por Jerry Bridges
Hay un
capítulo en la historia de la nación de Israel que creo ilustra gráficamente el
modo en el que nosotros los cristianos tendemos a operar.
2 Reyes
3 registra el relato de Joram, el rey de Israel, cuando éste salió a la batalla
contra el rey de Moab. Joram no buscó ni la ayuda ni la guía de Dios para el
combate; simplemente tomó la decisión y luego obtuvo la alianza de su antiguo
compatriota, Josafat (rey de Judá). Josafat tampoco oró. Después de unirse al
rey de Edom, descendieron a la batalla.
En el
v. 9 encontramos que enfrentaron un problema con las provisiones: se quedaron
sin agua en medio del desierto. De
repente querían la ayuda de Dios, y sólo entonces comenzaron a orar (su método
de oración era buscar al profeta). Su necesidad
era el foco de su oración.
El agua
para sus hombres y bestias era un detalle muy importante para estos reyes. Pero
ellos no estaban en el desierto para beber agua: iban a librar una batalla.
Note cómo Dios respondió cuando habló por medio del profeta Eliseo: “No veréis viento, ni veréis lluvia; pero
este valle será lleno de agua, y beberéis vosotros, y vuestras bestias y
vuestros ganados. Y esto es cosa ligera en los ojos de Jehová; entregará
también a los moabitas en vuestras manos” (vv. 17-18). Dios no había olvidado
el objetivo: ganar la batalla sobre los moabitas. Los reyes, sin embargo,
habían perdido la visión de porqué estaban allí, ya que estaban preocupados con
su necesidad inmediata.
EL VERDADERO
CAMPO DE BATALLA
Como cristianos,
nuestras vidas de oración tienden a morar en el reino de la escasez de agua.
Raras veces obramos en el reino de la verdadera batalla espiritual. Asista a
una reunión promedio de oración y le garantizo que el 75 porciento de las
peticiones de oración serán necesidades: por ejemplo, el cuello de Jim necesita
ser sanado, y espero que estemos orando por ello. Pero nunca parecemos entrar
en la batalla. Como le dije a mi clase de escuela dominical: “La única manera
por la que puedes lograr que oren por ti en nuestra iglesia es estando en un
hospital o sin trabajo.”
Cierto año
durante la temporada de Acción de Gracias, viajé al sur de California para
hablar en una conferencia de misiones. Mi meta era estimular en medio de
estudiantes y personal militar joven el reclutamiento de obreros para la mies.
Sin embargo, cuando llegué al aeropuerto de Los Angeles, nadie había ido a
recibirme.
Después de
deambular por la puerta y por la zona de reclamo de equipajes por unos 45
minutos, llamé al lugar de la conferencia. Nadie respondía. Pensé “bueno,
llamaré a mi secretaria—ella sabe encargarse de estas situaciones. Pero cuando
llamé por larga distancia a Colorado Springs, ¡nadie contestó tampoco! Entonces
recordé que era el viernes después de Acción de Gracias, y que la oficina
estaba cerrada. Allí me encontraba yo, atrapado.
Fue entonces que
decidí orar: “Señor, si alguien está en el aeropuerto buscándome, ayúdale a
encontrarme.” Sin tener mucha fe en que mi oración sería contestada, vi una
puerta de salida para tomar un autobús hacia Pasadena. Y saliendo, corrí hacia
un rostro familiar entrando. Me estaba buscando.
Esa fue una de
las respuestas a la oración más rápidas que jamás haya experimentado. Luego,
sin embargo, me pregunté lo siguiente: “¿Oré tan fervientemente por la misión
real para la que fui enviado al sur de California, como lo hice para que
alguien me encontrara en el aeropuerto?” En ese aeropuerto estaba como Joram y
Josafat, varado en el desierto sin agua. Pero la verdadera razón por la cual yo
estaba allí, no era para ser recogido en el aeropuerto, sino para formar parte
de la labor de reclutar obreros para la mies. Jesús nos dijo que oráramos para
que el Señor de la mies envíe obreros. Esa era la verdadera batalla.
Hay tres términos
militares que siento ilustran los diferentes tipos de oración: estrategia,
táctica y logística. La Estrategia se
refiere al objetivo final—derrotar al enemigo—y al plan general o estrategia
para ponerlo bajo sumisión. La Táctica
significa las batallas específicas necesarias para lograr el objetivo final. La
Logística es simplemente suplir las
necesidades físicas del ejército que pelea la batalla.
Creo que el 75 o
el 80 porciento de nuestras oraciones son para asuntos de la logística. Para agua en el desierto. Para que
alguien nos encuentre en el aeropuerto. Para el enfermo que está en el
hospital. Para el que ha perdido su trabajo. Todas estas cosas son importantes
y debemos orar por ellas. Pero es por ese tipo de cosas por las que casi
exclusivamente oramos.
Diría que de un
15 a un 20 porciento de nuestros esfuerzos de oración son para la táctica, se
relacionan con los enfrentamientos específicos con el enemigo—los resultados
espirituales de la conferencia en la que iba a hablar, por ejemplo. Pero esa
conferencia era sólo una operación específica; el objetivo final era levantar
obreros.
Muy poco de
nuestros esfuerzos de oración son estrategia o se concentran en nuestro
objetivo final—la batalla en la que Dios está realmente interesado. Debemos
recordar que cuando oramos, estamos entrando en una batalla espiritual. Estamos
librando una batalla con un enemigo derrotado, pero todavía poderoso: Satanás,
nuestro enemigo invisible.
Hay cuatro
aspectos primarios en este tipo de guerra que son cruciales para nuestro éxito:
primero, el entendimiento de nuestro enemigo; segundo, la identificación y
aprendizaje del uso de las armas con las cuales pelear contra él; tercero, el
entendimiento de la naturaleza de nuestra lucha con él; y cuarto, el enfoque en
el objetivo correcto en nuestros intentos de derrotarlo.
[Continuará…..]
Este artículo apareció originalmente en la revista
DISCIPLESHIP, y fue publicado con permiso por FUNDAMENTOS.
© Salvador Gómez Dickson, para la edición
española.
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