” la encontramos en 1 Corintios 11:26-27. Fue en esta época cuando se reunió con Lutero. Primero fue a Hamburgo y luego a Wittenberg. Se encontró con el hombre que le tocó su alma con sus escritos. De aquí pasó a Amberes (en Holanda).
¡Cuánto trabajó en su traducción! Tyndale tenía que verter palabras al inglés que nunca antes se habían traducido. Tenía que descifrar significados y usos.  Fue por él que muchas palabras se incorporaron al vocabulario inglés, como: “mercy seat, escapegoat, passover, tendermercies of God, longsuffering of God.
Pudo traducir el Nuevo Testamento e imprimirlo en Worms (ciudad pro-Lutero) con 6,000 copias, gracias a la ayuda de mercaderes. Se enviaron a Inglaterra. ¡La primera traducción al inglés del original griego estaba disponible!
Pero un discurso de fuentes enemigas pronunció lo siguiente: “El Nuevo Testamento traducido al idioma común es ciertamente el alimento de la muerte, el combustible del pecado, el pretexto de una falsa libertad, la protección de la desobediencia, la corrupción de la disciplina, la depravación de la moral, el fin de la concordia, la muerte de la honestidad, el manantial de los vicios, el deceso de las virtudes, la instigación a la rebelión, la leche del orgullo, el sustento de la falta de respeto, la muerte de la paz, la destrucción de la caridad, el enemigo de la unidad, el asesino de la verdad.” No fue una pequeña oposición la que tuvo que enfrentar.
En 1527 comenzó su traducción del Antiguo Testamento. Trabajó meses para traducir el Pentateuco, y luego navegó a Hamburgo en 1529, para imprimirlo, pero... “peligros en el mar”... el barco naufragó y TODO el material de Tyndale se perdió. Pero su celo logró que en nueve meses lo tuviera traducido de nuevo. “Los salmos fueron cantados en el templo de Jehová en el idioma de Israel,” decía él, “¿y cómo el evangelio no hablará el idioma de Inglaterra entre nosotros?”
En 1534 se trasladó de nuevo a Amberes, su última estadía antes de su arresto. Sus obras no eran perfectas, pero dedicó estos años para corregir lo antes realizado; de tal manera que en una obra podía corregir hasta cuatro mil errores (¡ardua tarea!). Todo porque quería transmitir EXACTAMENTE lo que Dios dice. “Nunca he alterado ni una sílaba de la Palabra de Dios, ni lo haría, contra mi conciencia.”
Sus años en Europa no fueron los de un holgazán. Además de traducir las Escrituras, escribió teología y exposiciones bíblicas, enseñó y predicó en la comunidad. Recorría la ciudad de arriba a abajo ministrando a la gente.
SU MARTIRIO Y MUERTE
La mayor información de esta parte la conseguimos de John Fox, contemporáneo de Tyndale y amigo de Tomás Pointz, en cuya casa el traductor pasó todo un año.
La gran actividad de nuestro personaje hacía que no se protegiera como debía. Había depositado mucha confianza en el mercader John Philips, con quien se relacionó por la costumbre de comer con mercaderes. La confianza fue tal que llegó a mostrarle su cobijo. Le enseñó sus libros y muchos secretos de sus estudios. Aunque advertido por Pointz acerca de este hombre, Tyndale veía en él a alguien honesto. Pero días después, aprovechando la ausencia de Pointz, Philips hizo una supuesta visita al reformador en la que le invitaba bajo su cuenta a pasar el día. Tyndale se rehusó, expresando que prefería ser él quien le invitara a comer fuera.  Cuando llegó la hora de comer se dispusieron a salir. Para ello había que pasar por una entrada larga y estrecha, a cuya salida Philips había colocado a dos oficiales. Después de una educada discusión sobre quién iría delante (no cabían dos personas), Tyndale lo hizo, y al salir fue arrestado. Tal fue el día 21 de mayo de 1535, donde la traición de un amigo marcó su muerte.
Fue llevado a un castillo-prisión, desde el cual escribió la siguiente carta: “Le ruego a su señoría por el Señor Jesús, que si permanezco aquí durante el invierno, le pida al Procurador que sea lo suficientemente bondadoso conmigo como para enviarme de mis bienes que tiene en posesión, un gorro más tibio, porque sufro de modo extremo de un resfriado en mi cabeza, siendo afligido con un catarro permanente, el cual es considerablemente aumentado en esta celda. Un abrigo más caliente por favor, porque el que tengo es muy fino; además un pedazo de tela para remendar mis polainas. Mi sobretodo está roto, al igual que mis camisas. Tiene una camisa mía de lana, la cual sería muy amable en enviarme... También quiero, con su permiso, tener una lámpara en la noche, porque es fastidioso sentarse solo en la oscuridad. Pero sobre todo, le pido y le urjo con clemencia, a rogar al Procurador que tenga bondad en permitirme tener mi Biblia hebrea, la gramática hebrea y el diccionario hebreo, para poder pasar mi tiempo con ese estudio. Y de vuelta, deseo que obtenga sus más queridos anhelos, siempre siendo consecuentes con la salvación de su alma. Pero si al final del invierno, se toma una decisión diferente acerca de mí, seré paciente, permaneciendo en la voluntad de Dios para gloria de la gracia de mi Señor Jesucristo, en cuyo Espíritu oro que pueda dirigir su corazón. Amén. Guillermo Tyndale.”
En su martirologio, John Fox dice: “Tal era el poder de su doctrina y la sinceridad de su vida, que durante el tiempo de su encarcelamiento (que duró año y medio) convirtió a su carcelero, la hija del carcelero y a otros de su casa.”
Pero en octubre de 1536 fue llevado a la hoguera en el pueblo de Vilvorde; momento en el cual gritó fuertemente, “¡Señor! abre los ojos al rey de Inglaterra.” Petición que se cumplió parcialmente el mismo año de su muerte, cuando se imprimió la primera Biblia inglesa en Inglaterra. Y cinco años después se consideraba un crimen no tener una Biblia inglesa en cada parroquia para que el pueblo la leyese.
El impacto de la traducción de Tyndale fue grande, incluso por el hecho de que fue la base para muchas otras traducciones. Se dice que la Biblia del rey Jaime (King James) es un 90% trabajo de Tyndale.
APLICACIÓN
Muchas lecciones se desprenden de estudiar la vida de este hombre.
1. Debemos adorar a Dios por seleccionar hombres que nos provean la Escritura en nuestro idioma y las pongan en nuestras manos. Sufrimientos similares padecieron los que nos han dejado el le­gado de la Biblia en castellano. Hoy podemos decir: “¿Qué versión tienes? ¿Con concordancia o sin ella?” Pero antes era: “¿Qué página de la Biblia tienes? ¿De qué libro?” Además debemos tener también gratitud por los libros cristianos que hay en nuestro idioma. No debemos olvidar que fueron creyentes influenciados con la Biblia inglesa los que posteriormente navegaron a otros lugares en labor misionera, llegando incluso a las costas de nuestras islas en el Caribe.
2. Nuestro corazón debe dolerse por los millones que hoy están sin Palabra de Dios. Alguien dijo: “No hay precio que sea alto de pagar cuando se trata de dar la Palabra de Dios a otros.”
3. La vida de Tyndale es un aliento a la lectura, al estudio y a la meditación en la Biblia. ¡Qué privilegio es tener la Biblia! Nuestra guía en todos los aspectos de la vida.
 “Señor y Dios nuestro, te has preocupado tanto por dejarnos tu Palabra, y mira cómo la descuidamos. Perdónanos.”

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