Las Fábulas de Esopo
Había una vez un chivito que se había llegado a creer que ya era todo un chivo adulto y que podía cuidarse a sí mismo. Fue así que una tarde, cuando el rebaño había comenzado a recogerse desde los pastos del campo y habiéndole llamado su madre para que regresara con ellos, que el chivito no prestó atención y se quedó justo donde se encontraba comiendo hierba. Poco tiempo después, cuando levantó su cabeza, el rebaño se había ido.
Había una vez un chivito que se había llegado a creer que ya era todo un chivo adulto y que podía cuidarse a sí mismo. Fue así que una tarde, cuando el rebaño había comenzado a recogerse desde los pastos del campo y habiéndole llamado su madre para que regresara con ellos, que el chivito no prestó atención y se quedó justo donde se encontraba comiendo hierba. Poco tiempo después, cuando levantó su cabeza, el rebaño se había ido.
Se
encontraba sólo. El sol caía. Grandes sombras comenzaron a asomarse por todo el
terreno. Un frío viento avanzó sigilosamente haciendo sonidos de miedo en el
lugar. El chivito se estremeció al pensar en el terrible Lobo. Comenzó a
moverse bruscamente por el campo haciendo balidos a su madre. Pero no bien iba
por la mitad del camino, cerca de un grupo de árboles, ¡allí estaba el Lobo!
El
chivito sabía que había pocas esperanzas para él.
“Por
favor, Sr. Lobo”, le dijo temblando, “sé que me va a comer. Pero por favor,
primero tóqueme la música de alguna canción, porque quisiera bailar y alegrarme
tanto como pueda.”
Al Lobo
le gustó la idea de tocar un poco de música antes de comer, de modo que comenzó
a tocar música alegre y el chivito saltó y retozó con júbilo.
Mientras
tanto, el rebaño seguía moviéndose lentamente hacia la casa. El viento de la
noche transportó la música del Lobo muy lejos. Los Perros Ovejeros alzaron sus
orejas, reconociendo la canción que el lobo entona antes de comer, y en un
instante corrieron de regreso al campo. La canción del Lobo terminó
repentinamente, y mientras huía con los Perros siguiendo sus talones, se llamó
a sí mismo un insensato por convertirse en flautista para agradar al chivito,
cuando debió haberse dedicado a su labor de carnicero.
Moraleja: No te dejes distraer fácilmente del deber que tienes por delante.
Traducción:
Salvador Gómez Dickson
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