jueves, 17 de enero de 2013

LA ORACIÓN: Privada y Pública


Por Curtis C. Thomas*  

Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos... Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mateo 6:6-7; 7:11)  


La Biblia está repleta de ejemplos, mandamientos y exhortaciones para que nos involucremos en la oración. De hecho, el tema es planteado tan frecuentemente en las Escrituras que no podríamos ni comenzar a cubrirlo en un espacio tan corto. Por tanto, lo que haremos tendrá que limitarse drásticamente y de manera arbitraria mencionaremos sólo unos cuantos de los muchos aspectos de la oración. En lo que quiero que pensemos es en algunas de las actitudes apropiadas a la hora de orar. Lo que haré es dar una lista de los malos entendidos más comunes con respecto a la oración:


  • La oración debe reconocer que Dios es omnipotente. Todo lo puede. Cuando oramos a Dios es con la asunción de que Dios tiene la capacidad de hacer lo que le plazca, cuando le plazca, como le plazca. Creer de otra forma es deshonrar la Persona a la que nos dirigimos y hace que nuestras oraciones tengan cierta oquedad. No creer en un Dios totalmente soberano es orar de manera insincera, o al menos, de manera inconsistente. ¿Cómo podemos pedirle que haga cosas comunes y sorprendentes en respuesta a nuestras oraciones cuando no creemos que tiene la capacidad de hacerlo?
  • La oración debe incluir alabanza, no sólo peticiones a Dios. A menudo nuestras oraciones son egocéntricas. La mayor parte del tiempo que pasamos en oración es pidiendo y hay poca adoración. En el Padrenuestro (que por su naturaleza es la oración de los discípulos, puesto que Cristo estaba enseñando a sus discípulos a orar—Mateo 6:5-15), la primera mitad está dedicada a alabar y adorar a Dios. Sólo la última porción trata con las necesidades personales.
  • Orar es reconocer que Dios tiene más conocimiento que nosotros. Cuando traemos nuestras necesidades ante nuestro Padre, debemos dejar el asunto a su omnisciencia. Sólo Él sabe si la respuesta debe ser “sí,” “no,” “ahora no” o “no de la manera en que deseas.” Aunque debemos mencionar necesidades específicas, debemos dejar las respuestas a la sabiduría de Dios, no a la nuestra.
  • Orar es pedir, no instruir ni demandar. Cuando escuchamos a algunas personas orar, casi suena como si Dios estuviera en su nómina o en deuda con ellos, como si tuviera necesariamente que ponerse en acción cuando oran. Con regularidad le dan a Dios los pasos específicos que debe tomar y el horario en que debe responder sus oraciones. En otras ocasiones parece como si la persona que ora tratara de dar directrices a un niño sobre la manera en que la oración debe ser respondida.
  • Orar no es un ejercicio de “menciónalo y reclámalo”. Dios nunca ha prometido complacer todos nuestros deseos. Muchos de ellos son deseos pecaminosos. Ha prometido suplir todas nuestras necesidades espirituales en Cristo Jesús, pero no todas nuestras codicias. Es un insulto a Dios que oremos de tal manera que pensemos que Él está obligado a darnos lo que queremos, cuando lo queremos, simplemente porque lo hemos mencionado y reclamado. Eso no es orar; eso es esperar que Dios siga nuestras órdenes.
  • La oración debe estar interesada primariamente en los asuntos espirituales. Será probablemente muy revelador si enumeráramos todas las cosas que pedimos y luego elimináramos todas aquellas peticiones que no eran para nuestro bienestar espiritual. Nuestro diagnóstico revelaría que estamos mucho más interesados en la comodidad presente que en aquellas cosas que más nos conformarán a Jesucristo.
  • La oración debe ser primariamente secreta. Definitivamente hay un lugar para la oración pública. Cuando Dios responde una oración pública, puede ser alabado públicamente. Pero en el texto que encabeza este artículo, la enseñanza clara es que en su mayoría, nuestras oraciones deben ser privadas. Para expresar los motivos reales de nuestros corazones es mejor hacerlo en privado. Con frecuencia, las palabras que usamos en público y la forma en que declaramos las cosas, tienen la intención de impresionar a los que escuchan. Pero en privado sólo tenemos una audiencia—Dios. En esos tiempos eliminamos toda fachada y no hay nada entre Dios y nosotros.
