miércoles, 29 de febrero de 2012
Hebreos 1:1-2
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (Hebreos 1:1–2, RVR60)
El libro de Hebreos nos presenta a Cristo como el mensaje culminante de Dios al hombre. Al exaltar la persona del Hijo, lo hace haciendo un contraste con las antiguas formas de revelación del antiguo pacto. He aquí una tabla comparativa.
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Antigua Revelación
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Nueva Revelación
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¿Cómo?
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“... muchas veces y de muchas maneras…”
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[una revelación final y culminante]
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¿Cuándo?
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“…en otro tiempo…”
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“…en estos postreros días…”
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¿A quién?
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“…a los padres…”
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“…nos ha hablado…”
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¿Por qué medio?[1]
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“…por los profetas…”
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“…por el Hijo…”
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[1] Ambos son mensajeros de Dios. Ambos mensajes son verdaderos como de
parte de Dios. Pero el medio de la segunda etapa es infinitamente superior.
martes, 28 de febrero de 2012
¿Por qué permitió Dios que Pablo llegara a ser un asesino?
Por John Piper
- Para desplegar la paciencia perfecta de Cristo (1 Tim. 1:16).
- Para alentar a aquellos que piensan que son demasiado pecadores como para tener esperanza (1 Tim. 1:16).
- Para mostrar que Dios salva a aborrecedores de Cristo endurecidos, los cuales han llegado incluso a matar cristianos.
- Para mostrar que Dios permite a sus muy amados elegidos hundirse en impiedad flagrante.
- Para mostrar que Dios puede hacer de los principales pecadores principales misioneros.
- Para mostrar a la iglesia impotente, perseguida y marginada que ellos pueden triunfar por la conversión sobrenatural de los enemigos más poderosos.
Descubrimiento del camaleón más pequeño
Las siguientes fotos se encuentran en la página de la revista National Geographic. No comparto la filosofía detrás de la revista, pero me deleito más que ellos en las maravillas de la creación de Dios.
lunes, 27 de febrero de 2012
La infinidad de Jesucristo
Jonathan Edwards describió al infinito expresando: “Dios está tan por encima del ángel más sublime como lo está del gusano más bajo.” En mis propias palabras es algo así como: La diferencia entre un gusano y un ángel es insignificante en comparación con la infinidad de Jesucristo.
viernes, 24 de febrero de 2012
DOS DESTINOS (segunda parte)
El
destino de los justos es completamente distinto.
Mientras se nos plantea el terrible destino
de los ciudadanos de la ciudad terrenal, el pasaje (Isaías 24-27) nos muestra
de manera muy gráfica el destino de los ciudadanos de la ciudad celestial.
“Estos alzarán su voz, cantarán gozosos por la grandeza de
Jehová; desde el mar darán voces. Glorificad por esto a Jehová en los valles;
en las orillas del mar sea nombrado Jehová Dios de Israel. De lo postrero de la
tierra oímos cánticos: Gloria al justo. Y yo dije: ¡Mi desdicha, mi desdicha,
ay de mí! Prevaricadores han prevaricado; y han prevaricado con prevaricación
de desleales.” (Isaías 24:14–16, RVR60)
“Gozosos por la grandeza de Jehová”, por la
Majestad de Dios. Es la misma palabra que se traduce “orgullo” en otros
contextos. Mientras aborrecemos ver a los hombres exaltarse a sí mismos y ser
exaltados como lo que no son, la exaltación divina es lo correcto y lo
adecuado. Es apropiado proclamar a gran voz la grandeza y majestad de nuestro
Dios. ¿Quiénes son los moradores de la ciudad celestial? Los que han reconocido
que sólo Dios es el exaltado, quien se merece toda nuestra devoción y
admiración.
Este grupo incluirá a gente “de lo postrero
de la tierra”. Incluirá no judíos. Incluirá dominicanos y orientales, africanos
y europeos, gente de todos los rincones de la tierra. Este es un elemento
profético importante en las Escrituras—la inclusión de los gentiles en la
salvación de Dios.
“De lo postrero de la tierra oímos cánticos:
Gloria al justo” (v.16). La versión RV tiene justo en minúscula; la LBLA la
tiene en mayúscula. El consenso es que se está refiriendo al Señor. Los
redimidos exaltan la justicia de Dios. Finalmente habrá justicia. Uno de los
temas del libro de Apocalipsis es precisamente ése.
“Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el
cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios
Todopoderoso; justos y verdaderos son
tus caminos, Rey de los santos.” (Apoc. 15:3, RVR60)
“El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre
las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. Y oí al ángel de las
aguas, que decía: Justo eres tú, oh
Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas. Por
cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has
dado a beber sangre; pues lo merecen. También oí a otro, que desde el altar
decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y
justos.” (Apoc. 16:4–7, RVR60)
“Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el
cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor
Dios nuestro; porque sus juicios son
verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a
la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano
de ella. Otra vez dijeron: ¡Aleluya! Y el humo de ella sube por los siglos de
los siglos.” (Apoc. 19:1–3, RVR60)
Dios juzgará a cada quien según se merezca.
Los condenados no tendrán nada que reclamar.
