lunes, 9 de abril de 2018

Malaquías: una advertencia contra la infidelidad

por Roger Ellsworth*

Malaquías 2:10-16

Malaquías fue uno de los profetas post-exílicos. Ministró al pueblo de Dios luego de su regreso de la cautividad babilónica. Para el tiempo en que Malaquías entra en escena, el pueblo ya había estado de regreso en su tierra natal por un buen período de tiempo. El templo había sido reconstruido y los sacrificios habián sido restablecidos.
Pero no todo andaba bien. Miles Bennett describe la situación de la siguiente forma: ‘Un espíritu de pesada depresión había caído sobre los habitantes de Jerusalén; el escepticismo y la indiferencia espiritual se habían aferrado a las personas’.
El antídoto de Dios para su pueblo fue enviar a Malaquías para que dialogara con ellos. Siete diálogos ocurren en esta breve profecía. Cada uno de ellos consiste en una acusación que Dios trae contra ellos, en el pueblo levantando una objeción a la acusación, y en Dios refutando la objeción. Los siete diálogos pueden ser reconocidos por las palabras: ‘Pero vosotros decís’ o ‘y vosotros decís’ (1:2, 7, 12-13; 2:14, 17; 3:7, 13).
El diálogo que encontramos en el pasaje que constituye el tema de este capítulo trata acerca de una pérdida, una terrible pérdida. Nos brinda un relato triste de cuando el pueblo vino ante el altar del Señor con lágrimas en sus mejillas, sólo para luego ser rechazado por el Señor con desagrado (Mal. 2:13).
¿Qué era lo que estaba pasando? Tenemos la tendencia a pensar que el mero hecho de ir a la casa de Dios debería ser suficiente en sí mismo para agradar a Dios, pero estas personas haciendo más que eso. Realmente estaban mostrando emoción al estar ahí. Pero Dios no estaba impresionado ni con la presencia de ellos ni con su emoción.
A través de su profeta, el Señor pone su dedo sobre la razón por la que rechazó sus esfuerzos religiosos. El Señor los acusó de comportarse ‘deslealmente’. Eso significa ‘engañosamente’. Es lo opuesto de actuar con integridad o con seriedad.
Hay tres grandes verdades que emergen de este pasaje y que apelan a nuestra atención.

La principal manifestación de infidelidad
En primer lugar, aquí podemos ver la principal manifestación de esta forma engañosa de actuar. De seguro que esta manera desleal de comportamiento se encontraba en todos los segmentos de la sociedad, pero había una manifestación de la misma que era singularmente desagradable al Señor. El profeta la clasifica como una ‘abominación’ que ‘profanaba’ la institución del Señor (v. 11).
Luego procede a identificar la abominación. Dice que la nación ‘se ha casado con la hija de un dios extraño’ (v. 11). Unos cuantos versículos más adelante el profeta dice que los hombres de la nación se habían comportado deslealmente con las esposas de su juventud (v. 14).
Evidentemente los hombres de Israel ahora se estaban divorciando de sus esposas judías ancianas con el fin de casarse con mujeres más jóvenes y atractivas de las naciones vecinas. Esta práctica se había hecho tan común que el profeta puede afirmar con propiedad que toda la nación de Judá había ‘profanado’ la institución del Señor. ¿Qué era lo que Malaquías estaba afirmando? La institución del Señor era la relación de pacto que tenía con su pueblo, a quienes Él amaba, y ahora esa relación estaba siendo contaminada por los hombres de la nación al tratar sus matrimonios de una manera tan casual.
Podemos estar inclinados a pensar que lo que ocurre en nuestros hogares no tiene nada que ver con el resto de nuestras vidas. Pero la realidad es que sí. Lo que encontramos aquí en días de Malaquías es que los hombres iban a la iglesia a encontrarse con el Señor, y el Señor los estaba enviando de vuelta a sus hogares. La vida familiar da color e influye todos los demás aspectos de la vida.

