por Kevin DeYoung
Ayer, para
sorpresa de nadie, el Presidente Obama reveló en una entrevista que luego de
cierta “evolución”, él “concluyó que para mí personalmente es importante
continuar adelante y afirmar que pienso que las parejas del mismo sexo deberían
ser capaces de casarse.” Esto sucedió después que el Vice-Presidente saliera
con fuerza a favor del matrimonio homosexual. No fue casualidad que el New York
Times publicara un artículo el martes (un día electoral con una enmienda acerca
del matrimonio en una boleta) acerca de cuán populares y no controversiales se
habían convertido los personajes homosexuales de la televisión. En otras
palabras, todo el mundo ha crecido, ¿por qué no lo haces tú también? Pareciera
como si todo el mundo un tiempo “gay” (divertido), y que únicamente los
cristianos conservadores se rehúsan asistir a la fiesta.
Desde luego, la tentación para los cristianos es a quedarse callados y
a abandonar la batalla por el matrimonio: “No vale la pena quedarse en esta
batalla”, pensamos dentro de nosotros mismos. “No tenemos que cambiar nuestra
posición personal. Nos mantendremos hablando la verdad y sosteniendo la Biblia
en nuestras iglesias, pero sobrecogernos con respecto al matrimonio homosexual
en el foro público es contra productivo. Es una pérdida de tiempo. Nos deja mal
parados. Arruina nuestro testimonio. Y ya perdimos. Es tiempo de arrojar la
toalla.” Entiendo la tentación. Es un camino más fácil. Pero no creo que sea el
camino correcto, el que da gloria a Dios, el camino del amor.
He aquí cinco razones por las cuales los cristianos deberían continuar
oponiéndose de manera pública y llena de gracia a que se entregue el término y
la institución del matrimonio a las parejas del mismo sexo:
1. Cada vez que el tema del matrimonio homosexual ha sido sometido al
voto del pueblo, el pueblo ha votado a favor de sostener el matrimonio
tradicional. Aun en California. De hecho, la enmienda pasó el martes en
Carolina del Norte con un margen más amplio (61-39) que una medida similar que
pasó hace seis años atrás en Virginia (57-42). La enmienda pasó en Carolina del
Norte, un estado oscilante en el que Obama ganó en 2008 por 22 puntos
porcentuales. No deberíamos asumir que el matrimonio homosexual en todo el país
es un asunto ya concluso. Hasta la fecha, 30 estados han definido
constitucionalmente el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer.
2. La promoción y el reconocimiento legal de las uniones homosexuales
no es conforme a los intereses del bien común. Esto puede parecer ignorancia,
sino prejuicio. Pero debemos decirlo en amor: codificar la indistinción de los
géneros no contribuirá con la “paz de la ciudad”. Va en contra de todo el orden
establecido del universo, y cuando vas en contra del diseño divino sufrirás las
consecuencias. O lo que es peor, la sociedad que dice que cada quien puede
tener su propia definición de sexo y que la unidad familiar es perecedera no es
una sociedad que haga un servicio a sus niños, sus mujeres, ni al término en sí
mismo.
3. El matrimonio no es sencillamente el término que usamos para
describir las relaciones personales que nos son más valiosas. La palabra
significa algo y ha significado algo a lo largo de la historia. El matrimonio
es más que una unión de corazones y mentes. Involucra la unión de los cuerpos—y
no cuerpos en el sentido que nos plazca, como si el hacer una obra con los
oídos de un primo les haga estar casados. El matrimonio, para citar a un grupo
de eruditos, es “una unión comprehensiva de dos personas sexualmente
complementarias que sellan (consuman o completan) su relación por el acto
generativo—por el tipo de actividad que por naturaleza resulta en la concepción
de un niño. De manera que el matrimonio en sí mismo está orientado a y resulta
en la concepción, crianza y educación de los niños.” Este punto de vista
conyugal del matrimonio establece con lenguaje humano complejo lo que hubiera
sido un truismo hasta hace solamente un par de generaciones atrás. El matrimonio
es de donde los niños pueden venir. Cuando ese elemento no está presente (a
nivel de puro diseño y funcionamiento, aunque no siempre tenga cumplimiento),
el matrimonio no es una realidad. No podemos conceder que el “matrimonio
homosexual” sea realmente un matrimonio. Lo que es más aún, como cristianos
entendemos que el gran misterio del matrimonio nunca podría captarse en una
relación entre Cristo y Cristo, o entre iglesia e iglesia.
4. Permitir la legalización del matrimonio homosexual constituye en
normal lo que hasta muy recientemente era considerado (y todavía debería ser
considerado) una conducta desviada. Aunque es cierto que la política va según
la corriente de la cultura, también es cierto que la ley es uno de los
tributarios que contribuyen con la cultura. En nuestra era de híper-tolerancia
tratamos de evitar los estigmas, pero los estigmas puede ser una expresión de
gracia común. Quién sabe de cuántas cosas pecaminosas estúpidas he sido
guardado de caer porque sabía que para mis compañeros y mi comunidad serían
consideradas vergonzosas. Puede que nuestras élites culturales nunca consideren
la homosexualidad como algo vergonzoso, pero las enmiendas que definen el
matrimonio como la relación entre un hombre y una mujer sirven a una causa noble
al definir lo que es como lo que debería
ser. No nos ayudamos los unos a los otros en la pelea por la santidad cuando
permitimos que la justicia parezca cada vez más extraña y que el pecado parezca
cada vez más normal.
5. Seríamos ingenuos si pensáramos que un arreglo liberal sería algo
que todos disfrutaríamos si tan sólo los cristianos conservadores dejaran de
ser tan dogmáticos. El paso siguiente a nosotros abandonar la batalla a favor
del matrimonio no es un milenio feliz para todos los que están haciendo el
matrimonio a su propio modo. El siguiente paso luego de la rendición es la
conquista. No estoy sugiriendo que los heterosexuales no serán ya capaces de
casarse. Lo que estoy sugiriendo es que la presión cultural no se detendrá con
sólo permitir que algunos
“matrimonios” sean homosexuales. Seguirá creciendo hasta que todos acepten y finalmente celebren que la homosexualidad es uno de
los grandes dones de la Diversidad. La meta no es tener diversas expresiones de
matrimonio, sino la eliminación de las definiciones. Capitular con respecto al
matrimonio homosexual puede sentirse como ceder una pulgada de ley mala para
ganar una milla de buena voluntad. Pero la realidad será muy diferente. Porque
como en todos los negocios del diablo, la buena voluntad no dura ni por asomo
lo que dura la ley.
Este artículo apareció
posteado en el blog de Kevin DeYoung y fue traducido y publicado aquí con el
debido permiso de su autor.
Traducción: Salvador Gómez
Dickson
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