“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para
recompensar a cada uno según sea su obra.” (Revelation
22:12, RVR60)
¡Por fin justicia! ¡Anhelamos justicia! ¡Y
habrá justicia! Porque justos y verdaderos son sus caminos.
Una de las marcas de los ciudadanos de la
Jerusalén celestial es que tienen una relación personal con Dios. Él no es un
extraño para ellos.
· “Jehová,
tú eres mi Dios; te exaltaré,
alabaré tu nombre, porque has hecho maravillas; tus consejos antiguos son
verdad y firmeza.” (Isaiah 25:1, RVR60)
· “Y
se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro
Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos
esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación.”
(Isaiah 25:9, RVR60)
Esta porción profética del libro de Isaías
nos hace un llamado a vivir por la fe, esperando la gran consumación que
experimentaremos aquel día, el derrocamiento final y absoluto del mal.
Estas cosas no tienen que suceder mientras
nosotros estemos vivos para que nos sirvan de instrucción, consolación y
advertencia. Aquellos a quienes los profetas dirigieron en primera instancia
sus escritos no experimentaron la consumación de todas estas profecías. Dios
les concedió ver ciertos “avances” o adelantos con el cumplimiento de algunas
de sus promesas como un estímulo a seguir confiando en ellas, pero la realidad
es que murieron sin ver la consumación final de todas las cosas y la victoria
prometida.
El profeta les decía: “Consolaos, consolaos
en esto que sucederá”, pero murieron sin que sucediera. ¿Qué debían ellos
hacer? Poner estas enseñanzas en sus corazones. Podían morir en medio de un
escenario que parecía una derrota total. Pero eso no significaba que Dios había
sido derrotado. La victoria estaba segura. El Dios que no miente lo había
prometido. El Mesías vendría.
Llegamos al Nuevo Testamento y nos
encontramos con lo mismo. Los creyentes que vivieron en el primer siglo todavía
no tenían los documentos del Nuevo Testamento. Tenían que alimentar su
esperanza con la literatura apocalíptica que había sido escrita por los
profetas 700 y 500 años antes. En lugar de concluir que esas profecías les eran
inservibles por cuanto aquellos que las escucharon originalmente no vieron la
victoria, se animaron con la realidad de que la consumación estaba más
adelante. Es así que nos encontramos con personas como Simeón, que estaban a la
expectativa de la llegada del Mesías. Viene Juan el Bautista. Viene Jesucristo.
Pero todavía Roma sigue gobernando y oprimiendo. El Señor les sigue animando
con sus enseñanzas. Les advierte que vendrían falsos cristos, pero que ellos
debían velar. Les habla de una segunda venida. Él había venido, pero no había
venido. Esto es importante.
Ahora había un elemento adicional crucial: el
Mesías ya había venido. Era una parte vital del plan, pero ellos no lo
entendieron en el momento. Jesús vino y murió. No se quedó reinando según todas
las profecías que habían sido escritas por Isaías, Daniel y Zacarías. Murió.
Parecía un vencido. No faltaron quienes se burlaron de ellos.
Cristo les sigue dejando promesas. “Voy a
preparar lugar para ustedes y luego vendré y los recogeré.” Al oír que el Maestro
se les va, que va a morir, se ponen tristes. Pero les da instrucciones de que
no se entristecieran. Si entendían lo que estaba pasando, no había razón para
entristecerse, sino para gozarse (Juan 14-16).
El Señor muere, resucita y asciende a los
cielos. Esa resurrección es un elemento vital de nuestra esperanza. Jesucristo
vive y volverá.
“Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este
mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis
visto ir al cielo.” (Hechos 1:11, RVR60)
Sin embargo, comenzaron a pasar los años y el
Señor no regresaba. Los apóstoles tuvieron que enseñar y escribir a las
iglesias para que se mantuvieran firmes en la verdadera doctrina, inconmovibles
en la esperanza. Se levantaron burladores (2 Pedro 3) que decían:
“Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en
ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento, para que tengáis
memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y
del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles; sabiendo
primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus
propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento?
Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así
como desde el principio de la creación.” (2 Pedro 3:1–4,
RVR60)
Nunca faltan los que se burlan de la
expresión “Cristo viene”. Nos dicen: “Tiene tantos años viniendo y no acaba de
llegar.” La cronología de Dios no es la nuestra. Profetizó al pueblo de Israel,
y murieron sin ver el cumplimiento.
Profetizó a los creyentes del NT, y murieron
sin ver el cumplimiento. Y desde entonces son muchos los que han muerto sin ver
el cumplimiento. Pero eso no significa que no habrá cumplimiento. Para que su
profecía sea cierta no tiene que venir en nuestros días. El plan de Dios no
está sujeto a satisfacer nuestras curiosidades y deseos personales.
“Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están
reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y
de la perdición de los hombres impíos. Mas, oh amados, no ignoréis esto: que
para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no
retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente
para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el
cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán
deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.”
