* Tal y como señalamos en la entrada anterior, el libro Sketches From Church History, de S. M. Houghton, fue la fuente principal de la cual adaptamos la información acerca de este precursor de la Reforma.
Es considerado el más importante de los
precursores de la Reforma en el continente europeo. Nació, según se cree, en 1369 en la villa de
Husinetz (de donde aparentemente surgió su nombre) en Bohemia.
Durante su niñez los libros de Juan Wyclif
llegaron hasta Bohemia y sirvieron de gran influencia.
“En la providencia de Dios,
en 1382, el Rey Richard II de Inglaterra se casó con Ana de Bohemia, quien
tenía un amor notable por la Palabra de Dios, y esto ayudó a que los escritos
del reformador inglés entraran a Bohemia. Huss nunca alcanzó el entendimiento
de la verdad que caracterizó a Wyclif, pero anheló purificar la iglesia de sus
días y llevarla de regreso a las enseñanzas del NT” (Sketches From Church History, p.69).
Era de una familia de recursos limitados. Su
padre murió siendo él joven, por lo que la madre se hizo cargo de su educación
temprana. Pero ella fue asistida por alguien de la nobleza a quien Dios movió
el corazón para pagar por todos los gastos educativos del joven estudiante.
Para la edad de 34 años ya había sido
designado rector de la Universidad de Praga. Pero el mundo de la academia no
fue su satisfacción. Como fiel estudiante de la Palabra de Dios, su mente se
inquietó con respecto a muchas cosas.
“De continuo se humillaba a
sí mismo por pecados solamente conocidos por él y el Señor. Se perturbaba aun
por el hecho de que cuando jugaba ajedrez, tendía a perder los estribos si
perdía. Leyó los escritos de Juan Wyclif y, además, fue fuertemente
impresionado por dos dibujos. Uno de ellos representaba al Señor Jesús llevando
una corona de espinas, y al Papa llevando una corona de oro y vistiendo ropa de
púrpura y seda. El segundo mostraba el cuadro de una mujer a quien Jesús decía:
‘Tus pecados te son perdonados,’ y en el reverso el Papa era presentado
vendiendo indulgencias al pueblo. La verdad que estos dibujos proclamaban de
manera tan elocuente, abrió los ojos de Huss para ver con claridad la triste condición
de la iglesia” (Sketches From Church History, p. 69).
En Praga había una capilla desde la cual Juan
Huss predicaba el evangelio en su propia lengua y no en latín (que la gente no
podía entender). Denunció valientemente las supersticiones del pueblo y los
pecados del clero. El Arzobispo de Praga se le opuso vigorosamente, denunciando
tanto sus escritos como los de Wyclif. Éste trató de reunir tantos libros como
pudo e hizo una pira quemándolos él mismo en el jardín de su palacio, mientras
el clero presente cantaba un sonoro Te Deum.
A Huss se le preguntó si estaba preparado
para obedecer las órdenes del Papa. “Sí”, respondió, “siempre y cuando estén de
acuerdo con la doctrina de Cristo, pero cuando veo lo contrario, no las
obedezco, aunque tengan que quemar mi propio cuerpo.”
El término contrario aquí usado es
importante. Wyclif enseñaba que si el Papa, el clero o cualquier otra persona
eran ‘contrarios’ a Cristo, entonces se constituían en los enemigos de Cristo y
debían ser resistidos. “Ser contrario a Cristo” era una expresión que estaba
mucho en los labios de los seguidores de Wyclif. La obediencia a Cristo era el
corazón mismo de su enseñanza.
El Papa excomulgó a Huss y colocó a la ciudad
de Praga bajo interdicto mientras albergaran al hereje y sus seguidores. Huss
se fue a otro lugar. Pero la persecución continuó. En 1414 se llevó a cabo el
Concilio General de Constanza y Huss fue llamado a comparecer. El Emperador
Segismundo prometió darle un salvo conducto, por lo cual partió hacia
Constanza, confiado en que se haría justicia en su caso.
Había mucha pompa alrededor del Concilio con
figuras de renombre. Después de su llegada, Huss fue arrestado y colocado en un
calabozo cerca del séptico de la ciudad. Las cosas se complican cuando el Papa
Juan XXIII sale repentinamente de la ciudad, temeroso de que le llamen a
capítulo por la gran impiedad con que vivía.
En el juicio, Segismundo bajó la cabeza
cuando Huss se quejó de que le hayan encarcelado a pesar de tener un salvo
conducto. Todo había sido arreglado y determinado de antemano. Cuando intentaba
defenderse, empezaban a vociferar y ni siquiera podía ser escuchado. Le
llegaron a acusar incluso de predicar una cuarta persona en la Santa Trinidad.
Ninguna prueba fue presentada. Se pasó sentencia rápidamente: él y sus libros
debían ser quemados.
Se dice que arrodillándose ante todos, oró:
“Señor Jesús, perdona a todos mis enemigos por amor a tu gran misericordia. Tú
sabes que me han acusado falsamente, que han traído falsos testigos y me han
fabricado cargos falsos en contra mía. Perdónales por amor a tu infinita
misericordia.”
Le despojaron oficialmente del oficio de
sacerdote y dijeron: “Encomendamos tu alma al diablo”. Pero Huss gritó: “Y yo
la encomiendo al Señor Jesucristo.” Le llevaron apresuradamente al lugar donde
sería quemado y le pusieron una corona de blasfemia sobre su cabeza con las
palabras: “Este es un archi-hereje” y contenía dibujos de diablillos pintados
destrozando su alma.
Cayendo de rodillas, Huss expresó
repetidamente: “En tus manos encomiendo mi espíritu”, pues Cristo le fortaleció
de forma maravillosa. “Estoy dispuesto a soportar paciente y públicamente esta
muerte terrible, vergonzosa y cruel por causa de tu evangelio y la predicación
de tu Palabra.”
Encendieron el fuego y Huss se ahogó con el
humo. Los oficiales reunieron sus cenizas y las arrojaron al río Rin, como de
manera similar harían con las de Wyclif en Inglaterra.
Los delegados bohemios que estaban en el
concilio regresaron del lugar llenos de un fuerte deseo de venganza, porque en
su opinión Huss fue asesinado. Muchos de los nobles de Bohemia armaron a miles
en la población y bajo el comando de Ziska estuvieron listos para luchar por su
libertad. En la historia estos se conocen por el nombre de Husitas. Exigieron
que en Praga hubiera tolerancia religiosa y que liberaran a los suyos que
estaban en prisión. Cuando esto les fue negado, arrojaron a 13 miembros del
concilio de la ciudad por las ventanas. Se levantó una guerra que duró 15 años.
Ni Segismundo con sus 80 mil hombres armados pudieron detenerlos y parecían una
fuerza invencible, hasta que muere Ziska y brota una división entre los husitas
donde algunos de ellos llegan a un acuerdo con el papado. Muchos, no obstante,
mantienen su fe, quienes más tarde son conocidos como los Bohemios o Hermanos
Moravos.
Huss era la palabra bohemia para ‘ganso’, y
algunas veces sus enemigos usaron esto para burlarse de él. Pero en una ocasión
les respondió: “En lugar de un tonto ganso, de aquí en adelante la verdad
enviará águilas y halcones con miradas penetrantes.”
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