Por Roger Ellsworth
2 Timoteo 1:13-18
Tres de las cartas del apóstol Pablo son conocidas como las ‘epístolas pastorales’ porque tratan acerca de los deberes de aquellos que han sido llamados a dirigir las iglesias locales.
Dos de estas cartas fueron dirigidas a Timoteo, y una a Tito. Timoteo fue criado en un hogar piadoso (2 Tim. 1:5; 3:15), y conoció al Señor a través del ministerio de Pablo (1 Tim. 1:2). Cuando Pablo estuvo en Listra, añadió a Timoteo a su equipo misionero. Más adelante le envió a pastorear la iglesia que estaba Éfeso.
Timoteo todavía se encontraba en Éfeso cuando Pablo escribió las dos epístolas que le dirigió, quedando atrapado en medio de un fuego cruzado. Por un lado, los tiempos eran extremadamente difíciles, y para nada favorables al evangelio (2 Tim. 3:1-9). Por el otro lado, se enfrentaba a problemas muy desafiantes en la iglesia. Tales cosas habrían sido lo suficientemente aterradoras hasta para los hombres más fuertes, pero Timoteo estaba lejos de ser fuerte. Además de ser propenso a una timidez temerosa (2 Tiim. 1:6-8), padecía de problemas físicos (1 Tim. 5:23). Las cosas se habían agravado tanto en Éfeso que Timoteo aparentemente había pedido a Pablo que le diera una nueva asignación.
Pablo pudo haber reprendido a Timoteo con severidad por ser tan débil y por querer encontrar una manera de evadir la asignación que ya tenía, pero no lo hizo. En lugar de ello lo que hizo fue dar a Timoteo una serie de consuelos y estímulos. Entre otras cosas, Pablo le recordó acerca de la fidelidad del Señor Jesucristo para cumplir su tarea (1 Tim. 6:13), de la fidelidad de su abuela y de su madre (2 Tim. 1:5) y de la gloria de la salvación (2 Tim. 1:8-12).
Casi de un modo sutil, Pablo recordó a Timoteo acerca de Onesíforo. He aquí a un hombre a quien todos necesitamos conocer y recordar. Fue un ejemplo para Timoteo de cómo servir al Señor, y es un ejemplo para todos los que conocemos al Señor. Hemos visto a muchos que tropezaron en su servicio al Señor porque no aguantaron los diversos peligros y tentaciones asociados con el servicio cristiano. Este hombre Onesíforo viene como una especie de alivio oportuno. He aquí un hombre que no tropezó en su servicio a causa del peligro. He aquí un hombre que venció la tentación de encontrar una salida fácil, y que diligentemente se entregó a sí mismo a servir.
Un servicio que no está determinado por los demás
Lo primero que podemos decir acerca del servicio de Onesíforo al Señor es que no estuvo determinado por el desempeño de los demás.
No debemos dejar de notar que Pablo menciona a otros dos hombres antes de hablar de Onesíforo. Conocemos muy poco acerca de estos dos hombres: Figelo y Hermógenes. No son mencionados en ningún otro lugar de la Escritura. Pablo menciona a estos dos hombres con relación a aquellos de Asia que le habían dado la espalda (v. 15). Evidentemente eran los cabecillas de ese abandono.
Algunos comentaristas piensan que fue el arresto de Pablo en Asia lo que precipitó este abandono. Su arresto pudo haber dado la impresión de que toda la causa cristiana estaba perdida; o al menos pudo haber dado la impresión de que el cristianismo era demasiado costoso. Sea cual sea la causa, el abandono se había generalizado. Sin embargo, no tocó a Onesíforo. Mientras los demás estaban dando la espalda, él permaneció firme. Mientras los demás se avergonzaron de las cadenas del vocero principal del cristianismo, Onesíforo no. La marea de Asia era contraria a Pablo, pero eso no afectó a Onesíforo. Si la marea era contraria al camino que deseaba ir, pues simplemente iba en contra de la corriente.
He aquí dos modelos de servicio cristiano. Por un lado está el modelo Figelo-Hermógenes. Este modelo dice: ‘Sirve al Señor cuando sea conveniente y popular hacerlo’. Por el otro lado está el modelo Onesíforo, el cual sólo dice: ‘¡Sirve al Señor! Sírvele cuando sea popular y cuando no lo sea. Sírvele cuando sea conveniente y cuando no lo sea. ¡Sirve al Señor!’
¿Qué modelo sigues tú? Existen muchos indicadores de que el modelo Figelo-Hermógenes está muy en voga hoy día. Las membresías de las iglesias están abultadas con personas que sirven durante un tiempo pero luego abandonan. Quizás comenzaron en un momento en que sus iglesias estaban llenas de entusiasmo. Pero ahora el entusiasmo se ha desvanecido, lo mismo que el compromiso de ellos. El Señor no ha cambiado. Sus promesas no han cambiado. Las necesidades espirituales en la comunidad no se han ido. La gloria de la redención no ha cambiado. Pero estas personas han cambiado. Han tomado como referencia a Figelo y a Hermógenes. Los seguidores de Figelo y Hermógenes son numerosos hoy. Gracias a Dios, todavía podemos encontrar a hombres y a mujeres como Onesíforo.