(2 Pedro 3:7–10, RVR60)
Esta esperanza santifica. Nos estimula a
purificarnos. Pedro escribió en su segunda epístola diciendo que albergar la
esperanza de cielos nuevo y tierra nueva debe movernos a un anhelo diligente
por ser hallados “sin mancha e irreprensibles” cuando Cristo vuelva (2 Pedro
3:13-14). El apóstol Juan, por su lado, nos dice:
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se
ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste,
seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que
tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” (1 Juan
3:2–3, RVR60)
Todo lo que vemos en este mundo y que nos
parece tan seguro, pronto dejará de ser.
“La
ciudad de Dios es la única dirección que durará para siempre” (Raymond Ortlund,
Isaiah, p.142).
Cambia de ciudadanía. Cámbiala hoy mientras
hay esperanza, porque viene el día cuando tu destino quedará sellado. Si tu
ciudadanía es la terrenal, y mueres en esa condición, Dios marcará tu destino
de condenación, y lo hará por toda la eternidad. Si tu ciudadanía es la
celestial, cerrar los ojos aquí significa morar en la ciudad de Dios
eternamente y para siempre.
“Dios
es la razón por la cual la ciudad del hombre no puede perdurar y por la cual la
ciudad de Dios no puede caer, y Dios tendrá la última palabra tanto en
maldición sobrecogedora como en gozo sobrecogedor” (Ortlund, p.143).
Dios es paciente. Nos da tiempo para
reflexionar y arrepentirnos (2 Ped. 3:9). Pero no será así para siempre. La
oportunidad que ahora tienes llegará a su fin. No la desperdicies.
“Dos ciudades
han sido formadas por dos amores: la terrenal por el amor del yo, hasta el
punto de menospreciar a Dios; la celestial por el amor de Dios, hasta el punto
de menospreciar el yo” (Agustín)
jueves, 23 de febrero de 2012
miércoles, 22 de febrero de 2012
Dos Destinos — primera parte
DOS
DESTINOS
Uno de los grandes propósitos de Isaías 24-27
es mostrar que habrá dos destinos distintos para las dos ciudades que allí se
presentan y los ciudadanos de las mismas. Aunque la impresión actual es
distinta, al final la ciudad de Dios triunfará.
El pueblo de Dios en los días de Isaías
estaba viviendo días difíciles, y el panorama de lo que vendría no era muy
alentador. Invasiones, guerras y exilios era la expectativa inmediata. En medio
de ese escenario es que Isaías les profetiza de cosas que ocurrirían mucho
tiempo después. Algunas se cumplirían 700 años después, con la llegada del
Mesías, el “siervo sufriente”, quien cargaría con todos sus pecados (Isaías
40:1-5). Para el momento en que eso sucedería, ya todos ellos estarían muertos.
¿Cuál era el sentido de compartir esas profecías con ellos?
Otras profecías tenían un cumplimiento más
lejano aún. Tenían que ver con “cielos nuevos y tierra nueva” (65:17; 66:22),
una referencia a la consumación final de todas las cosas. ¿Cuál era el
consuelo? Evidentemente todos estos murieron sin ver estas promesas hechas
realidad.
Pero permítanme complicar un poco más las
cosas. Lo que vemos en Isaías no es diferente a lo que encontramos en el Nuevo
Testamento. Los hermanos de la iglesia primitiva ya habían visto el
cumplimiento de las profecías concernientes a la llegada del Mesías para morir
como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Pero también se les
instruyó que el Señor volvería otra vez. Esto se enseña en múltiples contextos
tanto de los evangelios como de las epístolas. Y una vez más nos preguntamos:
¿Cuál es el propósito de darnos esas promesas que no veremos cumplir mientras
vivimos en esta tierra? Pablo lo dice en 1 Tes. 4:18:
“Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas
palabras.”
El propósito es aliento, alimentar nuestra
esperanza, ayudarnos a poner el corazón y la mirada en la eternidad. ¿Qué pasó
con todos los tesalonicenses que escucharon la lectura de esta epístola? Murieron
sin ver su cumplimiento. Sin embargo, debían consolarse aun en medio de las
muertes de sus seres queridos. Lo que necesitamos para seguir adelante es la
verdad de que el Cristo victorioso viene otra vez.
Esto nos enseña algo importante: La esperanza
del creyente no puede estar en esta vida. El tiempo de nuestra vindicación no
es ahora. El Señor quiere que nuestros ojos miren a lo lejos, no a lo que
tenemos ante nuestras narices. Quiere
que contemplemos nuestro destino, en contraste con el destino de los demás. Así
como hay una diferencia de ciudadanía, habrá una diferencia de destino—un
destino que es final y concluyente.
Podemos ver algo de este contraste de
destinos en el Salmo 1. Después de describir el camino bienaventurado de los
justos, el salmista escribe: “No así los malos, que son como el tamo que
arrebata el viento… la senda de los malos perecerá” (vv. 4, 6).
Las palabras con que Isaías describe la
suerte de los injustos son terribles y dramáticas:
(1) “Jehová vacía la tierra y la desnuda, y trastorna su faz, y hace esparcir a sus moradores” (24:1).
(2) “La tierra será enteramente vaciada, y completamente saqueada” (24:3).
(3) “Se destruyó, cayó la tierra; enfermó, cayó el mundo; enfermaron los
altos pueblos de la tierra” (24:4).
