2. Ejercítate en humillarte a ti mismo frecuentemente. El orgullo nos expone a pensamientos impacientes e inquietantes, pero la humildad promueve un alma calmada y serena. Las humillaciones frecuentes matarán el fuego que arde interiormente y reducen las chispas. Mientras más profundo se ara más se matan las malas hierbas y mejor se prepara la tierra para la buena semilla. Los hombres no caen fácilmente en aquellos pecados por medio de los cuales ellos han sido profundamente humillados. Hay sabiduría y gracia en un espíritu que llora. El gozo carnal hace que el corazón se evapore en ligereza e insensatez.
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