Por Curtis C. Thomas
“... que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:15–16).
El apóstol Pablo se encuentra en su encarcelamiento final en Roma, en espera de su ejecución. Escribe al joven Timoteo exhortándole a que avive el fuego del don de Dios que le había sido dado, que mantenga firme la fe, que se cuide de los falsos maestros y que predique la Palabra a tiempo y fuera de tiempo. También recuerda a Timoteo que él fue criado en las Escrituras por su abuela, Loida, y por su madre, Eunice (ver 2 Timoteo 1:5). Dado que Pablo va a salir del escenario, pasa la antorcha a Timoteo, el hombre joven a quien describe como uno que no busca sus propios intereses sino los de los demás, sabiendo que tiene un interés genuino en el bienestar espiritual de los creyentes (ver Fil. 2:19-23). Pablo expresa que no tiene a nade más como Timoteo. ¡Qué magnífica recomendación la que sale del gran apóstol Pablo!
¿Cómo logró Timoteo una recomendación tan brillante de parte de este gran apóstol? Aunque ciertamente Pablo tuvo mucho que ver en ello (pues tomó a Timoteo consigo en sus viajes, enseñando y ejemplificando el cristianismo ante él), el fundamento espiritual de Timoteo comenzó en su propia casa, con su abuela y su madre enseñándole las Escrituras. Ellas debían haber estado plenamente familiarizadas con la Palabra inspirada de Dios (el Antiguo Testamento), la cual es capaz de enseñar, redargüir, corregir e instruir en justicia.
Aunque las iglesias, las universidades bíblicas y los seminarios son muy útiles, el entrenamiento debe comenzar en el hogar. Y eso exige que nosotros los padres conozcamos la Biblia, si es que vamos a traspasar la Palabra de Dios a nuestros hijos. No podemos depender únicamente de los pastores, de los maestros de escuela dominical o de otros para que entrenen a nuestras familias. Ésa es nuestras responsabilidad. No podemos cumplir con esa responsabilidad a menos que nosotros mismos nos encontremos frente a la Palabra con regularidad.
Existen muchas maneras de estudiar la Palabra de Dios. En caso de nunca haberte embarcado en un programa para ser instruido en la Biblia de una forma completa y cabal, he aquí algunas sugerencias sencillas:
- Asegúrate de tener tanto una traducción literal como una buena paráfrasis de las Escrituras.
- Equípate con una biblioteca básica de ayudas bíblicas.
- Planifica leer la Biblia completa, desde Génesis hasta Apocalipsis, al menos una vez al año. Hay 1,189 capítulos en la Biblia; cubrir aproximadamente 3 capítulos diarios te llevarán a lo largo de toda la Biblia en un año. Quizás tengas tiempo para cubrirla más de una vez al año.
- Escoge un libro del Antiguo Testamento y un libro del Nuevo Testamento en los cuales especializarte cada año. Para el primer año recomendaría Génesis y ya sea Juan o Romanos.
- Lee esas dos porciones de la Biblia una y otra vez durante el año. Una vez creas tener una buena comprensión de su contenido, trata de elaborar tu propio bosquejo.
- Después de haberlos leído cierto número de veces y de haber completado tu propio bosquejo, entonces comienza a utilizar algunas ayudas del siguiente modo:
- Lee un libro de introducción bíblica que resuma estos libros.
- Escoge un buen comentario para leer sobre cada libro.
- Consulta ayudas gramaticales sobre muchas de las palabras importantes que usan los escritores bíblicos.
- Utiliza un Manual Bíblico, un Diccionario Bíblico, un buen Atlas Bíblico y una Enciclopedia Bíblica que te ayuden a entender más profundamente nombres, eventos, doctrinas, etc.
- Escribe las aplicaciones generales que has cosechado de tu estudio de estos pasajes. Posteriormente, escoge de esa lista aquellas aplicaciones en las que más necesitas trabajar en tu propia vida.
- Presta mucha atención al contexto de cada sección o versículo, siempre interpretando y aplicando un pasaje basado en su contexto (de lo contrario, puedes estar interpretando el pasaje como enseñando una cosa cuando en realidad enseña otra completamente diferente).
- Recuerda que la Escritura es su mejor intérprete. Compara con otros pasajes de la Escritura que tratan los temas que estás estudiando.
- Después de completar el estudio de estas dos porciones de la Escritura, habla con otros acerca de lo que has aprendido, y así asegurarte de no haberte desviado en algún punto.
- El año siguiente empieza el ciclo nuevamente, leyendo a través de la Biblia versículo por versículo, y luego escogiendo otro libro del Antiguo y Nuevo Testamentos para estudio.
- Trata de seleccionar un momento del día en el que estés menos distraído y en el que estés despierto y fresco, y comprométete con un programa regular de estudio.
- No intentes ir tan rápido que saltes secciones importantes de la Biblia.
Te sorprenderás agradablemente de cuán rápidamente te familiarizarás con la Biblia. Aunque puede ser tentador escoger inicialmente un libro como Apocalipsis o Daniel, probablemente no sean un buen lugar para comenzar, especialmente si eres un estudiante nuevo de la Palabra de Dios.
La Biblia es un libro divinamente inspirado, inerrante y autoritativo, es verdaderamente útil y provechoso para enseñar, reprender, corregir e instruirnos a nosotros mismos en justicia. Si queremos iglesias sanas que honren a Dios, nosotros los miembros debemos estar familiarizados con las Escrituras. No podemos esa responsabilidad al liderazgo de la iglesia. Así como ellos deben pastorearnos de modo que nosotros podamos llevar a cabo nuestros ministerios individuales, tenemos la obligación de asegurarnos de que nuestras iglesias y sus líderes enseñen la Palabra de Dios de manera precisa, requiriendo de nosotros la debida obediencia a esa Palabra.
Nuestra obligación más seria es en relación a nuestras familias, criarles en el temor y la instrucción del Señor (Deut. 6:4-9; Ef. 6:4; Col. 3:16). No podremos hacerlo si nosotros mismos no nos encontramos regularmente con la Palabra.