(4) “La ciudad quedó desolada, y con ruina fue derribada la puerta”
(24:12).
(5) “Será quebrantada del todo la tierra, enteramente desmenuzada será la
tierra, en gran manera será la tierra conmovida. Temblará la tierra como un
ebrio, y será removida como una choza; y se agravará sobre ella su pecado, y
caerá, y nunca más se levantará” (24:19-20).
(6) “Acontecerá en aquel día, que Jehová castigará al ejército de los
cielos en lo alto, y a los reyes de la tierra sobre la tierra” (1:21).
¿Cuándo será todo esto? “Cuando Jehová de los
ejércitos reine en el monte de Sion y en Jerusalén, y delante de sus ancianos
sea glorioso” (1:23b). ¿Y cuándo reinará Jehová? En el segunda venida de
Cristo. Las palabras que se usa al principio del v.23 son las mismas que se usa
en Mateo 24 para referirse a los eventos que rodearán la venida del Señor: “La
luna se avergonzará, y el sol se confundirá.” Es un lenguaje cataclísmico.
Este juicio tendrá consecuencias
determinantes, permanentes, eternas. “Nunca más se levantará.”
El gozo artificial del que disfrutaban será
completamente erradicado. “Se desterró la alegría de la tierra” (24:11b).
Isaías 24:7–11
7 Se perdió el vino, enfermó
la vid, gimieron todos los que eran alegres de corazón. 8 Cesó el regocijo de los
panderos, se acabó el estruendo de los que se alegran, cesó la alegría del
arpa. 9 No beberán vino con cantar;
la sidra les será amarga a los que la bebieren. 10 Quebrantada está la ciudad por la vanidad; toda casa se
ha cerrado, para que no entre nadie. 11 Hay clamores por falta de vino en las calles; todo gozo
se oscureció, se desterró la alegría de la tierra.
El “cesó” que se repite enfatiza la inevitabilidad
del impacto de este juicio. Ya no habrá razón para el regocijo. Aquellos que no
vieron más allá de los placeres materiales del momento se quedarán mudos. Esto
es paralelo a lo enseñado en Apocalipsis (cap. 18) con respecto a la caída de
Babilonia.
El juicio
del que habla Isaías es ineludible e inevitable.
Isaías 24:2
2 Y sucederá así como al pueblo, también al sacerdote; como
al siervo, así a su amo; como a la criada, a su ama; como al que compra, al que
vende; como al que presta, al que toma prestado; como al que da a logro, así al
que lo recibe.
No habrá nadie inmune del juicio en base a
estatus o posición social. Dios actuará con absoluta imparcialidad. No importa
a qué grupo social pertenezcas, te verás cara a cara con Dios.
Isaías 24:17–18 (RVR60)
17 Terror, foso y red sobre
ti, oh morador de la tierra. 18 Y acontecerá que el que
huyere de la voz del terror caerá en el foso; y el que saliere de en medio del
foso será preso en la red; porque de lo alto se abrirán ventanas, y temblarán
los cimientos de la tierra.
No habrá forma de escape. Será un juicio
universal sin escapatoria. “De lo alto se abrirán ventanas” puede estar
haciendo referencia a algo que caerá del cielo. Así como cayó agua en los días
de Noé, ahora caerá fuego (según nos enseña 2 Pedro). “Temblarán los
cimientos de la tierra”—Tener los pies sobre la tierra no brindará estabilidad.
Arriba: fuego. Abajo: terremotos. No habrá lugar de refugio. Lo que nos parece
tan seguro, de repente no brindará protección.
Observen la similitud de esta enseñanza con
Apocalipsis 6.
Apocalipsis 6:12–17 (RVR60)
12 Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran
terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda
como sangre; 13 y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como
la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. 14
Y el cielo se desvaneció
como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su
lugar. 15 Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los
capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las
cuevas y entre las peñas de los montes; 16
y decían a los montes y a
las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está
sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; 17
porque el gran día de su
ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?
El pasaje también nos da la razón o motivo del juicio. Nuestras acciones tendrán
consecuencias.
Isaías 24:5 (RVR60)
5 Y la tierra se contaminó bajo sus moradores; porque
traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno.
Los hombres pueden tener la impresión de que
a Dios no le importa lo que la gente haga con su Palabra. Isaías, sin embargo,
nos asegura que Él pedirá cuentas por lo que cada quien haya hecho con sus
leyes. Hoy el mal parece haber triunfado. Pero no nos engañemos. Las cosas no
seguirán así para siempre. Me gusta el título que un comentarista de las
Escrituras dio a esta sección: EL DERROCAMIENTO UNIVERSAL DEL MAL.
El gobierno soberano de Dios garantiza que el
castigo correspondiente será aplicado a todos sus oponentes. ¿De qué lado estás
tú?
Notas ortográficas
- Se escriben con "b" los verbos terminados en "buir", contribuir, distribuir, atribuir.
- Recoger, coger, escoger, acoger, proteger, todas con G.
- Adverbios "afuera y adentro" nunca van precedidos de la preposición "a", se dice vayamos afuera, no vayamos a afuera.
martes, 21 de febrero de 2012
¡Sonríe!