  • Encontramos ejemplos e instrucción acerca de la oración pública en la Biblia, pero ésta debe ser practicada apropiadamente. No se debe hacer simplemente para ser escuchados por los hombres, tal como lo indica nuestra pasaje; tampoco debe ser larga, ni inconexa, ni hacerse para llamar la atención sobre nosotros mismos. Cuando la oración se hace de esa manera, definitivamente Dios no es complacido ni glorificado.
  • La oración no se debe convertir en una sesión de chismes públicos. Algunas veces se mencionan asuntos confidenciales en las oraciones públicas. Se invoca a Dios para que trate con los pecados de ciertos individuos. Estas cosas no deben ser mencionadas públicamente. No obstante, de alguna manera el hecho de que estamos hablando a Dios parece hacer permisible el mencionarlas. A Dios le desagrada que esto ocurra. El chisme es chisme, ya sea en nuestras conversaciones o en nuestras oraciones.
  • Las respuestas a las oraciones pueden sorprendernos. Por ejemplo, en Romanos 5, Pablo expresa claramente que el carácter cristiano se desarrolla por medio del sufrimiento. Si oramos por carácter, Dios va a responder de manera consecuente con su Palabra revelada—y será por medio del sufrimiento. Si oramos por paciencia, Dios puede responder esa oración colocándonos en situaciones difíciles que requieran que aprendamos a ejercitar la paciencia.
  • Las promesas que hacemos de orar por ciertas cosas deben tomarse muy en serio. Con frecuencia se nos pide que oremos por algunos asuntos y aseguramos a la persona que lo haremos. Pero pronto se nos olvida. Esto no debe suceder. Cuando sea posible, quizás la mejor forma sea hacer un alto en el instante y allí orar por ello. O quizás debamos anotarlo en una libreta para recordarnos que hemos hecho ese compromiso.
  • Nunca debemos exagerar ninguna petición de oración, ninguna oración contestada. Dios siempre conoce la verdad y debemos declararle las cosas según la verdad. Cuando Dios responde una oración, siempre debemos decir la verdad acerca de cómo Él respondió nuestra oración. En este sentido, el nombre de Dios es con frecuencia blasfemado por evangelistas y predicadores de TV que claman cosas milagrosas en respuesta a la oración, cuando en muchos casos no hay nada de cierto en el asunto. Tenemos que reconocer que Dios no siempre nos da lo que queremos. No sería un buen padre si siempre satisface las peticiones de sus hijos.
  • Cuando es obvio que Dios ha respondido una oración, debemos alabarle por ello. Esto se puede hacer de forma privada y pública. Pero debe hacerse de tal forma que demos toda la gloria a Dios, en lugar de tratar de robar parte de la alabanza. Nunca debemos dejar la impresión de que somos tan importantes que Dios tuvo que responder nuestra oración en la manera específica en que hicimos nuestra petición.
Hay muchas otras cosas que se pudieran decir con respecto a la necesidad de la oración, la forma de nuestras oraciones, las cosas por las cuales debemos orar, los muchos ejemplos y principios sobre la oración, pero el espacio no lo permite. Nuestro propósito aquí ha sido tratar de corregir algunos de los errores y excesos que cometen cristianos bien intencionados al orar. Es cierto que “no tenéis lo que deseáis, porque no pedís” (Sant. 4:2) y que debemos orar con fervor y sin cesar (Sant. 5:16; Lucas 18:1-8). No podemos orar demasiado. Tenemos grandes necesidades espirituales. Si el Señor Jesucristo tuvo que mostrar su dependencia del Padre en oración, cuánto más no necesitamos tú y yo tener comunión diaria con nuestro Padre celestial con respecto a un montón de cosas. Dios quiere tener una comunicación regular con nosotros. Él nos habla a través de la Biblia y nosotros le hablamos por medio de la oración. Cuán triste es cuando los hijos raras veces hablan con su Padre.

Para meditación: Piensa en oración con respecto al significado y las implicaciones de Filipenses 4:6-7.

*Este material fue tomado del libro “Life in the Body of Christ” del autor Curtis C. Thomas, y  ha sido traducido y reproducido aquí con permiso de la casa publicadora. ©Salvador Gómez Dickson, por la traducción al español.

1 comentario:

Alicia dijo...

Hola Amado Pastor y Hermano en Cristo.
Gracias por este edificante articulo, ojala, pudiera continuar con este mismo tema en otra entrada, es tan importante.
Nuestro Soberano Dios le continue bendiciendo.