miércoles, 31 de julio de 2024

El jorobado no ve su propia joroba, sino la de su vecino

 


Por Charles Spurgeon

[Tomado de «Las ilustraciones de Juan Arador» y traducido por Salvador Gómez Dickson]

Señala al hombre que está frente a él, pero él mismo es mucho más peculiar. No debe reírse de los torcidos hasta que él mismo esté derecho, y no hasta entonces. Aborrezco escuchar a un cuervo cacarear a otro cuervo por ser negro. Un ciego no debe atacar a su hermano por ser bizco, y el que ha perdido sus piernas no debe burlarse del cojo. Sin embargo, así sucede: la rama más podrida se parte primero, y aquel que debería ser el último en hablar es el primero en despotricar. Los cerdos salpicados salpican a otros, y el que está lleno de faltas, encuentra faltas. Los más propensos a hablar mal de otros son precisamente los que más mal hacen a los demás.

 

Nos hace mucho daño juzgar a nuestros vecinos, porque fomenta nuestra jactancia y hace que nuestro orgullo crezca con bastante rapidez aun sin alimentarlo. Acusamos a otros para excusarnos a nosotros mismos. Somos tan tontos que soñamos que somos mejores porque otros son peores y hablamos como si pudiéramos levantarnos haciendo caer a los demás. ¿De qué sirve estar buscando agujeros en los abrigos de la gente cuando no podemos remendarlos? Habla de mis deudas si tienes la intención de pagarlas. Los defectos de un amigo no deben publicitarse, y ni siquiera los de un extraño deben publicarse. El que rebuzna a un asno, él mismo es un asno; y el que pone a otro en ridículo, él mismo es un necio. No adquieras el hábito de reírte de la gente, porque conoces el viejo dicho: "No te burles de otros, no sea que los demás terminen burlándose de ti". Muchos chistes se hacen con el deseo de ser graciosos, pero golpean a alguien al decirlos.

 

Las bromas son demasiado propensas a convertirse en mofa, y lo que se supone que es para hacer cosquillas causa una herida. Es una lástima que mi alegría sea la miseria de otro hombre. Antes de que un hombre haga una broma, debería preguntarse si le gustaría que se lo hicieran a él, porque muchos de los que dan golpes duros tienen la piel muy sensible. Sólo da lo que estarías dispuesto a recibir. Algunos hombres arrojan sal sobre los demás, pero les duele si una pizca de ella cae en su propia carne viva. Cuando reciben ojo por ojo y diente por diente, no les gusta; sin embargo, nada es más justo. Los que muerden merecen ser mordidos.

 

Podemos reprender a un amigo y demostrar así nuestra amistad, pero debemos hacerlo con mucha tacto, o podemos perder a nuestro amigo por los dolores causados. Antes de reprender a otro debemos considerar y tener cuidado de no ser culpables de lo mismo, porque quien limpia una mancha con dedos manchados de tinta la empeora. Menospreciar a los demás es una falta peor que cualquiera que podamos ver en ellos, y burlarnos de sus debilidades muestra nuestra propia debilidad y también nuestra propia malicia. La chispa que tengamos debe ser un escudo para la defensa y no una espada para la ofensa. Una palabra burlona corta peor que una hoz, y provoca una herida mucho más difícil de curar. Un golpe se olvida mucho más pronto que una burla. La burla golpea con fuerza. Nuestro ministro dice que “reírse de la debilidad o la deformidad es una enormidad”. Es un hombre con conocimiento y sabe cómo aplicarnos las cosas.

 

Aquel que ridiculiza a los demás, termina burlándose a sí mismo en mayor o menor grado. Es más sabio quien deja tranquilo a los demás y se dedica mejor a corregir sus propias faltas.

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