Esta foto pertenece a la National Geographic (http://photography.nationalgeographic.com/photography/photos/best-pod-october-2011/)
lunes, 20 de febrero de 2012
La crianza y la disciplina corporal—una meditación en Proverbios 13:24
“El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.” (Proverbios 13:24, RVR60)
Puede que las personas no lo expresen ni lo vean de ese modo, pero desde la introducción del pecado en el mundo hay dos sabidurías en conflicto: la sabiduría de Dios y la sabiduría de este mundo (Sant. 3:13-18). Dice el apóstol Pablo que los hombres "profesando ser sabios, se hicieron necios" (Rom. 1:22). En otras palabras, se atreven a cuestionar los caminos que Dios ha trazado al hombre. No sólo ven su opinión como una opción más, llegan incluso a desdeñar la postura divina. Se atreven a citar las palabras de otro mortal como demostración final de que Dios está equivocado. Para muestras, un botón. Esto es lo que ocurre con el tema de la crianza de los niños y la disciplina corporal.
Somos criaturas de extremos, y cuando vemos el abuso que muchos padres llegan a cometer contra sus propios hijos, pensamos que la opción sabia es echar completamente a un lado la disciplina corporal. ¿No habrá una postura más sabia? Esa postura es la misma que de antaño Dios nos ha dejado en su Palabra. Es la que aparece con fuerza en un libro como Proverbios, como el texto que aparece más arriba nos demuestra. El precio que ha pagado la sociedad a causa de los padres que han claudicado de su responsabilidad es demasiado alto. Gran parte de los niños de ayer son los criminales y antisociales de hoy. Y todo comenzó con el cuestionable amor de padres permisivos que no estorbaron la necedad con que los muchachos vienen a este mundo. Las voces "autorizadas" de los expertos fueron escuchadas cuando decían que no debemos pegar a los niños. Aun la disciplina controlada y amante quedó categorizada como brutalidad y barbarismo. Como consecuencia, hoy nos enfrentamos a una sociedad de incorregibles e inadaptados. La sabiduría humana echó a un lado la divina… ¡la divina!
La voz verdaderamente autorizada es la de Dios. Él nos da su opinión acerca de los padres que se rehusan a disciplinar a sus hijos: no los aman. La opinión de Dios es la que cuenta. Total, será únicamente la suya la que importará en el día del juicio. Allí el Señor nos pedirá cuentas por aquello de lo que somos responsables hoy: la crianza de nuestros hijos.
“El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.” (Proverbios 13:24, RVR60)
Una gran cantidad de proverbios tienen como público meta a los hijos. Salomón les ofrece exhortaciones y advertencias para que se hagan sabios y abandonen el camino de la necedad. Tienen una cuota alta de responsabilidad delante del Señor. Pero Salomón se dirige a los padres igualmente, como el caso que nos atañe nos enseña. Por un lado nuestro texto nos disuade en contra de la negligencia: "el que detiene el castigo, a su hijo aborrece." Y por el otro nos exhorta a la diligencia: "mas el que lo ama, desde temprano lo corrige." Son dos caras de la misma moneda. Huir del mal no es suficiente; tenemos que seguir el bien (Salmo 34:14).
Hay un bien que estamos llamados a practicar en la vida de nuestras familias; un bien que sólo podemos realizar mientras los hijos viven "prestados" bajo nuestro techo, durante la ternura de sus primeros años. Debemos criarles en la disciplina y amonestación del Señor (Efesios 6:4).
Ciertamente hay abuso infantil en los padres que dan golpes y bofetadas de ira a sus hijos. Es abuso cuando les exponen a la vergüenza pública. Es abuso cuando les dejan abandonados irresponsablemente. Pero también es abuso infantil no brindar a los hijos de la orientación que sus almas necesitan, lo cual incluye en ocasiones la disciplina corporal. De hecho, el daño causado por esta negligencia puede ser mucho peor. Concuerdo con Tremper Longman cuando afirma: “Retener la disciplina a un niño hace más daño que aplicarla. El sabio (Salomón) entendería la renuencia a aplicar la disciplina, sea física o verbal, como descuido y abuso infantil” (Proverbs: Baker Commentary on the Old Testament, pp. 291-92).
La palabra hebrea para "castigo" se puede traducir consistentemente como "vara"; una referencia a la disciplina física (Prov. 19:18). El proceso de enseñanza apropiado contempla una etapa de instrucciones verbales claras. Pero cuando el niño se rehusa a seguir las directrices de sus padres, el choque de voluntades debe ser eliminado por medio del uso apropiado de la vara. No le hará bien al niño erigirse en autoridad por encima de sus padres; no sólo deshonra a Dios hoy, sino que mañana no sabrá desenvolverse correctamente en las diversas esferas de autoridad de la vida, sea familiar, laboral, civil o eclesiástica.
El castigo físico no es la primera opción de los padres. Hay una etapa de instrucción. Los hijos deben seguir directrices claras y razonables. También tenemos acceso a las amonestaciones y reprimendas verbales. Puede que eso baste para hacer al muchacho entrar en razón. Pero si no es así, entonces tenemos que recurrir al uso piadoso de la vara—un uso controlado y muy intencional, que siempre debe practicarse en un ambiente de amor. Lo que se procura es el bien de nuestros hijos, aunque nos duela tener que castigarles. Según la Palabra de Dios, ése es el verdadero amor.