Las necesidades de los demás
Una segunda cosa que debemos observar con respecto al servicio de Onesíforo es que estaba orientado hacia las necesidades de los demás.
A la luz de estos versículos, es obvio que Pablo consideraba lo que Onesíforo hacía como un servicio al Señor. Hablaba de la recompensa que Onesíforo podía esperar recibir del Señor (2 Tim. 1:18). Pero al leer estos versículos, podemos ver que Onesíforo estaba sirviendo a un Pablo que estaba encarcelado. Por esta razón, podemos sentirnos inclinados a preguntar: ‘¿A quién servía? ¿Estaba Onesíforo sirviendo a Pablo o sirviendo al Señor?’ Y la respuesta es: ‘¡A ambos!’ He aquí una conexión muy importante y vital: servimos al Señor cuando servimos a los demás. Onesíforo vio esta conexión. Nosotros a menudo no lo hacemos.
En días como estos en que los cristianos equiparan el servir al Señor con el disfrutar un ‘viaje’ espiritual en la iglesia, haríamos bien en pensar en quienes necesitan este ministerio y que están a nuestro alrededor, como lo hizo Onesíforo.
Con todo y lo impresionante que es el ejemplo de Onesíforo, podemos mirar a uno que es mucho más grande: el Señor Jesús mismo. Durante su ministerio terrenal, dijo a sus discípulos: ‘Y cualquiera de vosotros que desee ser el primero será siervo de todos. Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos’ (Mr 10:44-45).
En su carta a los Filipenses, el apóstol Pablo se concentró en el ejemplo de Cristo: ‘No buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás. Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres’ (Fil. 2:4-7).
Diligente y persistente
Un tercer aspecto que debemos observar acerca del servicio de Onesíforo es que era diligente y persistente. Pablo menciona el hecho de que mientras estuvo en Éfeso, Onesíforo le hizo ‘muchos servicios’ (2 Tim.1:18 –NVI).
El que un hombre ministre de muchas maneras en su propio ambiente parecería ser suficiente, pero no para Onesíforo. Cuando supo que Pablo estaba encarcelado en Roma, Onesíforo se trasladó hasta allá y le sirvió. Pudo haberse quedado en Éfeso y argumentar que ya había hecho mucho por Pablo, mucho más que otros lo habían hecho. Pero el espíritu de servicio había atrapado de tal manera su corazón que le impulsó a ir hasta Roma.
Una vez en Roma se enfrentó a un muy gran obstáculo. Pablo estaba preso, pero ¿dónde? Es casi seguro que no existía ningún registro central de todos los prisioneros que Onesíforo pudiera revisar. La única opción que le quedaba era ir de mazmorra en mazmorra en búsqueda de Pablo. Y así lo hizo, de calabozo en calabozo. No se detuvo ni con la primera, ni con la segunda, ni con la tercera búsqueda, sino que se continuó hasta encontrar a Pablo. El apóstol comunica la admiración y gratitud por la diligencia y persistencia de este hombre con las siguientes palabras: ‘Me buscó con afán y me halló’ (v. 17).
Esas palabras llenan mi corazón de emoción, no sólo por lo que nos dicen acerca del servicio cristiano de Onesíforo, sino también por la alusión que hacen a la obra redentora de Cristo. Junto a cualquier otro cristiano, yo también puedo decir lo mismo con respecto al Señor que lo que Pablo dijo acerca de Onesíforo: ‘Me buscó con afán y me halló’. ¡Gracias, Dios!
Nuestro servicio cristiano, que con frecuencia es descuidado y fácilmente olvidado, podría ciertamente beneficiarse de una dosis fuerte de diligencia y persistencia como las que tenía Onesíforo. Nos enseña que tenemos que trabajar duro y mantenernos haciéndolo de esa forma en nuestro servicio al Señor.
Un corazón tocado por la gracia de Cristo
Hay una cosa más que debemos decir acerca del servicio de Onesíforo: fluía de un corazón que había sido tocado por la gracia de Cristo.
Todo cristiano ha sido tocado por la gracia de Cristo, pero algunos cristianos reflejan esa gracia con la que han sido besados en un grado mucho mayor que otros. Onesíforo la poseía y reflejaba en un grado muy alto. El apóstol Pablo dijo: ‘Me dio refrigerio’ (v. 16).
Onesíforo era una de esas gemas raras en las que la calidez y el amor de Cristo florecen de tal manera que era un gozo estar cerca de él. Para apreciar esto todo lo que tenemos que hacer es pensar en lo contrario. Todos conocemos a cristianos miserables cuya presencia drena y nos ponen a prueba, personas que van a ministrar a otros, y siempre terminan hablando interminablemente de sí mismos y de sus propios problemas. Aprendamos de ellos y procuremos ser como Onesíforo.
Puedo visualizar a Timoteo leyendo acerca del espíritu refrescante de Onesíforo y regresando a su trabajo con una vigor renovado. Leamos acerca de Onesíforo y hagamos lo mismo.
* Traducido al español por Salvador Gómez Dickson y publicado en EL SONIDO DE LA VERDAD con el permiso del autor. El contenido es un capítulo de su libro “How to Live in a Dangerous World.”
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