La naturaleza deplorable de la infidelidad
Esto nos lleva a considerar la naturaleza deplorable de esta conducta engañosa.
Malaquías quería que su gente comprendiera que el pecado del que el Señor les estaba acusando no era algo pequeño. Satanás adopta la estrategia opuesta. Primero nos secude diciéndonos  que el curso de acción propuesto no es pecaminoso. Cuando la conciencia protesta y afirma que sí lo es, entonces nos asegura que aunque ciertamente es pecaminoso, realmente no es algo que importe mucho.
Malaquías comprendía la seriedad de lo que los hombres de Judá estaban haciendo y lo muestra destacando tres asuntos de una importancia monumental.

La solidaridad del pueblo de Dios
En primer lugar, destaca la solidaridad del pueblo de Dios. Empieza la discusión de este asunto con algunas preguntas inquisitivas y penetrantes:

“¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué nos portamos deslealmente unos contra otros, profanando el pacto de nuestros padres?” (Mal. 2:10).

Sin duda los hombres culpables de esa conducta desleal contra sus esposas serían muy prontos en insistir que sus actos no afectaban a nadie más que a ellos mismos. Pero Malaquías no aceptaba semejante argumentación. El pueblo no sólo sostenía una relación de pacto con Dios, sino también los unos con los otros, y todo acto de infidelidad hacia Dios debilita y erosiona al pueblo de Dios en general.

La naturaleza sagrada del matrimonio
Malaquías también destacó la terrible realidad del pecado de ellos haciendo referencia a la naturaleza sagrada del matrimonio. El matrimonio no es un mero arreglo social inventado por los hombres. Fue diseñado por Dios mismo.
Malaquías afirma de manera muy clara que Dios no sólo inventó el matrimonio, sino que también lo diseñó de cierta manera. Llama nuestra atención al hecho de que en el principio Dios sólo creó una compañera para Adán. Ciertamente pudo haber creado muchas mujeres. Malaquías dice que Dios tenía “un remanente del Espíritu” (v. 15). En otras palabras, los actos creadores de Dios no disminuyeron ni su poder ni su capacidad en ningún sentido. Después de haber creado todavía tenía suficiente poder para crear más. Luego de extraer a Eva del costado de Adán, el poder de Dios no se consumió ni gastó en ningún sentido. Pudo haber hecho muchas esposas para Adán. Pero al hacer únicamente a Eva, Dios estaba dejando ver con claridad que su diseño para el matrimonio era el de un hombre para una mujer.
No obstante esto, existe otra dimensión acerca de esta unidad. Dios no sólo quería que cada hombre tuviera a su mujer, sino que también tenía la intención de que los dos fueran uno. Hay una unidad física, pero el asunto va más lejos aún. La unidad en el matrimonio algunas veces alcanza una dimensión tal que los esposos y las esposas saben lo que el otro está pensando y con frecuencia completan la oración que el otro está diciendo. La verdad unión matrimonial es física, emocional y espiritual.
Ahora nos encontramos en una posición que nos ayudará a entender porque el próximo versículo hace referencia al divorcio como si fuera un acto violento (v. 16). Destroza a una persona en dos partes.

El potencial para hacer daño
Finalmente, Malaquías enfatiza la seriedad de la conducta desleal en el matrimonio llamando nuestra atención al potencial de daño que posee.
Malaquías deja ver con claridad que desconsiderar las leyes de Dios puede causar daño al culpable de este mal. Él sabe que el Señor puede castigar, y que de hecho castiga a su pueblo, por una vida pecaminosa, y Malaquías incluso desea que así suceda. Ora diciendo: ‘Que el Señor extermine de las tiendas de Jacob al hombre que hace esto…’ (v. 12). Nos puede parecer algo fuerte de decir, pero Malaquías prefería ver al Señor castigar a los hombres que estaban comportándose deslealmente a que toda la nación sufriera el daño.
Otro efecto dañino del trato desleal tenía que ver con los hijos. ¿Por qué quería Dios que su pueblo fuera fiel en sus matrimonios? ‘Buscaba una descendencia de parte de Dios’ (v. 15).
Dios mismo es fiel, y desea que nosotros lo seamos también. Una de las maneras en que aprendemos fidelidad es viéndola en operación en el hogar. Si Dios hubiera diseñado el matrimonio de tal manera que un hombre no tuviera que ser fiel a una mujer, la descendencia de ese matrimonio no aprendería fidelidad.
Joyce Baldwin escribió: ‘Sólo cuando ambos padres permanecen fieles a sus votos matrimoniales se puede dar a los hijos la seguridad que provee la base para la vida piadosa. La familia tenía el propósito de ser la escuela en la que se practicaran y aprendieran los caminos de Dios’.
Todas estas cosas hacen de la conducta desleal en el matrimonio algo de mucha seriedad y peso. Gracias a Dios, no tenemos que dejarlo así. Malaquías también nos brinda el remedio contra la conducta desleal.