La razón que lleva a muchos a no ejercer este doloroso deber dentro del rol asignado por Dios para los padres puede ser el temor a ser rechazados por los que se oponen al castigo corporal o el amor propio que busca evitar la triste experiencia de tener que usar la vara con su hijo. El verdadero amor hacia los hijos vence esa indisposición y procura el bien ulterior para ellos. Es un asunto de escoger cuándo llorar. Abandonar a los hijos de la inclinación natural de sus corazones es exponerles a la ruina familiar y social, a la pobreza y la irresponsabilidad, a calamidades y vergüenzas, a la muerte y posiblemente a la muerte eterna. "Es mejor el duro camino hacia la sabiduría que el camino suave hacia la muerte" (Derek Kidner).
Abdicar a nuestra paternidad tiene serias consecuencias, y este proverbios nos hace una invitación a la reflexión con respecto al desempeño de nuestro rol con nuestros hijos.
Otros textos a considerar: Prov. 22:15; 23:13-14; 29:15; Heb. 12:5-11.
Puede que las personas no lo expresen ni lo vean de ese modo, pero desde la introducción del pecado en el mundo hay dos sabidurías en conflicto: la sabiduría de Dios y la sabiduría de este mundo (Sant. 3:13-18). Dice el apóstol Pablo que los hombres "profesando ser sabios, se hicieron necios" (Rom. 1:22). En otras palabras, se atreven a cuestionar los caminos que Dios ha trazado al hombre. No sólo ven su opinión como una opción más, llegan incluso a desdeñar la postura divina. Se atreven a citar las palabras de otro mortal como demostración final de que Dios está equivocado. Para muestras, un botón. Esto es lo que ocurre con el tema de la crianza de los niños y la disciplina corporal.
Somos criaturas de extremos, y cuando vemos el abuso que muchos padres llegan a cometer contra sus propios hijos, pensamos que la opción sabia es echar completamente a un lado la disciplina corporal. ¿No habrá una postura más sabia? Esa postura es la misma que de antaño Dios nos ha dejado en su Palabra. Es la que aparece con fuerza en un libro como Proverbios, como el texto que aparece más arriba nos demuestra. El precio que ha pagado la sociedad a causa de los padres que han claudicado de su responsabilidad es demasiado alto. Gran parte de los niños de ayer son los criminales y antisociales de hoy. Y todo comenzó con el cuestionable amor de padres permisivos que no estorbaron la necedad con que los muchachos vienen a este mundo. Las voces "autorizadas" de los expertos fueron escuchadas cuando decían que no debemos pegar a los niños. Aun la disciplina controlada y amante quedó categorizada como brutalidad y barbarismo. Como consecuencia, hoy nos enfrentamos a una sociedad de incorregibles e inadaptados. La sabiduría humana echó a un lado la divina… ¡la divina!
La voz verdaderamente autorizada es la de Dios. Él nos da su opinión acerca de los padres que se rehusan a disciplinar a sus hijos: no los aman. La opinión de Dios es la que cuenta. Total, será únicamente la suya la que importará en el día del juicio. Allí el Señor nos pedirá cuentas por aquello de lo que somos responsables hoy: la crianza de nuestros hijos.
“El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.” (Proverbios 13:24, RVR60)
Una gran cantidad de proverbios tienen como público meta a los hijos. Salomón les ofrece exhortaciones y advertencias para que se hagan sabios y abandonen el camino de la necedad. Tienen una cuota alta de responsabilidad delante del Señor. Pero Salomón se dirige a los padres igualmente, como el caso que nos atañe nos enseña. Por un lado nuestro texto nos disuade en contra de la negligencia: "el que detiene el castigo, a su hijo aborrece." Y por el otro nos exhorta a la diligencia: "mas el que lo ama, desde temprano lo corrige." Son dos caras de la misma moneda. Huir del mal no es suficiente; tenemos que seguir el bien (Salmo 34:14).
Hay un bien que estamos llamados a practicar en la vida de nuestras familias; un bien que sólo podemos realizar mientras los hijos viven "prestados" bajo nuestro techo, durante la ternura de sus primeros años. Debemos criarles en la disciplina y amonestación del Señor (Efesios 6:4).
Ciertamente hay abuso infantil en los padres que dan golpes y bofetadas de ira a sus hijos. Es abuso cuando les exponen a la vergüenza pública. Es abuso cuando les dejan abandonados irresponsablemente. Pero también es abuso infantil no brindar a los hijos de la orientación que sus almas necesitan, lo cual incluye en ocasiones la disciplina corporal. De hecho, el daño causado por esta negligencia puede ser mucho peor. Concuerdo con Tremper Longman cuando afirma: “Retener la disciplina a un niño hace más daño que aplicarla. El sabio (Salomón) entendería la renuencia a aplicar la disciplina, sea física o verbal, como descuido y abuso infantil” (Proverbs: Baker Commentary on the Old Testament, pp. 291-92).
