Por Jerry Bridges
ENTENDIENDO
A NUESTRO ENEMIGO
En Efesios 6:12, Pablo dice que nuestra lucha
no es “contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra
los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes.” Nuestra guerra es contra el diablo y todos
sus ángeles malignos. Son a esas fuerzas espirituales a las que Pablo se refiere
en este pasaje.
El Nuevo Testamento nos habla de cuatro
hechos acerca del diablo que necesitamos conocer para combatirle. Primero, él
es el príncipe, con ángeles malignos a su servicio, de un reino en el que están
atrapados todos los incrédulos. Cuando Pablo escribió a los creyentes efesios
que estaban antiguamente muertos en sus pecados, estaba diciendo lo mismo de
nosotros. Solíamos vivir en nuestros pecados cuando seguíamos “la corriente de
este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora
opera en los hijos de desobediencia” (Ef.2:1-2). Todos solíamos seguir al
diablo porque todos estábamos en su reino, bajo su dominio. Cuando Jesús
comisionó a Pablo, le envió a convertir a los gentiles, a los inconversos, “de
las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios” (Hch.26:18).
Satanás no solamente mantiene al incrédulo
bajo su reino, sino que también enceguece las mentes de ellos para que no
puedan ver la luz del evangelio (2 Cor.4:4). Es por eso que dar testimonio a
menudo parece como echar agua en el lomo de un pato. Nuestras palabras le pasan
como si fueran otro idioma; es simplemente que el incrédulo no puede entender.
Cuando testificamos, estamos lanzando un
ataque al reino de Satanás. No podemos ganar este ataque con nuestro poder,
porque esa persona está bajo el dominio de Satanás, y está cegado por él. Jesús
dijo que nosotros no podemos entrar en la casa del hombre fuerte y llevarnos
sus posesiones si primero no se le ata (Mt.12:29). El hombre fuerte es el
diablo, y le atamos por medio de la oración. Es por eso que debemos ir a la
batalla en oración antes de acercarnos al inconverso en el evangelismo. '
El tercer hecho que nos enseña la Biblia
acerca de Satanás es que el guerrea contra los creyentes, aún después de haber
sido liberados de su dominio y trasladados al reino de Dios. Primera de Pedro
5:8 dice que merodea como león rugiente buscando a quien devorar. El león
rugiente simboliza la fiereza de Satanás.
Pero cuando nos ataca con el fin de
arruinarnos, se disfraza como un ángel de luz (2 Cor.11:14). En la Escritura la
luz puede referirse tanto a la verdad como a la pureza moral. Cuando Pablo dice
que Satanás se disfraza como un ángel de luz, quiere decir que intenta
convencernos de que su falsa enseñanza es la verdad. Cuando tentó a Jesús en el
desierto, diciendo: “Échate abajo; porque escrito está: te sostendrá”, él
tergiversó la verdad.
Segunda a Timoteo 2:22-26 nos enseña que el
disfraz del diablo puede ser tan engañoso que toma a creyentes cautivos para
hacer su voluntad. Esto no es posesión demoniaca, sino una desviación de
nuestra mente hacia las falsas enseñanzas, temas sin importancia o periféricos,
tentaciones, desalientos y dudas acerca de la verdad de la Palabra de Dios.
Recuerdo vívidamente un evento que me ocurrió
mientras pasaba por una intensa batalla espiritual. Estaba contemplando una
promesa particular de la Escritura, cuando Satanás plantó este pensamiento en
mi mente: “Eso no es cierto, ¿no lo es?” Estaba tan claro en mi mente como si
él me hubiera hablado con una voz. Estaba buscando hacerme cautivo para hacer
su voluntad atacando mi mente con falsa enseñanza.
Estamos en guerra con un enemigo que tiene
miles de años de experiencia. Satanás atacó a Eva en el Huerto de Edén, y desde
entonces ha estado atacando al pueblo de Dios. Conoce su estrategia, y no queda
corto en su logística.
Pero la Escritura nos presenta una cuarta
cosa (y la más importante) acerca de Satanás: es un enemigo derrotado. Colosenses
2:15 nos dice que Jesucristo desarmó a los principados y las potestades, y “los
exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” Esta es la razón por
la que Santiago nos puede decir: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros”
(Sant.4:7). Satanás perdió la gran guerra. Ahora está involucrado en una guerra
de guerrillas contra nosotros, y. podemos derrotarle en esta lucha diaria.
USANDO LAS ARMAS ADECUADAS
En 2 Cor.10:3-5, Pablo nos da una clave sobre
el tipo de armas que necesitamos para batallar contra Satán:
“Pues aunque
andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra
milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de
fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el
conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a
Cristo.”
La guerra en la que estamos metidos es por
las mentes y las almas de las personas. Nuestras armas no son físicas, ni son
de lógica o astucia humana. Son divinas.
Cuando estás en la batalla y el objetivo es
la mente de una persona, ¿qué vas a utilizar? La verdad. Satanás se disfraza como
un ángel de verdad, pero le combatimos con la verdadera verdad — la Palabra de
Dios. Pablo nos dice en Efesios 6 que nos pongamos toda la armadura de Dios,
para que podamos permanecer firmes centra las asechanzas del diablo. La lista de
la armadura es primariamente defensiva: yelmo, coraza, cinto, calzados, escudo
y así sucesivamente.
En el versículo 17, sin embargo, Pablo
expresa: “Tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la
Palabra de Dios.” Hay dos palabras griegas que son traducidas “la Palabra de
Dios”. Una de ellas es logos, que se refiere a la Escritura en general. La otra
es una palabra que enfoca un pasaje específico de la Escritura. En este
versículo, Pablo se refiere a la Palabra específica de Dios — textos individuales
de la Biblia que son traídos para sobrellevar batallas individuales. Así como
Jesús respondió a Satanás con pasajes específicos de la Escritura del Antiguo
Testamento cuando fue tentado en el desierto, del mismo modo debemos pelear
contra Satanás con textos específicos de la Escritura que se apliquen a la
situación enfrentada.
Nuestra primera arma al batallar contra
nuestro enemigo es la palabra de verdad. En el v.18 de Efesios 6, Pablo ofrece
nuestra segunda: “Y orad en el Espíritu.” La segunda arma es la oración. Ya sea
que estemos evangelizando al perdido, discipulando creyentes o tratando de
restaurar a un hermano o hermana caída, las armas son siempre las mismas: la
palabra de verdad acompañada por la oración en el Espíritu. Necesitamos que el
Espíritu de Dios abra nuestras mentes y nos libere de la cautividad de Satanás.
La batalla por las almas de los hombres y las
mujeres no se gana en la evangelización o en la reunión de discipulado, sino en
la oración, antes de introducirnos en tales situaciones. Nuestras acciones son,
desde luego, necesarias, pero fútil es pelear sin preparar el terreno con
oración contra el diablo.
[Continuará en una tercera y última parte...]
Este artículo apareció originalmente en la
revista DISCIPLESHIP, y fue publicado con permiso por FUNDAMENTOS.
© Salvador Gómez Dickson, para la edición
española.
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