El remedio para la infidelidad
En estos versículos el profeta dice dos veces a los hombres de aquellos días ‘prestad atención’ a sus espíritus (vv. 15, 16). Ellos tenían una ley muy clara y distintiva de parte de Dios con respecto al matrimonio. La pregunta que estos hombres tenían por delante era: ¿qué iban a hacer con esa ley? ¿Se molestarían contra ella y la desafiarían? ¿O se someterían a ella?
No existen palabras más vitales para nosotros. Sabemos lo que Dios quiere para nuestros hogares. Sabemos que quiere esposos y esposas que sean fieles el uno al otro. Sabemos que quiere que practiquemos la bondad y la cortesía cristiana en nuestros hogares. Sabemos que quiere que criemos a nuestros hijos para que le amen y le sirvan.
Pero vivimos en una cultura que ridiculiza y se burla de estas cosas, y si no somos cuidadosos, podemos enamorarnos e infatuarnos de tal modo con nuestra cultura que nos veamos a nosotros mismos molestándonos contra los mandamientos de Dios y adoptando los estándares de nuestra sociedad. ¡Presta atención, hijo de Dios, no sea que desarrolles un espíritu de resentimiento hacia las enseñanzas de la Palabra de Dios!
El profeta Amós dijo que Dios tiene una plomada para su pueblo (Amós 7:7-8). La plomada era un instrumento utilizado por los constructores para determinar si una pared estaba recta. Era un objeto pesado y pequeño atado a una cuerda que se suspendía para indicar una línea vertical. Amós usó la plomada para decir al pueblo de Israel que Dios estaba examinando sus vidas para ver si eran rectas. La plomada representaba lo que Dios esperaba de ellos.
Podemos decir que el mensaje de Malaquías acerca de la fidelidad representa dos aspectos de la plomada de Dios para su pueblo: fidelidad en sentido general y fidelidad en el matrimonio.
Se puede decir mucho con respecto al primero de estos dos asuntos, la fidelidad en sentido general, y ciertamente se necesita que se hable mucho del tema. Vivimos en días en el que la gente ni siquiera toma en consideración el mantener sus compromisos. Es horrorosamente trágico el que esta conducta desleal haya infectado al pueblo de Dios. Pero no hay una parte más necesaria de la plomada de Dios para nosotros que la fidelidad matrimonial. No es fácil. Nos agarra y nos ata. Podemos ignorarlo, pero no se irá. Los predicadores pueden rehusarse a predicar acerca de la plomada de Dios para el hogar, pero eso de ninguna manera la elimina.

Pero también hay consuelo en esto. Todos los que estamos casados podemos evitar la experiencia dolorosa y traumática del divorcio si estamos dispuestos a colocar nuestras vidas al lado de la plomada de Dios para el hogar. Tantos los esposos como las esposas deben hacerlo. Tenemos que recordar todos los factores que hacen de nuestras vidas en el hogar de importancia estratégica, y debemos recordar especialmente el elemento esencial de prestar atención a nuestros espíritus. Si lo hacemos, no sólo vamos a evitar el divorcio, sino que edificaremos hogares que serán modelos en miniatura de lo que el cristianismo es.

* Traducido al español por Salvador Gómez Dickson y publicado en EL SONIDO DE LA VERDAD con el permiso del autor. El contenido es un capítulo de su libro “How to Live in a Dangerous World.”

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