La palabra hebrea para "castigo" se puede traducir consistentemente como "vara"; una referencia a la disciplina física (Prov. 19:18). El proceso de enseñanza apropiado contempla una etapa de instrucciones verbales claras. Pero cuando el niño se rehusa a seguir las directrices de sus padres, el choque de voluntades debe ser eliminado por medio del uso apropiado de la vara. No le hará bien al niño erigirse en autoridad por encima de sus padres; no sólo deshonra a Dios hoy, sino que mañana no sabrá desenvolverse correctamente en las diversas esferas de autoridad de la vida, sea familiar, laboral, civil o eclesiástica.
El castigo físico no es la primera opción de los padres. Hay una etapa de instrucción. Los hijos deben seguir directrices claras y razonables. También tenemos acceso a las amonestaciones y reprimendas verbales. Puede que eso baste para hacer al muchacho entrar en razón. Pero si no es así, entonces tenemos que recurrir al uso piadoso de la vara—un uso controlado y muy intencional, que siempre debe practicarse en un ambiente de amor. Lo que se procura es el bien de nuestros hijos, aunque nos duela tener que castigarles. Según la Palabra de Dios, ése es el verdadero amor.
La razón que lleva a muchos a no ejercer este doloroso deber dentro del rol asignado por Dios para los padres puede ser el temor a ser rechazados por los que se oponen al castigo corporal o el amor propio que busca evitar la triste experiencia de tener que usar la vara con su hijo. El verdadero amor hacia los hijos vence esa indisposición y procura el bien ulterior para ellos. Es un asunto de escoger cuándo llorar. Abandonar a los hijos de la inclinación natural de sus corazones es exponerles a la ruina familiar y social, a la pobreza y la irresponsabilidad, a calamidades y vergüenzas, a la muerte y posiblemente a la muerte eterna. "Es mejor el duro camino hacia la sabiduría que el camino suave hacia la muerte" (Derek Kidner).
Abdicar a nuestra paternidad tiene serias consecuencias, y este proverbios nos hace una invitación a la reflexión con respecto al desempeño de nuestro rol con nuestros hijos.
Otros textos a considerar: Prov. 22:15; 23:13-14; 29:15; Heb. 12:5-11.
sábado, 18 de febrero de 2012
Principios para entender las diferentes discrepancias de la Biblia — 4
[El
siguiente material ha sido publicado con permiso del autor, del libro SÍNTESIS DEL
NUEVO TESTAMENTO de Arturo Pérez—más abajo información acerca de cómo
obtener un ejemplar del libro]
11. La Biblia puede usar números redondos tanto como números exactos.
Algunos han criticado que 2 Crónicas 4:2 se refiere a un mar de fundición que tenía diez codos de un borde al otro, enteramente redondo, y que su altura era de cinco codos, y un cordón de treinta codos a lo largo lo ceñía alrededor. El asunto que se ha observado es que en esta descripción de la circunferencia del “mar de fundición” el valor del pí resulta en 3.0 y no 3.14159265. Para comenzar, el valor exacto del pí es una cifra infinita en su parte decimal, y por eso siempre se expresa redondeado por lo menos a 3.1416. Nosotros entendemos que 3.1416 se puede redondear a 3 sobre todo si estamos describiendo algo, no estamos midiéndolo para hacer una réplica exacta. Para describir un templo hebreo, es suficiente con dar un número redondo para tener una idea de su dimensión. Es interesante que al estudiar la historia del número pí, generalmente se hace referencia a la Biblia en estos textos paralelos de 2 Cr.4:2 y 1Rey.7:23 donde el valor del el pí (al calcularlo a partir de las dimensiones que se describen) es 3.0.
Como la Biblia está compuesto por 66 libros, contiene diversos géneros literarios: prosa, poesía, etc.; y diversas herramientas literarias: parábolas, alegorías, metáforas, símiles, hipérboles, y diversas figuras del lenguaje.
En ese sentido, cuando habla de que Dios tiene “alas” (Sal.36:6) no significa que tiene alas de pluma sino que compara en una metáfora cómo ciertas aves refugian a sus polluelos debajo de sus alas, para darnos un sentido de protección y cuidado de Dios. De la misma manera cuando habla de que Dios “despierta” (Sal.44:23) no es que estaba en un sueño de hibernación, sino que Dios se había propuesto estar inactivo en ese sentido, y ahora actuaría en consecuencia de algún evento. Así también la Biblia registra hipérboles o lenguaje de exageración para transmitir una idea, por ejemplo cuando dice que si se hubieran escrito todas las cosas que hizo Jesús durante su vida en la tierra, Juan escribe que “ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir”. Es una figura, no es un lenguaje literal.
Algunos han criticado que 2 Crónicas 4:2 se refiere a un mar de fundición que tenía diez codos de un borde al otro, enteramente redondo, y que su altura era de cinco codos, y un cordón de treinta codos a lo largo lo ceñía alrededor. El asunto que se ha observado es que en esta descripción de la circunferencia del “mar de fundición” el valor del pí resulta en 3.0 y no 3.14159265. Para comenzar, el valor exacto del pí es una cifra infinita en su parte decimal, y por eso siempre se expresa redondeado por lo menos a 3.1416. Nosotros entendemos que 3.1416 se puede redondear a 3 sobre todo si estamos describiendo algo, no estamos midiéndolo para hacer una réplica exacta. Para describir un templo hebreo, es suficiente con dar un número redondo para tener una idea de su dimensión. Es interesante que al estudiar la historia del número pí, generalmente se hace referencia a la Biblia en estos textos paralelos de 2 Cr.4:2 y 1Rey.7:23 donde el valor del el pí (al calcularlo a partir de las dimensiones que se describen) es 3.0.
12. Advierta cuando la Biblia usa diferentes herramientas literarias.
Como la Biblia está compuesto por 66 libros, contiene diversos géneros literarios: prosa, poesía, etc.; y diversas herramientas literarias: parábolas, alegorías, metáforas, símiles, hipérboles, y diversas figuras del lenguaje.
En ese sentido, cuando habla de que Dios tiene “alas” (Sal.36:6) no significa que tiene alas de pluma sino que compara en una metáfora cómo ciertas aves refugian a sus polluelos debajo de sus alas, para darnos un sentido de protección y cuidado de Dios. De la misma manera cuando habla de que Dios “despierta” (Sal.44:23) no es que estaba en un sueño de hibernación, sino que Dios se había propuesto estar inactivo en ese sentido, y ahora actuaría en consecuencia de algún evento. Así también la Biblia registra hipérboles o lenguaje de exageración para transmitir una idea, por ejemplo cuando dice que si se hubieran escrito todas las cosas que hizo Jesús durante su vida en la tierra, Juan escribe que “ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir”. Es una figura, no es un lenguaje literal.
13. Un error en una copia no se iguala con un error en el original.
Ya hablamos del tema de los manuscritos y las copias en el tema anterior y mencionamos algo de esto. Existen muchas variantes (una coma, un carácter, una letra, a veces una palabra mal copiada, sobre todo en el caso de las cifras numéricas que una pequeña rayita aumenta una decena o centena).
Por ejemplo, en 2 Crónicas 36:9 dice que Joaquín tenía ocho años cuando ascendió al trono mientras que 2 Reyes 24:8 afirma que tenía dieciocho años. Este es un error de copia en el manuscrito en el segundo dígito hebreo y se acepta universalmente que Joaquín ascendió al trono a los 18 y no a los 8 años.
Otro ejemplo se encuentra en 2 Crónicas 22:2 que da la edad de Ocozías como 42 años cuando empezó a reinar, mientras que 2 Reyes 8:26 dice 22 años. Quizás Crónicas lee [ מ ] la letra “mem” para “cuarenta”, por la letra [ כ ] caph, “veinte”. Y si este libro fue escrito por un escriba que usara la caligrafía del hebreo antiguo, el mismo que aparece en la caligrafía del pentateuco samaritano, el error era más probable ya que la diferencia entre caph y mem es muy pequeña, y fácil de confundir por un copista.
14. Las declaraciones generales no necesariamente significan promesas universales.
Los críticos algunas veces se apresuran a concluir que las declaraciones incondicionales no admiten excepciones. Ellos toman versículos que ofrecen verdades generales y luego señalan con júbilo las obvias excepciones. Al hacerlo están olvidando que tales declaraciones sólo tienen la intención de ser principios generales.
Por ejemplo el Salmo 37:25 David dice “Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan” entonces preguntan por Lázaro que mendigaba pan en la casa del rico en Lucas 16.
O el caso de Proverbios 16:7 “cuando los caminos del hombre le agradan a Jehová, aun a sus enemigos reconciliará con él. Es obvio que esta afirmación no constituye una promesa incondicional. Pablo estaba agradando al Señor pero sus enemigos lo apedrearon (Hech.14:19).
15. La revelación posterior reemplaza a la revelación previa.
La Biblia fue escrita de manera que reveló al hombre la persona y la voluntad de Dios de manera progresiva. En el AT vemos al Padre obrando y prometiendo enviar al Mesías; en los evangelios vemos la promesa del Mesías hacerse hombre y morir en la cruz y resucitar; y en los Hechos y el resto del NT vemos a la persona del Espíritu Santo obrando en las iglesias conforme a la promesa de Cristo de que enviaría al Consolador.
Aparentemente el hombre era vegetariano al principio (Gen.1:29), pero vemos que las condiciones de la tierra cambiaron después del diluvio y Dios ordenó al hombre comer carne de los animales (Gn.9:3).
De la misma manera, al principio, antes de venir el Cordero de Dios, era necesario hacer sacrificios de animales para cubrir la culpa del pecado. Y esto se expuso como “sacrificios perpetuos para todas las generaciones”. Pero venido Cristo, estos sacrificios cesaron porque el Cordero Perfecto ya fue sacrificado. Lo mismo pasó con todas las ceremonias de la ley. La revelación posterior sustituye la revelación previa.
Conclusión
“Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley” (Deut.29:29). Dijo el escritor norteamericano Mark Twain que no eran las partes de la Biblia que no entendía las que le molestaban más, sino aquellas que sí entendía.
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